12 (5/8) Por favor no te vayas, acabas de llegar

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—¿Tu que has pensado? —Pregunta sacándome de mi ensoñación, aún con emoción goteando de sus palabras.

—Estuve hablando con Arthur de conseguir otra psicóloga y de tomar clases de arte.

—¡Eso es fantástico! —Exclama y detecto un nuevo ataque de emoción. —Podrías ir a alguna escuela cerca a la UCL y así pasaremos tiempo juntos, podrías quedarte en las residencias estudiantiles así tengas que esconderte bajo mi cama, será maravilloso.

—Si. —Murmuro solamente y pongo la vista en las manos anudadas sobre mis piernas.

—¿Qué sucede? ¿Pasa algo? —Pregunta y me alcanza, haciéndome mirarlo a los ojos.

—Si, el té se está enfriando. —Respondo mordaz y me aparto de un golpe girándome en dirección al té, lanzo mis manos con tanta violencia hacia la charola que cuando la atraigo hacia mi lo unico que logro es hacer que el líquido tibio se derrame sobre mi blusa del uniforme y el pantalón de chándal que me puse para ir.

Me pongo de pie y gruño mientras me limpio inútilmente con la mano.

—Oye, tranquila. —Dice Holden y llega a mi ayudando a quitar los trozos de galleta de la blusa. —Las pobres galletas de ositos no tienen la culpa. —sonríe y se lleva uno de los pequeños trozos a la boca mientras sonríe, no sé porqué pero ese gesto me parece tremendamente sexy, mis piernas tiemblan un poco.

—Demonios, no tengo más camisas limpias. —Maldigo y sacudo la mugre y el liquido en vano. —Tendré que ir a casa y ponerla en la lavadora. —Me agacho para acomodarme los zapatos pero Holden me detiene.

—Por favor no te vayas. Acabas de llegar. —Dice deteniendome por el hombro. —podríamos usar mi lavadora, como la primera vez que viniste a casa.

—Si quieres verme desnuda solo tienes que pedirlo. —Suelto de repente y sorprendentemente logro hacerlo poner rojo.

—Tu fuiste quien se arrojó el té encima, usualmente lo bebes, no lo vistes. —Dice después de un par de segundos, pillandome desprevenida.

—Ja, ja. Que gracioso. —Suelto mientras me quito los zapatos y los calcetines. —Pasame algo que ponerme y date la vuelta. —Ordeno y levanta una ceja pidiendo silenciosamente la palabra mágica. —¿Por favor? —Asiente y se dirige a su minúsculo armario y vuelve solo un par de segundos despues con un sueter holgado de color gris con cremallera y una pantaloneta de un equipo se soccer.

—Es lo mejor que encontré. —Se excusa y me lo pasa antes de caminar hacia la pared y ponerse de cara a ella como un niño castigado.

—Bien, permanece así y cuenta hasta treinta. —Ordeno y me doy la vuelta hacia la cama de modo que tampoco puedo verlo. Él empieza a contar.

—¿Por qué estoy contando? —Pregunta luego de llegar al diez.

—Tu solo hazlo. —Gruño mientras me quito la camisa de manera que estoy en ropa interior, con mi ropa sobre el suelo frente a la cama de Holden. Creo que cualquier persona que viera la escena hubiera pensado que éramos dos adolescentes a punto de perder la virginidad, pero no nosotros. Nuestra historia era harina de otro costal.

Me pongo rápidamente el suéter antes de que llegue al treinta pero omito deliberadamente la pantaloneta y me quedo de espaldas a él, tímida. No lo estoy viendo pero sé que se ha girado y que me esta observando.

Nos siguen varios segundos de silencio en los que lo escucho abrir la boca y volverla a cerrar varias veces, hasta que al fin dice:

—¿Quieres que me vuelva a voltear, o... —Lo interrumpo dándome la vuelta y lo veo a medio camino de mi, como si se hubiera intentado acercar pero se hubiera arrepentido.

—Esta bien, creo que me quedaría muy grande de todos modos.

—Ven, dejame llevar esto a la lavadora. —Se inclina y recoge la ropa a mis pies. En cuestión de segundos su rostro está frente a mis muslos y siento su respiración cálida golpeando mis vellos.

Entonces, antes de que pueda siquiera verlo, siento un besito tímido en mi muslo derecho, justo arriba de la rodilla que envía pulsaciones nerviosas a partes de mi cuerpo que no sabía que existían.

Santa vaca.

La respiración de Holden se ha acelerado y puedo sentirla cálida y fría, justo donde sus labios húmedos han dejado una marca. Trago saliva sonoramente. Mi cabeza se encuentra dividida en dos; siento que mi lóbulo derecho clama porque no se detenga y mi lóbulo izquierdo, más cerca de la cordura prefiere darle un rodillazo para que recupere el sentido común.

—Lo siento, yo... —Declara tan sorprendido como yo por lo que acaba de pasar y luego de un microsegundo da un brinco hacia atrás huyendo de la tentación. —Iré a poner esto en remojo y traeré algo más de té.

Acto seguido se pone de pie y se escabulle escaleras abajo dejándome sola en su habitación, hecha un barullo de sentimientos.

Jesús.

Caída Libre. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora