Paseo desvelado

199 10 0
                                    

A media mañana, Oscar visitó a Erizo en su cabaña y se disculpó con ella por su mala actitud con Max. Erizo se conmovió por este gesto ya que ella es la que se sentía culpable por haber invitado a Max y haber arruinado la pijamada de Óscar. Así que a pesar de que tenía mucho sueño por no haber dormido, aceptó la invitación de Óscar para ir a dar un paseo en la montaña, tomó su mochila y salió.

Cuando pasaron por la cabaña de Max, Óscar le golpeó la puerta para invitarlo a él también al paseo. Max no tenía muchas ganas de ir por dos razones. Una era que tenía mucho sueño, porque no había dormido. Y la otra era porque se sentía culpable por haber arruinado la pijamada que él había organizado para Erizo.

Pero cuando vio que Erizo también (a pesar de que tenía mucho sueño) había hecho el esfuerzo de levantarse para ir con Óscar al paseo, decidió tomar su mochila y acompañarlos.

Erizo y Max se miraron con una sonrisita cómplice. En el fondo temían que Oscar atara cabos por notarlos a ambos desvelados.

Pero el buen Oscar parecía muy contento de que estén ambos en el paseo, y no parecía acordarse para nada del desaire de la pijamada, ni mucho menos sospechar lo que hubo entre Erizo y Max.

Era una mañana bastante fresca, y emprendieron el camino al bosque de la montaña, y si bien al principio Max y Erizo estaban separados, a ambos lados de Oscar, a medida que avanzaban por el camino, Erizo fue acercándose más a Max dejando a Óscar a un costado.

Internándose en el bosque llegaron a un lugar que era ideal para acampar un rato. Óscar quiso preparar un café y fue a buscar leña para encender un fuego, dejando a Max y Erizo solos.

Cuando Oscar se perdió de vista Max y Erizo empezaron a mirarse cada vez con más intensidad, y con una sonrisa, la chica dijo, en voz baja:

-Me encantó lo de anoche.

-A mí también- respondió Max.

Erizo lo tomó de una mano y empezó a acariciársela.

-¿Cuándo podremos tener otra nochecita como esa?- preguntó Erizo, mirando con picardía a los ojos a Max.

-Cuando tú quieras, mi amor. Mi cabaña es tuya- le sonrió el chico.

-Ay, Max... -empezó a decir Erizo poniéndose un poco colorada-¿Quieres que te confiese algo?

-Ya sé. ¿Querrías que Oscar no estuviese?

Erizo soltó una risita.

-Nooo... si no hubiera tenido que venir aquí, te juro que me daría ganas de ir a tu cabaña para que nos quitemos lo desvelado durmiendo juntitos...

-Ay, mi Erizo... - dijo sonriendo, y abrazó a la chica y le besó la frente-. Mi Erizo preciosa.

Y ella lo abrazó, acercó su boca, y se fundieron en un tierno beso.
En eso escucharon, a lo lejos, que Oscar se acercaba cantando, y se separaron para que no los viese.

-Disculpen, me demoré un rato porque no encontraba leña seca. Vamos a preparar un desayuno calentito.

Max encendió el fuego y Erizo preparó un café bien caliente para calentarse y de paso, para despejarse, porque el desvelo aún le hacía pesar los párpados.

-¿Dormiste bien anoche, Erizo? Se te nota un poco de ojeras- observó Oscar.

Max notó el pequeño gesto de sorpresa que hizo Erizo, y quiso ayudar.

-Quizás se entusiasmó con...- empezó a decir Max, y Erizo abrió grandes los ojos de alarma.
-...con el estudio ¿verdad? -completó el muchacho, e hizo que la chica se aliviara, aunque sea a costa de una mentirita.

-Ehmm.. sí. Betsy se puso exigente- respondió Erizo, con el rostro escondido tras el jarrito del que bebía.

-Ah. Porque me entregó ayer tarde un par de libros de estudio para ti, y me encargó que te los pase- contó Oscar-. Al final con mis actividades se me hizo tarde, y no te los pasé porque no quise molestarte a la noche. Disculpa. Ahora cuando volvamos te los entrego. ¿Que hiciste anoche? ¿Estuviste repasando lo anterior?

Erizo casi se atraganta con el café.

-Esteee... Sí. Me di cuenta que me había olvidado algunos conceptos y decidí pegarles una ojeada.

-Ah, me parece muy bien, amiga. Se ve que te entusiasmaste estudiando. Lamento haberte levantado temprano. A lo mejor querías dormir un poco más.

-No, está bien. Tengo que convertir en rutina levantarme temprano y hacer una sana caminata.

-Y esto de desayunar en medio de la naturaleza es genial- comentó Max.

-No saben qué contento que estoy de que estemos los tres juntos nuevamente -dijo Oscar-. Quiero pedirles disculpas a los dos por la forma que me porté en la piyamada. Programé actividades sólo con ella y no estaba acostumbrado a que participe otro. Y por eso me molesté. Estuve mal. Y me quedé más mal todavía cuándo tú, Max, te fuiste tan de repente que Erizo tuvo que salir detrás de ti. Pensé que ella te convencería de volver, pero no volviste. Así que creí que los dos estarían enojados uno con otro y además conmigo-concluyó Oscar, mirando a ambos con expresión de culpa.
-No Oscar, para nada, no te preocupes.
-¿Ustedes dos están bien? Tú, Max ¿No te enojaste con Erizo?
-¡Nooo.. para nada!- intervino ella-. Incluso Max me pidió disculpas a mí. Se comportó maravilloso..-dijo Erizo con una sonrisa para Max.

-Ya veo... ¡qué lindo grupo que formamos!- observó Oscar-. Y que me hayan perdonado ese enojo. En ese momento pensé dos cosas: o que se hayan enojado entre ustedes, o por el contrario... que se hayan enojado conmigo y que hagan pijamadas entre ustedes sin mí.

Este comentario tomó totalmente por sorpresa a Max y le causó tanta gracia que no pudo reprimir una risa.

A Erizo, que quería ocultar cualquier indicio de relación con el muchacho, no le hizo gracia el comentario ni la reacción de Max.

Pero después cuando vio que Oscar también estaba riendo, el ambiente se entibió y ella también empezó a sonreír, aunque con cautela, porque Max, mientras reía, le dirigía cada tanto unas miraditas cómplices que la hacían poner colorada...

Tuvieron un desayuno muy ameno entre risas y charlas, y cuando el sol estuvo a medio camino en el cielo, emprendieron el regreso.
Fueron cada uno a su cabaña y Oscar tomó los libros que le había dado Betsy y fue a la cabaña de Erizo para entregárselos.
-Gracias Oscar. Me entregaré por completo a la lectura de éstos. Quiero devolvérselos pronto a Betsy.
-Bien. Procuraré no molestarte en tu cita con... los libros.

Cuando hizo oyó esto, el pecho le dio un vuelco. Ya era la segunda indirecta que escuchaba de Óscar.

¿Podría ser que él sospechara algo?

MI PRIMERA CITA CON MAXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora