27. Kassian

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—¿Abelia?

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—¿Abelia?

No contesta ni me mira.

—¿Abelia?

No contesta pero me mira.

—¿Abelia?

—¿Sabías que Ramón y Ralph durmieron juntos anoche?

—¡¿Qué?!

Salto del sofá y voy hasta ella, leyendo sobre su hombro el mensaje que me envió Ramón hace unos minutos.

—¿Kassian?

No contesto ni la miro.

—¿Kassian?

No contesto pero la miro.

—¿Kassian?

—¿Sabías que no sé hacer tostadas sin quemarlas? —susurro, y me ayuda a sentarme en el taburete para no caerme.

—Yo me ocupo de las tostadas.

—El pan está en la alacena de la izquierda, ¿desde cuándo Ralph es gay o bi o el verdadero Ralph?

—Cuando le dije que estaba embarazada me dijo que le gustaban los chicos. No sé desde cuándo. Tal vez desde siempre, ¿dónde están los cuchillos?

La miro con cautela.

—Para rebanar el pan, no para matar a alguien —especifica—. ¿Desde cuándo Ramón se ve con Ralph?

—Último cajón, y no sabía que se veían, solo que a Ramón le parecía atractivo, pero él es tu... —¿Era su novio?—. Tu Ralph. No creí que le gustaran los chicos a tu Ralph.

—Yo tampoco. —Saca un cuchillo y se lo queda mirando—. Me mintió todo el tiempo, y cuando confesó que era gay le dije que estaba embarazada, y entonces se fue y se acostó con tu mejor amigo en lugar de hablar conmigo, y después me envió un mensaje como si no me hubiera dejado asustada, nerviosa, expectante y sola en su habitación mientras iba a divertirse y quitarse las ganas.

Se escucha un crujido. Volteamos para ver a mamá y mi padrastro de piedra al pie de la escalera, con los ojos tan abiertos como los lémures. Comparten una mirada y empiezan a subir en reversa, mudos, como si no acabaran de escuchar el resumen de vida adolescente más catastrófico del mundo saliendo de la boca de la chica que me gusta mientras sostiene un cuchillo.

—Necesitamos mermelada —digo señalando la nevera, porque todavía no estoy en condiciones de cargar con el peso de mi propio cuerpo sobre mis piernas—. Mantequilla y miel también.

Amapola busca todo y luego enciende la tostadora, mientras esperamos el desayuno nos miramos el uno al otro. Sus ojos están cristalizados, pero no sé si es por tristeza o rabia.

—Si hubiera sabido que...

—No —interrumpe firme—. Ramón es tu amigo y no tienes por qué contarme las cosas que te confía. No deberías disculparte ni aunque lo hubieras sabido.

—Ya no sé si somos tan amigos.

Me mira pero no pregunta por qué.

—Ya no sé si pueda ser comprensiva con Ralph.

La miro pero no pregunto por qué.

Después de desayunar en silencio —sus tostadas son perfectas para alguien que tuvo una mañana horrible—, se va a hablar con su novio y yo espero a mi mejor amigo.

Ninguno de los dos sabe si luego de hoy tendrán un ex- adelante de sus títulos oficiales.

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora