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✨SI ALGO NO PUEDE DOBLEGARSE✨

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✨SI ALGO NO PUEDE DOBLEGARSE✨

KYROS

Camino por hielo que se agrieta bajo mi peso. No quiero seguir avanzando, pero el rastro de sangre que la herida en mi pierna ha dejado es un recordatorio para que continúe con mi huida.

Van a devorarme vivo si decido detenerme.

Cojeo desesperado al escuchar los aullidos, si fueran lobos me detendría para ver a su manada e incluso me animaría a acercarme, pero no es una jauría hambrienta. Ni siquiera se trata de un animal, la peste que pudre a mi piel es evidencia clara de ello.

Se escucha cerca, justo a mis espaldas. Veo a esas garras delgadas que emergen de una mano hecha de tinieblas, arañan a uno de mis hombros y la sangre gotea sobre el fino hielo que cubre al lago.

El invierno es cruel, devastador con cualquier brote tímido de naturaleza, y convierte al cazador en presa.

Entonces, dejo de correr cuando puedo verla a la lejanía. Es una mujer joven, hermosa, que viste como una pueblerina común y corriente, aunque la sangre seca en las faldas de su vestido la traiciona, al igual que la piel arrugada que cubre a sus manos.

Mi hermano ha muerto y yo soy el siguiente.

—El destino de un príncipe... —murmura, tan cerca y lejos a la vez, y sus palabras se pierden con la fría brisa del viento.

Mi corazón golpetea contra mis costillas, la adrenalina se dispara dentro de mi torrente sanguíneo y el bosque vuelve a ser el laberinto del cuál no conseguí escapar. El hielo que piso cruje con más fuerza que antes, escucho arrasar a la corriente del agua que se encuentra bajo mis pies.

Y, cuando pienso en morir ahogado, el suelo se quiebra en anchos pedazos que me dejan sin un soporte.

El agua está helada, miles de cuchillos que se aferran a mi carne. Duele moverse, las burbujas de mi última bocanada de oxígeno escapan hacia la superficie y yo forcejeo contra el manto gélido que amenaza con adormecer a mi corazón.

Poco a poco desciendo a través del lago sin fin, observo cómo desaparece la luz de las dos lunas a través del agua y la herida en mi pierna se convierte en un ancla que se aferra a arrastrarme.

La vida se me escapa de las manos y, al cerrar los párpados, un suave tarareo provoca que la caricia de la muerte no sea el suplicio que imaginé.

La tonada es dulce, justo como el trinar de un canario, inunda a mis oídos y me impresiona escuchar con total claridad. Pareciera ser una canción de cuna, o quizás se trate de algún hechizo.

Entonces, es cuando logro ver a esa mirada cargada del mismo verde que el de los abetos del bosque o el de una esmeralda recién descubierta. Su cabello me hace fantasear con un caramelo derretido; largo y rebelde.

SiderealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora