25. Kassian

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Tiro una manta sobre nosotros y doy un sorbo a lo que queda de su té

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Tiro una manta sobre nosotros y doy un sorbo a lo que queda de su té. El hecho de que sus labios hayan tocado la porcelana donde se posan los míos me estremece la piel de los brazos y la nuca. No me doy cuenta que muevo las orejas hasta que extiende las manos y me las cubre. Su tacto es fresco, como rocío en verano, y me quedo embobado el tiempo suficiente como para que retroceda y me pida perdón con los ojos.

—¿De qué proponías hablar entonces?

Me aclaro la garganta.

—De mi madre.

—No sé si eres un niño de mamá o lo que la sociedad cree suficientemente hombre como para hablar abiertamente de su madre sin que le importe al resto. Estoy indecisa, así que optaré por ambos. 

—Soy prueba de la masculinidad sensible.

Reprime una sonrisa y tengo el impulso de tomar sus labios y estirarlos hacia los lados de su boca. 

—A pesar de que tuve el displacer de que me hiciera pasar vergüenza, tú tuviste el placer de conocerla. Apenas tiene treinta y tres. Mucha gente recién a esa edad está pensando en tener hijos hoy en día. —Ve hacia dónde me dirijo y apoya la mejilla en el respaldo del sofá, como si fuera una niña pequeña a la que van a contarle una historia. En parte lo es—. Me tuvo cuando tenía apenas un año menos que tú, y las opiniones acerca de qué hacer con el Kassian en desarrollo fueron variadas. Mi abuela la quiso obligar a abortar para que no arruinara su carrera como bailarina. Mi padre le ofreció escapar juntos y darle la espalda a su familia. Mi tío Blake tenía trece y le suplicó que se quedase en casa, incluso le dio la idea de darme en adopción ya que ella estaba decidida a tenerme.

—¿No te duele saber que fuiste un error?

Niego con la cabeza.

—Nadie tuvo que decirme que fui uno. Cuando crecí y vi que las madres fe mis compañeros tenían el doble de edad que la mía, me di cuenta, pero jamás me sentí un error porque una vez que nací nadie me trató como tal. No puedo reclamar cómo pensaban o sopesaban las posibilidades de mi existencia porque no sé lo que se siente ser padre, hermano o novio de una adolescente embarazada, mucho menos la chica en cuestión.

Sé que lo pregunta porque teme que su bebé se sienta una equivocación con pies. Hay mucha gente que trata a sus hijos como si lo fueran, pero que lo hayan sido en algún punto deja de tener valor cuando nacen.

Los errores tienen solución, la vida humana no. Solo se transforma en algo con lo que hay que lidiar.

—Decidió tener al Kassian en desarrollo al final —dice para que continúe.

Me quita la taza y sus labios se posan donde estuvieron los míos. Sé que no es lindo de pensar, pero adoro compartir saliva indirecta con ella.

—Así es. No fue fácil. La gente la juzgó y mi abuela le dio la espalda, pero siempre me dijo que en los peores momentos era cuando se sentía mejor.

—Eso no tiene sentido.

—Dije lo mismo cuando me contó la primera vez, pero me explicó que cuando sentía que el mundo iba a colapsar sobre ella solo tenía que poner una mano en su estómago. Se dio cuenta que jamás estaría sola porque nunca sería únicamente ella otra vez. Seríamos los dos. Debe haber algo indescriptible en darte cuenta que tienes cariño incondicional para dar a alguien, de que estás hecho con el tipo de amor que puede reconstruir el mundo con tal de que exista para que tu hijo lo conozca. Sus peores días eran los mejores porque aunque lo mucho que me amara no variara, se potenciaba cuando todo se desmoronaba y se proponía reconstruirlo para ambos.

Se toma el tiempo para terminar el té. Una gota de manzanilla brilla en sus labios y sonrío cuando estos se curvan hacia la izquierda. No decimos nada por un rato. En su lugar nos acomodamos hasta que mis pies están sobre la mesa de café y sus piernas sobre las mías.

—Debería agradecer a tu madre por haberte tenido. Cualquiera que tenga un hijo con una pizca de lo que eres puede considerarse afortunado.

No me gusta que piense en mí como un hijo, pero así son las circunstancias, y si eso la tranquiliza no soy quién para arrebatarle la paz. Además, me encanta que me mire con la suavidad de alguien que está cómodo a tu alrededor.

Cuando sus ojos se cierran y su mano va de forma inconsciente a su estómago soy yo el que se considera afortunado de tener la posibilidad de ser su amigo.

—Buenas noches, Kassian en desarrollo.

—Buenas noches, Abelia y error en desarrollo.

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora