Restaurant en problemas

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Antes de su recuperación total, Erizo tuvo que ir a administrar el restaurante. Nunca lo había hecho completamente sola.  Siempre lo hizo como apoyo de Max, que llevaba la batuta.

 Pero en esta ocasión se sentía como nadando sola contra la tormenta.  Con frecuencia los meseros faltaban, y ante la imposibilidad de ponerse ella el uniforme y atender las mesas, se veía obligada a tomar el teléfono y contratar meseros expertos (a un costo mayor, obviamente) para cubrir el puesto.

 Durante la época del monopolio de la epidemia, se pudo reunir un buen capital destinado a gastos e inversiones del restaurante.  Pero mucho de esos fondos tuvieron que ser destinados a los onerosos gastos médicos de la operación de Erizo y la internación de Max.

El único que, además de jefe de mozos sabía sobre administración, era Leónidas, que era como la mano derecha de Max.  Así que para poder tomarse un respiro y atender la caja, Erizo tuvo que subir de rango y de sueldo a Leónidas.  

Y lo tuvo que hacer casi obligada porque el estresante trabajo del restaurante ya era difícil para ella teniendo todas sus capacidades a pleno. Así que se volvía mucho peor cuando tenía movilidad limitada, cicatrices dolorosas y un pulmón a media máquina.  Con esos problemas pulmonares, el médico le prohibió siquiera asomar la nariz en la cocina, ya que los gases, vapores y humos de ese lugar podrían complicarla.

Otra cosa en lo que Max era irremplazable era como jefe de compras. Cada vez que venían camiones con proveedores él tenía ya en papeles el esquema exacto de lo que había que comprar y para cuántos días. Sabía en qué épocas o estaciones había que comprar más mercadería de tal o cual tipo para que después no faltase en época de escasez.

 Contaba además con información de lujo que le proveía David, ya que éste estaba al día con la información financiera y de los mercados, por lo tanto analizaba tendencias y sabía cuándo iba a aumentar o disminuir de precio una cierta mercadería o cuando iba a escasear. Y esto servía para que Max pudiera planificar compras por anticipado. Justamente por eso, al diseñar la cocina, tuvo el tino de dotarla con heladeras y depósitos refrigerados extra grandes para poder disponer siempre una buena reserva de mercaderías.

Pero sin un hábil jefe de compras, se terminaba pagando sobreprecios por la mercadería, o en su defecto comprando mercadería de más o de menos, o inadecuada, lo cual causaba problemas, y provocaba gastos inútiles.

Otro factor inesperado fue la caída de imagen del restaurante por el horror que causó el asesinato durante la boda.  Mucha gente que no conocía las circunstancias, quedó muy impresionada con el caso de Koala, tomó a Max como un asesino despiadado y dejó de frecuentar y hasta recomendar el restaurante. Por otro lado, la epidemia ya estaba siendo controlada, y empezaban a rehabilitarse restoranes en varios puntos de la ciudad, lo cual era una competencia que bajaba la clientela y aumentaba las exigencias.  A Max, lejos de amedrentarlo, le hubiera motivado mucho más la aparición de competencia, pero dadas las circunstancias, para Erizo esto era angustiante.

Por otro lado, la situación personal de Max no daba indicios de mejorar sensiblemente. Erizo, por su absorbente ocupación en el restaurante, no tenía mucho tiempo de visitarlo con regularidad. Pero cada vez que lo hacía, no notaba mejoría.  Lo único que la chica percibia era que el muchacho iba perdiendo paulatinamente la desconfianza hacia ella, aunque su memoria no se recuperaba y seguía tratándola como una simple amiga, mostrando sorpresa e incomodidad cuando ella lo trataba como su esposo. 

Y así, por la confianza que logró con él, Erizo pudo ir reconstruyéndole un poco los recuerdos de antes de la boda.  

Pero necesitaba ayuda de la única referencia que a Max le había quedado.

________ oOo ________

Golpeó la puerta de la casa y Jacinta abrió.

