MI PRIMERA CITA CON MAX

Quiero la familia unida

David Hedgehog había revelado la verdad sobre Max a su esposa y entre ambos habían pactado no decirle nada a Erizo, para darle una sorpresa con la "charla-café".

"¡Qué alivio siento de que se hayan arreglado las cosas con mi madre! Casi me parece un sueño.

Era tremendamente triste que esa casa donde nací aprendí a caminar, hablar, a jugar... desde la separación ha estado habitada sólo por mi madre, y que haya sido una tortura para mí ir a visitarla, aunque sea sólo para llevarle trabajo.

Esto me da otra perspectiva. Ahora trabajaré más contenta porque he recuperado el placer de ir a mi casa paterna. Y sobre todo he recuperado el placer de ver a mi mamá. Es una ironía recuperarla justo cuando me independizo. Pero lo importante es que la recuperé."

Y también le aliviaba que tanto Max como ella fueron formalmente presentados a sus suegras en forma amistosa y "cafecito de por medio". Y les fue estupendo. Eso iba a fortalecer mucho a la futura familia.

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Irma fue por la oficina de David para llevarle unos balances. Lo encontró en su hora de descanso, sentado a un sofá, escuchando radio relajadamente. Puso los papeles a un costado, y se sentó en el sofá justo a su esposo. Éste no desaprovechó la oportunidad y le hizo la pregunta.

—¿Y? ¿Qué tal te fue con la charlita con tu yerno?

A Irma se le iluminó el r ostro.

—Ay, David. Es un muchacho maravilloso. ¡Cómo lamento haberlo tratado mal por teléfono! Pero él es un chico que no tiene rencores. Se alegró mucho cuando lo invité a tomar un café y a charlar. Y fue a casa con muy buena disposición. Hablamos de todo, le pregunté de todo y respondió todo. Es un chico que, dentro de su corta edad, tiene las ideas muy claras.

—Sí, eso yo también lo noté. Tiene objetivos muy definidos. Se ve que los tuvo desde que era camarerito porque debe haber anotado una enciclopedia de datos sobre la estructura de un restaurante. Cuando lo llevé al local de la concesionaria, enseguida visualizó cómo quería todo. Hizo un croquis en papel del local y al otro día me presentó la exacta disposición de todas las cosas.  Ahora ya tiene su restaurante, pero su cabeza no para.  Me cuenta Erizo que a la noche, cuando cenan juntos, él sigue hablando de los proyectos para el restaurante. Y a la noche cuando se van a dormir, ella tiene que pedirle que deje de hablar de eso y se duerma. La fe y el amor que demuestra por su proyecto es increíble.

—Tan sólo comparable al que demuestra por nuestra hija.

—Es cierto. Yo, cuando hablé por primera vez con ella cuando estaba en la isla, me contó lo de su relación con Max con mucha sinceridad. Y yo sabía que nuestra hija no hablaría así de un chico cualquiera. Evidentemente vio en él potencial. Vio futuro. Por eso lloró tanto cuando lo creyó perdido.

—Pobrecita. Todavía me duele haberle quitado sus vacaciones. ¿Cómo pude dudar de ella?

—Pero tuviste un gran gesto al llamarlo para charlar. Eso fue maravilloso, Irma. Si no lo hacías, te condenabas a mirarlos siempre desde lejos, le ibas a negar una madre a tu hija, y hasta una abuela a nuestros futuros nietos. Te felicito porque recuperaste media familia.

—La recuperé gracias a todo lo que me contaste sobre Max.

—Es que no tenías que tardar demasiado en saberlo. Estabas enojada con Max injustamente, porque nunca te dije quién era él. Pero una vez que lo supiste actuaste magnífico— le dijo tomándola de una mano y mirándola a los ojos—. Y quiero que... en la medida de lo posible, nuestra hija llegue a su boda con la familia unida— concluyó David.

Irma vio en los ojos de su esposo una mirada que hace rato que no veía.