Erizo y Max habían terminado de leer el segundo libro, con lo cual completaron los tres libros que les había prestado Betsy. Pero tanto leer les había costado no sólo un precio en cansancio, sino también en café, bebida de la cual consumieron mucho más de lo habitual para poder mantenerse despiertos. Así que Erizo salió esa tarde para conseguir más café, y de paso devolverle los libros a Betsy.
En el camino se cruzó con una chica y ésta la saludó.
—¡Mi estimada Erizo! Te vi en la fiesta pero no pude ir a saludarte. Quería felicitarte por tu nueva relación.
A Erizo le extrañó ese trato tan amable por parte de una campista que nunca tuvo mucha familiaridad ni confianza hacia ella. De todos modos devolvió el saludo y la atención.
—Gracias. ¿Eres amiga de Max?
—Sí -dijo la chica con un extraño tono de sarcasmo—. Disfrútalo mientras te dure...Erizo miró el rostro a esa chica y no vio un rostro amable. Más bien tenía una mirada maliciosa. Y con esa mirada, la chica siguió su camino sin decir más nada.
Como el día estaba tan hermoso, y Erizo estaba contenta por haber avanzado en sus estudios, no se puso a analizar nada. Simplemente se encogió de hombros y siguió su camino.Al volver a la cabaña, le propuso a Max una velada de festejo por haber terminado los tres libros. Max aceptó de buen grado y ya empezó a imaginar qué platillo delicioso podría engalanar esa noche.
El chico esa anoche preparó unos tacos, bien al estilo mexicano. Erizo aceptó probar por primera vez cerveza, y lo hizo con una marca mexicana que Max había conseguido en Heartforde.
Tuvieron una cena de primera, y luego bailaron unas divertidas músicas pachangueras que puso el chico.
Bailaron muchos ritmos diferentes, y se divirtieron como locos, sobre todo porque la chica terminó gustando de la nueva bebida que probó : la cerveza. Ese día se cumplía una semana de su primera cita y del nacimiento de su amor.Así que Max abrió el bloque de los lentos con la misma balada con la que se habían besado por primera vez. Y esta vez, Erizo no esperó que él se decida. Lo abrazó y lo besó como nunca, sin la timidez con que lo había hecho aquella memorable noche. Ésta era su noche. La noche en que celebraban una semana intensa de amor y aventuras. Y esta vez, caer sobre la cama no fue un accidente. Fue deliciosamente buscado. Las cálidas manos buscaban estremecer. Los labios desbordaban de las bocas y buscaban lugares nuevos donde amar. Los cuerpos pedían, reclamaban contacto.
Y los obstáculos que fueron quitados del medio, ya no fueron sólo calzados.
En el calor de la batalla por entregarse y ser poseídos, los primeros caídos fuera de la cama fueron pantalones, faldas y blusas. De todos modos la entrega no fue total. Debido a su temprana etapa de noviazgo, se reservaron las ultimas líneas de defensa.
Y así llegaron a altas horas de la noche descubriendo que Erizo estaba sin su faldita y sin suéter, tan sólo con su calza y su blusa abierta, aunque con sus pequeños sostenes en su lugar. Y al buen Max, desvestido a gusto de su novia, sólo le habían quedado sus boxers. Esta vez habían ido mucho más lejos, pero Erizo ya no tenía conflictos de conciencia.En cierto momento en que Erizo estaba acostada abrazando a Max, le dijo:
—Mi amor...
—¿Sí?
—Perdóname por lo que la otra vez ... me fui de lengua.
—¿Cuándo fue? No recuerdo.
—Anteayer, cuando acabábamos de cortar con mi mamá, yo te abracé llorando y te dije que si alguna vez le hablo así a nuestra hija, que me abandonen.
—Mi amor, recuerdo bien eso, pero ¿qué tengo que perdonarte?
