Proyectos entre sábanas 2

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Mantuvieron un ritmo de trabajo febril e intenso durante un par de años, mientras la epidemia mitigaba. Erizo aprendió mucho junto a él, sobre todo el arte de ser un buen mesero, que era prácticamente la mitad de la imagen del restaurante.

Después de pagar mensualmente todas los gastos que erogaba el restaurante, Erizo y Max, cual socios, se reservaban una parte de las ganancias para cada uno.

Max, a pesar de las grandes utilidades que le quedaban, llevaba una vida austera. Todos los meses destinaba una parte de sus ganancias a la cuenta bancaria de su madre, lo cual cuadruplicaba lo que Jacinta percibía como jubilación.

Erizo varias veces sugirió a su novio que podría comprarse un automóvil para salir a pasear con la familia, puesto que no afectaría para nada las cuentas, pero Max siempre le contestaba que prefería dejarlo para más adelante.

El muchacho, de lo que le sobraba después de transferirle a su madre, lo destinaba a la cuenta de David para ir pagándole la deuda que tenía con él. Los pequeños lujos que tenía (ropa nueva, etc) eran regalos que Erizo le hacía desde sus propias ganancias personales.

Para Max las prioridades absolutas eran su madre y David.

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Aquel día había sido realmente pesado. Un par de meseros habían faltado justo en un día de restaurante lleno. Por añadidura, el alcalde y tres funcionarios estaban ocupando una mesa. Max no tuvo más remedio que ocupar el lugar de un mesero, mientras Erizo se ocupaba de la caja.

—¿Vieron, muchachos? —dijo el alcalde dirigiéndose a sus funcionarios—. Sobre que este restaurante ya es un lujo, hoy estaremos atendidos por el propio dueño.

Atender el restaurante cuando el alcalde ocupaba una de las mesas era realmente complicado, porque solían quedarse mucho rato y exigían atención constante: Aperitivo, entrada, carta de vinos, plato principal, segundo plato, postres, café y más café mientras seguían conversando animadamente y con risas.

Por añadidura, Max les caía muy simpático y lo trataban con mucha familiaridad, pero a pesar de esto, el muchacho no quería descuidar el resto de las mesas, y estaba con el ojo constantemente puesto en el desempeño de sus compañeros por alguna dificultad o necesidad que les surja.

Erizo, desde su puesto de cajera, estaba viendo la enorme capacidad de Max para esa tarea estresante. Se concentraba tanto en el trabajo, que no se daba cuenta cuando estaba agotado. Su novia, en cambio, sí se daba cuenta, y ella le pedía relevarlo, a pesar de tener menos experiencia como mesera y no estar acostumbrada a la tensión que genera. Cuando vino el relevo, Leónidas, el jefe de mozos, Erizo y Max pudieron irse a descansar. Pero como la afluencia de clientes era constante, prefirieron no estar lejos. Así que fueron a descansar en la casa vacía que estaba sobre el restaurante.

No tenían ropero allí arriba, solo un viejo colchón en el suelo con prolija ropa de cama, así que cuando se iban a descansar, se limitaban a desvestirse quedando solo en ropa interior.

Erizo lo abrazó, quedando con sus rostros muy cerca y le habló cariñosamente.

—¿Está muy cansado mí "mesero empresario"?

—No mucho. Podría haber seguido varias horas más.

—Si. Sé que eres un "supermesero" pero deberías evitar agotarte.

—Haré lo que sea necesario para que no haya clientes mal atendidos.

—La buena atención incluye la sonrisa. Pero si te agobias, se notará.

—Tienes razón, mi amor. Y cuando haces de mesera, tienes una ventaja muy grande sobre mí.

—¿Cuál?

—Tienes una sonrisa hermosa. Y me lo ha dicho gente que no sabe que eres mi novia.

—¿Ah, si?— dijo Erizo entre curiosa y sorprendida—. Cuéntame cómo te lo dijeron.

—No te diré quiénes son. Pero cuando fui a atenderlos me preguntaron: "¿A qué hora es el turno de tu camarera?". "¿Cuál camarera?" le pregunté. "La de la linda sonrisa" me contestaron.

—Mmmh.. ¡Que piropo! Y tú ¿Marcaste territorio?— preguntó Erizo con picardía.

—Nooo... —contestó Max, con una mirada seductora—. Me encanta mantener el misterio y que te sigan admirando.

Erizo lo abrazó y le dio un beso.

—...¡pero mira el aspecto que te vengo a descubrir! ¿Y nunca se lo revelarás?

—Creo que lo sospecharán cuando vean nuestro retrato de boda en la pared del restaurante.

—Aaahhhh... la dura prueba.

—¿Qué?

—Aquella vez en el campamento me dijiste que para tener el derecho de trabajar para tu restaurante, tenía que pasar por una dura prueba...

—Aahh.. ahora lo recuerdo. Y más me acuerdo de tu reacción cuando te dije el requisito— respondió Max con una sonrisa luminosa.

Erizo se subió encima de él y se sacó el sostén, como aquella vez. Luego lo miró a los ojos y lo besó intensamente.

—Quiero la "dura prueba" que prometiste— le dijo, al oído.

Max, entonces cambió de lugar, para que ella quedase debajo de él. La besó y empezó a bajar por su cuello, llegó a su pecho y besó tiernamente sus pezones, provocándole un gemido de pasión.

Max volvió a besarla en los labios y le dijo al oído:

—Pon la fecha.

—Si es por mí, ¡para ayer! — dijo la chica, con sonrisa apasionada.

—Ok, entonces lo haremos ahora— y se sacó el boxer, quedando desnudo ante la mirada azorada de su novia... que no podía dejar de mirar y admirar su miembro. Le latió fuerte el corazón y se sonrojó.

—Ay, Max, me quitas la respiración.

—¿Muy tentador?

La chica se quitó las bragas y el sostén, quedando también desnuda ante su amor, y respirando agitada mientras miraba a los ojos a Max, con expresión de sumisión.

—Terriblemente tentador— dijo ella, mordiéndose el labio.

Entonces Max se puso sobre ella, la abrazó del cuello y la cintura, y empezó a besarla muy ardorosamente. El miembro erecto de Max rozaba una y otra vez su feminidad sin penetrarla. Erizo empezó a sentir un fuego interior terrible e incontrolable.

De repente, Erizo, tomó de los pelos a Max, y le separó la cabeza de la suya. Max se impresionó cuando vio esa expresión salvaje en Erizo, que estaba con respiración entrecortada y el corazón enloquecido.

—¿Pensaste una fecha?— preguntó Max.

La chica quedó jadeando unos instantes antes de contestar.

—El sábado 22.

—Perfecto— contestó el muchacho, mirándola con una sonrisa muy seductora. Iré reservando esa fecha para el restaurant.

—Mi amor ¿te pondrás nuevamente el boxer para dormir? —preguntó ella, sin poder apartar la vista de su desnudez.

—Si quieres que durmamos desnudos, yo no tengo problema, amor. Es más, me encantaría, y no me tentaría para nada. Pero decídelo tú.

Erizo dudó un poco, mirando a su novio "al natural", y con un suspiro dijo:

—Ponte el boxer. Desnudo eres demasiado para mí.

Ambos se pusieron su ropa interior. Erizo olvidó ponerse su sostén, pero Max no se lo hizo notar. Sólo sonrió, la abrazó y durmieron como angelitos, y muy felices de tener ya fecha para su soñada boda.

MI PRIMERA CITA CON MAXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora