✨ELEGIDAS I✨
HALLEY
Pese a que me costó acoplarme a mi nueva identidad, he adoptado a la perfección el carácter de Sybil Merletta quien se encuentra cautivada por Laurence Bronx: Un hombre adinerado que perdió a su esposa por culpa de la nervosis y ha tratado de olvidarla desde el funeral.
A diferencia de otros hombres Laurence ha sido muy atento conmigo y me ha llevado a citas que no sólo se limitan a bares, sino a restaurantes a los que mi padre me llevó primero; pero tengo que aparentar mi sorpresa, para que crea que una posible relación con Sybil será cómoda, la clase de mujer que espera por él en la cama y su único infortunio es el no tener los diamantes suficientes.
Lo único que detesto, con toda mi alma, es que sea despectivo con los que pertenecen a niveles bajos. Como lo suponía, cree que el dinero es lo único que importa en la vida y que su fortuna le da derecho a tratar como basura a quienes le sirven. A mí me revuelve el estómago que se exprese de los menos afortunados al igual que si fuesen una plaga.
Pero tengo que guardar silencio y reírme de sus chistes insultantes para que ahora sea él quien se arrodille para darme un anillo de compromiso.
—Es una molestia ver que hasta en la sopa está el Catálogo de Selección —me dice Laurence tras encender a un puro con ayuda de un encendedor de plata. Exhala el humo con elegancia y parece que su bigotillo se frunce al hacerlo—. ¿No te resulta tedioso, Sybil?
Tomo del vino blanco que ordenó para los dos.
—Por supuesto, es cansado que no se saquen de la boca a los Escarlata —afirmo con la clase de sonrisa que satisface a hombres como él.
Laurence le da otra calada al puro.
—¿Cuándo acabará esta pesadilla? Seguramente jamás, me enfada saber que hasta le harán reformas al comercio una vez que la efusividad por los matrimonios se olvide. Esos malditos van a jodernos, ya lo verás.
Lo miro mientras como mi rebanada de tartaleta, sin quitarle los ojos de encima al lamber la cuchara.
—Pero un hombre tan inteligente como tú, no puede ser vencido ni siquiera por la élite —halago mientras bato mis pestañas con inocencia.
Por supuesto que sé lo que hago y a Laurence le encanta, es muy poco discreto para hacerme saber lo que le gusta.
Me limpio la boca con suma delicadeza, relamiéndome los labios para limpiar a la crema pastelera que me ensucia. No disfruto de hacer esto, pero he aprendido que la personalidad por sí sola no sirve para cautivar a alguien. El físico importa y yo utilizo al mío a mi favor.
—¿Fuiste a dejar tu muestra, Sybil? —interroga tras carraspear y lo veo removerse en su lugar tras que desvíe la vista de mi rostro—. Eres una mujer bellísima, ¿no quisieras ser una Escarlata?
ESTÁS LEYENDO
Sidereal
Fantasy«Del tiempo surgió el caos del universo, y las estrellas, con sus secretos, se encargaron de escribir al destino.»