21. Ralph

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Había dos chicos y hubo tres ocasiones

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Había dos chicos y hubo tres ocasiones.

En la primera ocasión, las duchas del vestuario estaban saturadas.

—¡Eh, mirón! ¿Dónde dejaste los binoculares? ¡A que te gustaría ver todas estas serpiente con aumento! —gritó un idiota a R1.

—¿Disfrutando la vista? Este es el paraíso para los maricones como tú —dijo otro, haciendo un baile que hizo balancear su serpiente de lado a lado.

—¡Me siento violado con que solo me mire, mejor echémoslo! —remató un último gran imbécil.

R1 los ignoró a todos, pero cuando alguien se coló bajo su chorro de agua, le arrebató el jabón y lo tiró en el centro del cuarto, el chico cerró los ojos e inhaló profundo, reprimiendo las ganas de golpearlo.

—Agáchate para buscarlo y puede que uno te de lo que tanto quieres, marica —dijo el peor de los idiotas, alejándose.

La mayoría comenzó a silbar con lujuria, otros a insultar. No lo soporté y levanté el jabón.

—¿Si maduran un poco? Parecen seres involucionados —espeté—. ¡Y lávense más rápido que tenemos una fiesta a la que asistir! ¡Apestan terrible!

Mientras algunos me decían aguafiestas, la distracción funcionó y comenzaron a hablar de la fiesta.

Me acerqué a la ducha de R1 y le tendí el jabón. Sonrió de lado y quise sonreír de vuelta, pero me contuve. Sin embargo, eché un vistazo a su serpiente y salí tan rápido de ahí como pude, no queriendo que nadie notara lo que me había provocado.

En la segunda ocasión, R1 estaba esperando en la fila del Starbucks en la que trabajaba para pagarme la camioneta que había comprado hace poco. Cuando llegó su turno escribí no solo su nombre, sino también un «Me gusta tu camisa» junto a una cara sonriente. R1 dejó propina por eso, a pesar de que quería darme más que dinero y se notaba.

Le hubiera permitido pagarme a besos y algo de manosel si no hubiéramos estado en público. Tal vez incluso con algo que involucrara mucha acción de lengua.

En la tercera ocasión, sabiendo que R1 siempre iba al bebedero antes de la tercer hora de clase, lo esperé allí. Cuando llegó apreté el botón por él y bebió más agua de la necesaria. Ambos no dejamos de vernos a los ojos en ningún momento. R1 tuvo que hacer una parada en el baño luego, cosa que sospechaba que haría, por lo que ya me encontraba esperándolo.

Nos lavamos las manos en un silencio cómodo y luego tomamos caminos separados, como siempre.

Ahora estoy profanando una tina ajena con R1.

Quiero ser solo R2 una última vez. 

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora