Pesadilla

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Max, durante esta tarde, se había servido un té, se sentó a su pequeño escritorio y empezó a mirar con curiosidad el álbum de fotos que Erizo y su madre le habían regalado.

Miraba y remiraba esas fotos, y por alguna extraña razón, cada vez le resultaban más familiares. De alguna manera empezaron a cobrar algún sentido para él, aunque no podía todavía dilucidar el contexto.

Sobre todo, recordaba la frase que pronunció su madre cuando estaba mirando fotos grupales del campamento de verano. Le señaló a cierta chica que aparecía en la multitud del campamento y su madre dijo "mejor que no la recuerde".

Volvió a mirar la foto y apenas reconocía a Oscar y Erizo pero a esa chica no. ¿Quién sería? ¿O acaso sería Koala, la chica que él mató? ¿Sería ella? En la foto esa chica tenía rostro y vestimenta de niña inocente. ¿Hubiese sido capaz de hacer algo semejante? 
Erizo había contado que esa chica se sintió "despechada" por él. ¿Será que esa chica alguna vez llegó estar enamorada de Max?
No. Imposible. Alguien que ama no llegaría a hacer algo tan horroroso.

Y así, tratando de exprimir las fotos para sacarles recuerdos, le llegó la hora de dormir, se puso su piyama y se acostó.

Empezó a tener un sueño hermoso. Soñó que salía de una fiestita con un amigo, y esa chica llamada Erizo empezó a decirle cosas lindas. Entonces él le invitó a su cabaña, le sirvió una pizza, y bailaron un lento hasta el amanecer.

Luego, de entre la espesura salió una serpiente venenosa que mordió a Erizo en la pierna. Fue desesperante. Él trató de extraer el veneno, pero Erizo se negaba.
Luego ella era llevada en un barco mientras, desde la baranda, extendía su mano desesperada hacia él, y lloraba diciendo "¡Max… . Max!". El corría para tratar de alcanzar el barco. Corría y corría, hasta que al final, lo logró y pudieron unir sus manos y sus vidas en felicidad. Luego el barco y todo desapareció, y estaban con Erizo manipulando ladrillos y cemento para construir su casita, que iba a ser su nidito de amor. Cuando Erizo estaba en el techo, muy alto, poniendo las últimas tejas, apareció nuevamente la serpiente, mucho más grande y le clava sus enormes colmillos en el corazón.  Erizo cayó desde el techo.  Max oyó un gran estruendo y vió a su esposa caída en el suelo y a la gran serpiente junto a ella, con sus colmillos manchados de sangre.

  Entonces grita de furia, toma uno de los ladrillos de la construcción y empieza a perseguir a la maldita serpiente.  La persiguió y la persiguió durante mucho tiempo, y cuando ya estaba casi agotado, la alcanza y empieza a golpearle la cabeza con el ladrillo. Mientras la golpeaba, la serpiente le decía "te amo, te amo", pero él siguió golpeando hasta que la serpiente ya no habló y no se movió más.

  Luego de eso todo, el paisaje desaparece y lo envuelve una gran negrura. Preguntaba por su padre y por su madre, pero sólo recibía insultos desde la oscuridad, y tenía mucho miedo.  De vez en cuando de entre la negrura aparecían figuras indefinibles qué le decían "yo soy tu amigo",  "yo soy tu madre",  "yo soy tu esposa" pero él no reconocía ni las caras ni los nombres.  Después, esa negrura tomó forma de una habitación gris con cama y televisor. Y también aparecían figuras desconocidas pero muy amigables que estaban en la misma negrura que él pero desde hace mucho tiempo, y le daban la bienvenida a cualquiera que les haga compañía. Y todas esas figuras desconocidas empezaron a llevar luz a esa negrura que lo envolvió mucho tiempo. 

Hasta que alguien le trae un libro grande y pesado de regalo, y cuando lo abre, de él sale nueva negrura que oscurece la habitación.  Él trata de cerrar el libro por miedo a que oscurezca todo, pero no puede cerrarlo. De esa espesa oscuridad empiezan a salir formas luminosas que empezaban a disipar las tinieblas.
Una era Erizo, con un hermoso vestido de novia, la otra era Oscar, de la mano con Lucy.  Aparecían también su primita Sharía, Alexa, la pequeña Lem, el pequeño Pepper, la bruja Susie y sus sarcasmos, los amigables yetis, que le brindaron hospitalidad cuando fue a meditar a su caverna, se le cruzó volando Puddles en su pequeño plato volador, los árboles con cara, la luna y el sol que hablaban, encontró a David en la playa, conversaron y le dijo que se escondiese bajo la cubierta del barco para darle una sorpresa a Erizo, vio a su madre conversando animadamente con su nuera, cafecito de por medio, vio a los albañiles y constructores avanzar en la obra del restaurante, vio la gran inauguración del restaurante, con la presencia de autoridades, vio a Erizo con un precioso vestido celeste, muy contenta y siempre a su lado, vio a Irma del brazo de su esposo.
Se vio a él mismo trabajando las 24 horas del día para cubrir la demanda del monopolio por la epidemia. Recordó a su madre eligiéndole el traje para la boda. Recordó a Graciela y Carlos, los sacerdotes Holbrux, recordó la marcha triunfal de Aída que puso Óscar para su entrada, y también recordó claramente cuando llevó a Erizo en brazos hasta la habitación.
y también recordó claramente toda esa hora de dulce pasión con su amada. Luego su entrada triunfal a la fiesta y ..  allí escucha 4 terribles estruendos que lo sacan del ensueño. Escucha gritos desesperados, escucha gente que huye, mesas que se voltean, sillas que caen, ve el negro caño humeante de una pistola, y detrás dos ojos que le resultan horriblemente conocidos. Entonces no puede resistir, toma una botella de vino de las que estaban sobre la mesa la rompe contra el borde manchando de rojo el mantel, y lanzando un alarido primal y salvaje, atacó.

—¿¿Quién grita así?? —dijo uno de los enfermeros.
—Me parece que eso es en tu pabellón. Deberías ir a ver.
—Parece la voz de Murcia, el amnésico.

El enfermero acudió con prisa a la habitación y vio a un Max enloquecido y fuera de sí, vestido con su pijama de dormir, que estaba sobre la cama en posición de gatear, y golpeando enloquecidamente el colchón con su puño derecho, mientras gritaba como una fiera salvaje. El enfermero intentó despertarlo.

—Murcia.  ¡Murcia! ¡Despierta!

Pero Max seguía enloquecido tirando golpes con el puño al colchón, fuera de sí, como recreando el terrible momento en que mató a Koala…

—¡Estás teniendo una pesadilla, Murcia! ¡Despiértate! — le ordenaba el enfermero, sacudiéndolo.

Pero Max hizo un movimiento brusco con el cual casi le da un golpe de puño al enfermero, y luego siguió golpeando el colchón gritando. Entonces el enfermero pidió ayuda a sus compañeros, que acudieron enseguida, para que lo sujeten mientras él preparaba una inyección sedante. Así lo hicieron y Max recibió una dosis de calmante que lo hizo recuperar la serenidad enseguida.
Lo acostaron nuevamente en la cama, lo taparon, y el enfermero le dijo:
—Se ve que tuviste una seria pesadilla, Murcia.
—Perdón— dijo Max, con un hilo de voz.
—No fue nada. Te pusimos un sedante. Creo que con esto dormirás bien.
Max giró lentamente su cabeza hacia la derecha, y antes de dormirse, dijo, muy bajito:
—Gracias.

Pero para la pobre Erizo, la Paz era algo cada vez más lejano.

MI PRIMERA CITA CON MAXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora