—¿Ka...?
Cierro la puerta en su cara y regreso a la sala.
—¡Vamos, Kass! —grita desde afuera.
Se oye como si un mapache estuviera hurgando por su cena en la basura, pero es Ramón siguiéndome el paso desde el exterior de la casa. Golpea la ventana con los nudillos.
—¿Por favor?
Continúo caminando hasta echarme en el sofá y retomar mi lectura. Escucho más hojas sacudirse y ramas ser quebradas, hasta que por el rabillo lo veo llegar a la siguiente ventana. Apoya las palmas y la frente contra el vidrio.
—Lo siento mucho.
Aprieto la mandíbula para no romper mi silencio.
—Lo siento tanto, que te traje esto.
Levanta el paquete de Cheetos más grandes que vi en mi vida. Sabe que no me resisto a la comida chatarra y que se me hace agua la boca al instante. También trae dos latas de Coca-Cola.
Bajo el libro a la altura de mi nariz para mirarlo a los ojos.
Su sonrisa es pequeña.
—Por la parte trasera —ordeno.
Lanzo el libro al sofá y, mientras rodea la casa, voy por un tazón.
—Hola, otra vez —dice al pegar su nariz contra el cristal de la puerta de la cocina.
Abro. Me tiende la comida. La tomo.
Le cierro la puerta en la cara otra vez.
—¿En serio, Hensley? —Bufa con diversión.
Asiento mientras abro el paquete y vierto los Cheetos en el tazón.
—Después de cómo te comportaste, no mereces este alimento de Dios —aseguro apoyándome contra la encimera—. Aunque escucharé lo que sea que quieras decirme mientras lo como. Es tu oportunidad.
Abre la boca para quejarse, pero luego la cierra. Tras abrir el refresco, le doy un largo sorbo mientras nos sostenemos la mirada.
Suspira.
«Por favor, Ramón. Discúlpate bien. Dame la mejor disculpa del universo. Arrepiéntete de verdad, porque eres mi mejor amigo, te amo, y me está costando muchísimos reprimir las ganas que tengo de correr hacia ti y darte un abrazo porque jamás estuvimos tantos días sin hablar», pienso.
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Lo que grito para tenerte
Teen FictionCallar trajo problemas y hablar no bastó. Es hora de gritar a los cuatro vientos lo que me susurra el corazón.