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Nunca creí que a Ramón podría gustarle Ralph, y creo que tengo parcialmente la culpa.
Por años miré y hablé de Abelia, y él como buena camarada estuvo burlándose y apoyándome. Amapola siempre estuvo con Ralph, y por ende también lo miramos y hablamos de él. No es extraño que yo me enamorara de ella y Ramón de su novio, pero me siento mal amigo.
Debí haberme dado cuenta, pero al verlo saliendo con otros chicos nunca pensé que estuviera interesado.
Supongo que cuando una persona por la que sientes un mundo entero entra a tu cabeza, obligas a alguien más a correrse hasta que puede quedarse fuera.
—¿Por qué no me dijiste? —pregunté cuando lo confesó.
—Porque no veía el punto. Al final, ellos son novios, y nosotros no somos el tipo de chicos que rompen relaciones, sino de los que las cuidan. Además, no quería ser un miserable acosador como tú.
—Pero eres un acosador. —Señalé sus binoculares.
—No uno miserable. —Meneó las cejas, evidenciando que tuvo sexo hace menos de cuarenta y ocho horas.
—¿Y por qué lo dices ahora? ¿Algo cambió?
—No lo sé, creo que quería dejar de mentirte y mentirme. Eres mi mejor amigo, y me di cuenta que, si voy a ser un miserable acosador, lo seré contigo. —Se encogió de hombros y lo abracé, a lo que mi madre sacó su teléfono y nos cegó con un flash.
—La memoria interna de esta cosa no se llena sola —justificó.
Le doy puntos por originalidad de respuesta.
Siempre fui una persona que acepta sus sentimientos de forma inmediata, pero sé que la mayoría trata de repelerlos, disfrazarlos o incluso cambiarlos a la fuerza. Es inútil, porque hasta que no los aceptamos, no podemos modificar nada.
Ramón acaba de dar el primer paso. Ahora me pregunto si vamos a poder superar a Ralelia, y si es así, cuándo.
Es irónico que cuando quieras dejar atrás a alguien este aparezca frente a tus narices, pero así tiende a funcionar el mundo.