—Que yo estaba muy triste y me puse a hablar sin pensar lo que decía. Hablé de nuestra hija, como si fuera ya un hecho que nos casaremos y tendremos hijos. Y nunca hablamos de nuestro futuro ni de casarnos. Ni siquiera te he pedido matrimonio. No fui consciente de que somos demasiado jóvenes. No sé cuáles son tus planes a futuro. No sé si doy con el perfil de mujer que alguien como tú buscaría para casarse.
—¿Por qué dices eso?
—Se me ocurre.. tú tuviste que ganarte la vida con esfuerzo y sacrificio. Te endureciste las manos entre palos de escoba y mangos de sartenes. Yo lo más duro y pesado que manejé en mi vida fueron libros. A lo mejor quieres a tu lado alguien que comprenda el trabajo duro por haberlo vivido en carne propia.
Max hizo una pausa antes de contestar.
—Mi preciosa. ¿No crees que para alcanzar nuestras metas todos hacemos sacrificios?
—Sí. Obvio que hay que hacerlos.
—Yo tuve la meta de que mi mamá se mejore. Y para eso tuve que hacer sacrificios. Tu también tienes metas y sueños. Y el tiempo que podrías estar aquí en la isla jugando y divirtiéndote, lo estás sacrificando en el estudio.
—No es lo mismo, Maxi. Tu lo hiciste obligado, para salvar a tu mamá. Yo lo estoy haciendo por algo que admiro. Mí madre lo calificaría de capricho.
—Pero todo pasa por alguna razón. Si mi madre no se hubiese enfermado, yo no hubiese conocido lo que es trabajar. No me hubiese concientizado de todo el sacrificio que ella hacía por mí todos los días. Y por sobre todo, nunca hubiese conocido como se maneja un restaurant, la limpieza, los clientes, los insumos, los pedidos. Tuve que aprender hasta algo de administración.
—Ah, en administración sí te hubiera ayudado. Me hicieron aprender negocios casi desde la cuna.
—¡Cuánta falta me hiciste, entonces! Esas listas de ingresos y gastos me torturaron más que el mango de la escoba. Me equivocaba en un solo número, daban mal las cuentas, y me regañaban muy duro.
—Pero al final ¿Aprendiste?
—Aprendí. ¡Y vaya si aprendí! Cuando todos los empleados se iban, nos quedábamos haciendo con mi jefe las cuentas del día. Me tuvo paciencia y me enseñó mucho.
—¿Y les iba bien?
—En promedio, sí. Tenían para pagar impuestos, insumos y empleados, y aún quedaba plata sobrante. Pero noté un montón de cosas que eran gastos inútiles y otras que podrían hacerse más eficientes.
—Ya estabas entendiendo la esencia de un restaurant— rió la chica.
—Te juro que si tuviese restaurant propio, sabría manejarlo con más eficiencia. Haría más dinero que ellos.
Erizo se subió encima de él y le habló muy cerca del rostro.
—Y si un día tienes tu restaurant, ¿Me contratarías como administradora?
—Tendrías que pasar un duro examen de admisión.
—¿Ah,sí? —dijo ella, dándole un piquito— ¿Y qué tendría que hacer?
—Por ejemplo, casarte conmigo.La boca de la chica se abrió de asombro y sus ojos se iluminaron con un brillo que Max no había visto nunca antes. Ella estaba sobre él, con el rostro muy cerca. De repente se levantó, quedó sentada sobre él, llevó sus manos a su espalda, se sacó sus sostenes ante la sorpresa de Max, luego se acostó nuevamente sobre él, quedando sus pechos en contacto, y le dijo al rostro, sonriendo:
—Ve reservándome el puesto.
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MI PRIMERA CITA CON MAX
RomanceSecuela del capítulo piloto. +18. Erizo, una adolescente que ha estado sumergida en el estudio y en los libros, en unas vacaciones conoce y se enamora apasionadamente de Max, un muchacho con una historia de pobreza y sufrimientos desde muy pequeño...