MI PRIMERA CITA CON MAX

Rojo y Marfil

Los invitados a la ceremonia, al ir al salón de fiestas a esperar a los novios, se encontraron con cambios importantes respecto de aquella humilde fiestita de compromiso.

Entre los arreglos que había mandado a hacer Erizo en el salón del restaurante, figuraba la nueva disposición de luces que había encargado hacía un año atrás. La decoradora de fiestas que Erizo contrató, se dio cuenta de que las luces del restaurante parecían dispuestas a propósito para resaltar y embellecer las telas de decoración. Es que ella había dispuesto las luces con esa intención: que un día alumbraran las telas de la fiesta de su boda… y cualquier otra fiesta que se realice.

Así que cuando los invitados entraron al salón, lo vieron casi irreconocible, y abrieron las bocas de asombro. Nada que ver con la humilde decoración que vieron en la fiesta de compromiso.  Esto se asemejaba a una boda de la aristocracia europea. Sobre todo, la más gratamente sorprendida fue Irma, cuando se percató de que las telas eran todas color Marfil. El mismo color del vestido que ella usó en su boda. Las mesas estaban dispuestas en forma de círculo, con varias entradas para facilitar la entrada y salida de los meseros.

Alexa estaba en un sector de las mesas, sentada junto a su enamorado, mientras Lem jugaba con los cubiertos y vasos, algo aburrida.

Oscar vino sencillo pero muy elegante, como era su estilo para las fiestas, y Lucy usó un vestido azul con brillos y volados.

 Max tenía un smoking negro con faja roja, recordando a la gorra que lo caracterizaba.  

Erizo estaba maravillosa, luciendo un vestido marfil con bordados blancos y aplicaciones de perlas.  Su tocado de novia también tenía un arreglo de perlas y hermosas rosas blancas, que parecían reales.

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Mientras tanto, en otro lugar de la ciudad, lejos de allí, alguien preparaba el momento de escapar. Esperó que todos estuviesen descuidados. No le importaron las puntas de botellas rotas que servían de disuasivo en los altos muros del instituto mental. Se trepó y se lastimó con los vidrios, pero nada la detuvo. Se descolgó desde lo alto del muro y aterrizó pesadamente en la vereda con un poco de dolor. 

—Perdóname, mi amor.  Me demoré un poco, pero al fin soy libre— pensaba en voz alta.

 Sintió la necesidad de conseguir un arma. El policía que estaba de guardia en la esquina no fue un obstáculo.  Le preguntó amablemente una dirección y cuando el pobre policía desvió su vista para indicarle, ella le quitó rápidamente el arma y lo dejó tendido de un disparo. Casi nadie escuchó el disparo, porque ella lo hizo con el orificio del caño pegado al cuerpo del policía. Luego ocultó la pistola entre sus ropas.

—Sólo espérame un poco más, amor de mi vida.  Ya voy a tu encuentro.

Fue preguntando a la gente donde era que quedaba ese famoso comedor que atendía las 24 horas.  Y así, preguntando y preguntando, caminando y caminando, en la noche llegó a su destino.

Lo encontró todo cerrado con cortinas detrás de la vidriera, con luces adentro y con un muy elegante guardia en la puerta.  Le preguntó por el dueño, y le dijo que estaba en una fiesta de bodas.  Pidió para entrar a hablarle, pero él se negó porque argumentó que necesitaba invitación, ya que era una fiesta privada. 

Entonces ella se dio vuelta y salió tranquilamente como para cruzar la calle. Lo hizo sólo para tomar impulso, porque luego volvió corriendo y, obviando la prohibición del guardia, embistió la puerta violentamente con su cuerpo y entró. 

 Todo sucedió muy rápido. El guardia no alcanzó a detenerla. 

Cuando vio que el que se casaba era Max con Erizo,  experimentó una enorme decepción. Entonces, antes de que cualquiera pudiera reaccionar, ella extrajo la pistola de sus ropas y en medio del estupor de la gente, efectuó cuatro disparos seguidos.  Uno fue a parar a la pared, otro destrozó un plato de la mesa, y los dos últimos dieron en el blanco.