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✨PASTELITO AMARGO✨

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✨PASTELITO AMARGO✨

HALLEY

El merengue se ve sedoso y resplandeciente, como si pudiera brillar bajo la luz.

Con dedos temblorosos, agrego una cucharadita de extracto de rosa. El aroma floral inunda la cocina, y el merengue adquiere un tono rosado delicado y encantador. Cuidadosamente, agrego la almendra molida y azúcar glas, para luego realizar movimientos envolventes; la masa debe ser uniforme y brillante, con la consistencia adecuada para formar macarrones perfectos.

Después, lleno una manga pastelera con la mezcla y, con precisión, formo pequeños círculos en una bandeja cubierta con papel encerado. Cada uno es una promesa de delicadeza, un pequeño capricho, que dejo reposar en un lugar fresco.

Mientras espero, preparo el relleno. En un bol, añado mantequilla con de azúcar glas y bato hasta obtener una crema suave y esponjosa. Además, incorporo a las fresas trituradas, su jugo natural impregnando la crema de un color y sabor irresistibles.

Y cuando los macarrones están listos, los horneo durante quince minutos. El tiempo exacto y la temperatura precisa son cruciales para que desarrollen su característica superficie lisa. Los dejo enfriar completamente antes de emparejarlos, uniendo cada par con una generosa cucharada de la crema de fresas.

El resultado final es un manjar para los sentidos: Macarrones de un rosa suave, llenos de una fragancia dulce, con un centro cremoso que se derrite en la boca.

La combinación de rosa y fresa siempre será poesía pura.

Admiro mi creación como una madre que mira a su recién nacido. Es un postre perfecto y bien sé que se venderá en un abrir y cerrar de ojos. Valió la pena ensuciarme el mandil con yemas de huevo y polvo de almendras, porque no hay nada que supere a estos macarrones.

—¡Ay, Halley! ¡No sabes lo enamorada que estoy de ti y de tus manos! —Louie entra a la cocina con las manos llenas de bandejas metálicas—. ¡Pero mira nada más! ¿Qué has hecho esta vez?

Me limpio las manos con el trapo más cercano y le acerco el plato donde he colocado a tres hileras bien formadas de delicias con aroma a rosas. Louie me mira con una sonrisa emocionada y dubitativa, sé que se muere por probarlos y yo le doy un asentimiento de aprobación.

—¡Dioses benditos que cuidan las estrellas! —dice al primer mordisco y sé que está degustando bien al bocado—. ¡Es como si hubieses atrapado a un jardín de dulces aquí adentro!

Me cruzo de brazos, satisfecha. Eso es todo lo que necesitaba oír para reafirmarme que soy de lo mejor en la cocina.

—Puedes venderlos a un precio elevado, ¿qué tal una promoción? He visto que hoy está repleto de gente y lo mejor es sacarle provecho —propongo mientras señalo a la puerta que lleva a los mostradores.

SiderealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora