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✨MOYA KALINKA✨

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✨MOYA KALINKA✨

LUNA

La clínica luce como un pequeño hospital. Y no me gustan los hospitales, no me gusta que los pasillos huelan a medicina, que las paredes estén pintadas en tonos pálidos y detesto que todo esté en silencio.

Odio estar aquí.

—Tus venas son demasiado delgadas. —La enfermera saca la aguja, por tercera vez, de mi piel y menea la cabeza con desagrado. De nuevo ajusta la cinta en mi brazo y hace presión con sus dedos índice y pulgar.

Evitaría quejarme, pero ya estoy harta de que me pique y no consiga sacar ni una gota de sangre. Me dejará varios hematomas, porque, encima, me sostiene el brazo como si yo fuera una muñeca de trapo. Para colmo de males, ella no ha sido para nada amable conmigo.

—¡No me pellizque! —chillo cuando me hace daño en el otro brazo, mi piel no tarda en ponerse roja.

—¡Es que no puedo sacarte sangre, niña! —me reclama como si de verdad fuese culpa mía.

—Haría mejor su trabajo si dejara de quejarse —digo y al instante me arrepiento porque pincha mi brazo de una manera poco sutil.

Para mi suerte, por fin comienza a salir la sangre y no tarda en llenar al pequeño tubo cilíndrico. La enfermera me aprieta el brazo incluso cuando ya me ha sacado la aguja. Me aparto de ella con un manotazo poco amable.

—Aprende a respetar a tus mayores, niña malagradecida.

—El respeto no se pide, se gana —contesto sin una pizca de vergüenza.

La vieja enfermera chasquea la lengua con evidente desdén.

—Al final del pasillo te toman la fotografía, apúrate que necesito pasar a las demás.

Pongo los ojos en blanco y recojo mi mochila que había dejado en el suelo. Me sorprende que la fila de las chicas que están formadas siga tan larga como desde el inicio, parece que ha hecho más grande que cuando llegué. Es una suerte que haya decidido levantarme temprano, así el trámite de la muestra no resultó ser tan irritante como creí.

La luz de la cámara me deslumbra y, al evitar parpadear, una notable mueca de desagrado se pinta en mi boca. Seguramente en la fotografía saldré con cara de pocos amigos, más no me importa. Que quede como sea, me da igual.

Al salir de la clínica miro a las diferentes picaduras que han quedado en mi brazo. Me han dado banditas adhesivas para cubrirlas, pero yo prefiero dejarlas sin nada. Luego es un lío quitar a las banditas, la piel se hincha al arrancarlas.

Lo que sí maldigo, es que me duele la piel y veo que sigo sangrando del piquete principal.

Refunfuño al recordar el trato que me dio la enfermera, sólo vine a dejar la infame muestra del Catálogo de Selección para que papá no tenga problemas con alguna posible multa y porque detesto recibir correos indeseables a la puerta de mi departamento. No tengo interés en la Élite, me gusta vivir en paz y eso es todo.

SiderealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora