La madre de Erizo, a pesar de que quedó al margen del proyecto restaurante, estaba satisfecha de la nueva relación de su hija con un empresario, y se felicitó a sí misma por la decisión de hacer volver a Erizo de ese campamento de descontrol.
Cuando el padre mandó a Erizo a que le lleve unos documentos contables a su madre, ésta la saludó con alguna calidez.
—Felicitaciones, hija, por tu nuevo amor. Veo que es un buen empresario y te llevas bien con él.
—Gracias— le contestó la chica, escuetamente
—Estos documentos están clasificados por nombre. ¿Podrías, por favor, clasificarlos por fecha?
Erizo se sentó al otro extremo del escritorio y empezó a clasificarlos.
—No presentaste formalmente a tu nuevo amor. ¿Cuándo tendremos el honor de conocerlo? —preguntó la mamá, con una leve sonrisa.
A Erizo se le pasaron por la cabeza varios sarcasmos, pero solo le salió:
—Algun día lo conocerás— le contestó, sin mirarla, mientras seguía clasificando documentos.
La madre la miró.
—¿Estás enojada conmigo todavía por lo del campamento?
Erizo no le contestó. Solo continuaba acomodando los papeles, muy seria.
—No puedo creerlo. ¿Estás ahora con un hombre elegante y exitoso... y sigues pensando en ese fracasado picaflor que dejaste en esa isla? ¿No crees que eso es como... ser un poquito infiel?
A la chica se le inflamó el pecho de la indignación y casi le grita. Pero se contuvo.
—Te contestaré cuando aprendas a escucharme. Sólo te escuchas a ti misma, y actúas como si siempre tuvieras la razón.
—Me gustaría estar equivocada en ciertas cosas, pero lamentablemente el tiempo me da la razón.
Erizo terminó de clasificar los documentos, entregó el bloque de hojas a su madre y le dijo:
—Pásalos a la computadora y envíalos. Cuando estén listos avísame, para que los venga a buscar. Hasta luego.
Erizo se retiró sin mirarla y cerró la puerta. La madre quedó un rato inmóvil mirando esa puerta, y luego siguió trabajando, con lágrimas en los ojos.
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Erizo y Max trabajaban todo el día en el restaurante. El trabajo para iniciar actividades era muy duro porque de acuerdo a lo que pedía la clientela, los pedidos de insumos se modificaban, junto con muchas otras cosas. Max llevaba el control y anotaba los pedidos, y Erizo se encargaba de convertir esos datos en registros contables que se procesaban en la oficina de su padre.
Cuando terminaban sus tareas a una hora razonable, a veces iban a la casa de Max, otras veces a la casa de David.
Cuando terminaban a altas horas de la noche, para no molestar a nadie, preferían quedarse a dormir en la casa que estaba arriba del restaurant. Esta casa estaba vacía y sin muebles, tan solo tenía un colchón en una de las habitaciones, y valiéndose de algunas ropas de cama que les regaló la madre del muchacho, les servía para descansar allí de la dura jornada.
Por lo general Max, aunque tenía cansado el cuerpo, no descansaba su mente y aunque ya estaban acostados ambos, continuaba hablando sobre sus proyectos para el restaurante. Entonces Erizo tenía que abrazarlo y decirle al oído, dulcemente.
—Hablamos mañana, mí amor. ¿Si?
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En los primeros meses de funcionamiento el rendimiento del restaurante fue francamente modesto. Les alcanzaba para cubrir impuestos, insumos, alquiler y sueldos, pero las utilidades netas eran pocas.
Max quería que su suegro pudiera ir recuperando su inversión, y para ello renunciaba a sus propias ganancias y se las brindaba integras a David. A pesar de que sabía que era muy poco, quería al menos ir "achicando la cuenta".
La otra complicación era la crisis económica generalizada que hacía que la gente recortase gastos, estando primero en la lista las comidas en restaurantes. Todo el rubro en la ciudad acusó el golpe, pero mucho más el restaurante de Max, porque aunque tenía calidad, no tenía trayectoria. Era nuevo, y a pesar de toda la publicidad, era aún desconocido, y no era de las opciones baratas.
Max además tenía en mente el proyecto de un día casarse con Erizo, pero se puso como meta de honor terminar con todas las deudas del restaurante antes de su boda.
Y esta crisis hacía ese día cada vez más lejano.
Después de que el restaurante cerraba a las 12 de la noche, mientras el personal procedía a la limpieza, solían ocupar una mesa y tener una cena para ellos dos en la cual conversaban.
—Puede que tardes muchos años en recuperar la inversión de mi papá. Sabes que él no te la está reclamando para este año ni el que viene. Él mejor que nadie sabe cómo van los números del restaurante. Amortizar una inversión como ésta no se hace de la noche a la mañana.
—Erizo, el estar en deuda con tu papá me hace sentir como un vende humo. El tuvo que romper un "chanchito" gigantesco sólo porque me creyó y tuvo fe. Y siento también que ese dinero de tu papá es también el tuyo, porque tú eres su futura heredera. Así que siento que yo malgasté también tu dinero.
—Mi amor, si es por eso, es también nuestro dinero. Y no es malgastar, es una inversión.
Max la miró con mucho cariño y le dijo:
—Sabes que no me casaré contigo por lo que tienes, sino por lo que yo podría darte. Y no quiero darte un marido lleno de deudas que no puede pagar. No lo mereces. Si no tengo deudas, no me importa ser pobre. Pero si estoy ahogado en deudas, no me sirve de nada ostentar riqueza.
—Eres un orgulloso cabezadura, pero te quiero, con o sin deudas— le dijo cariñosamente su novia, haciéndole comer un bocadito de su tenedor.
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MI PRIMERA CITA CON MAX
RomanceSecuela del capítulo piloto. +18. Erizo, una adolescente que ha estado sumergida en el estudio y en los libros, en unas vacaciones conoce y se enamora apasionadamente de Max, un muchacho con una historia de pobreza y sufrimientos desde muy pequeño...