—Hola Jaci. ¿Estás muy ocupada?

—Hola Erizo. Pasa. Disculpa que no te llamé para tomar un cafecito.  Estuve estos meses dolorida y con calmantes. ¿Tú te recuperaste?

—Yo no me recuperé del todo todavía.  Ciertos movimientos aún me duelen.  Me siento una viejita— dijo con gracia, y contagió su humor a Jacinta.

—¿Gustas un cafecito?

—Ay, Jaci... por las suturas en venas y arterias, me prohibieron cualquier cosa que me suba la presión, así que desde la boda no tomo café. 

—Uh…

—Pero creo que una tacita no me matará.  Ponme de las más pequeñitas.

—Jeje… tienes tanta disciplina como yo.

—Te cuento Jaci: estoy visitando a Max en el psiquiátrico.

—Ah… —dijo Jaci, con una caída en su semblante.

—No mejora en su memoria, aunque mejora en su confianza.  A mí me está aceptando cada vez más.  

—Qué bueno… —comentó Jaci, sin mirarla, y sirviendo un café.

—Poco es lo que me cuenta, porque poco es lo que recuerda. Pero me dijo que lo visitaste una sola vez, y no volviste más porque te enojaste con él.  ¿Es cierto?

Jacinta torció la boca y rezongó con un suspiro.

—Para eso tiene memoria, eh…

—Me dijo que hasta lo insultaste. ¿Fue así?

Jacinta se tapó la boca y meneó la cabeza, bajando la mirada.  

—Disculpa, Erizo. Fue demasiado para mí escucharlo pedir por su padre como cuando tenía 3 años.   Hace 13 o 14 años atrás tuve fuerzas para pasar por eso.   Pero hoy me supera.  

—No volvió a preguntar por su padre. Ni siquiera por ti. Se la pasa viendo televisión. Sobre todo programas de deporte y películas. Los enfermeros dicen que es un interno muy disciplinado, que sigue las reglas sin dar problemas. Es bastante independiente.  Y por eso tiene privilegios.

Jaci tomó un sorbo de su taza.

—Con todo lo que luché y me sacrifiqué, que bueno que es llegar a vieja y tener que sentirme orgullosa de que mi hijo es un loco disciplinado— dijo, con amargura.

—Jaci, Max no es un loco. Tiene un problema en su mente. Pero no perdió su capacidad, su talento, sus valores.  Sigue siendo todo un hombre, pero compréndelo. Ha perdido de repente todos sus amigos.  Se siente muy solo en el mundo.

—Si no volvió a preguntar por su padre, quizás es buen indicio—especuló Jaci—. Pero eso es quizás porque me tiene lejos.  Pero... ¿qué pasa si voy a visitarlo y empieza de vuelta con la cantinela de ¿"Dónde está papá"?  Sería volver atrás y anular todo el esfuerzo que hiciste estos meses.

Erizo no contestó. Se quedó pensando.

—A él se le vació su mente hacia atrás hasta las 3 años —continuó Jacinta—. Su mente busca referencias hacia atrás y lo único que encuentra es a mí. Y me liga a la imagen de su padre.  No tiene que volver tan atrás. Si necesita una referencia para empezar de nuevo, prefiero que seas tú. 

—Tienes razón—concluyó Erizo—. Insistiré en visitarlo y veré si le llevo visitas "actuales". Y lo prepararé de a poco para hacerle una visita las dos juntas. Cuando llegue ese momento, solo discúlpate y llévale algún regalo ¿Te parece? 

Jacinta suspiró, y al fin dijo:

—De acuerdo.

Pero en el fondo le dolía tremendamente toda la situación. Le dolía todo lo que Max estaba pasando.  Le pesaba en la conciencia haber traumatizado más a su hijo insultándolo en vez de comprenderlo y acompañarlo. Y temía que si alguna vez visitase a Max y éste la rechazase, expulsándola de su presencia, tendría toda la razón. 

MI PRIMERA CITA CON MAXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora