Todo me da vueltas.
Me encuentro de rodillas sobre el suelo del baño mientras mi cara apunta al váter y descargo toda la frustración al dejar salir el café cortado que tomé hace menos de veinte minutos, junto con mi jugo gástrico. Esto ya no es sobre la comida, al parecer nunca lo ha sido.
Siento que mi corazón se saldrá de mi pecho, y aunque siempre es así después de vomitar, esta vez es diferente, el sentimiento no se va cuando he terminado. Lavando mis manos y mi cara antes de salir del baño empiezo a llorar de nuevo.
Todo está fuera de control. Yo estoy fuera de control y no puedo seguir aquí, no puedo volver a la escuela mañana para que todos sigan viéndome como a un bicho raro. Esta es mi oportunidad de salir de aquí y no la voy a desaprovechar, así que mirándome al espejo, toda pálida y con mirada vacía me limpio las lágrimas, me suelto el cabello y me repongo antes de salir.
Mi nombre es Erin, tengo dieciséis años y a diferencia del resto de adolescentes de mi edad que están recién empezando la vida, yo diría que estoy a punto de terminar la mía. Ya sé que es un comienzo bastante desalentador, pero no diría que es un comienzo, es más bien el relato de mis últimos pasos, y aunque podría saltar directo al final, estaría arruinando la experiencia.
No hay mucho que pueda decir; hija de padres divorciados, excelente académicamente desde la primaria, tan tímida que paso por arrogante todo el tiempo, auto suficiente y ¿que más?, si, anorexica y bulimica nerviosa no diagnosticada por casi tres años. Fuera de eso, diría que soy alguien bastante normal.
Es curioso mencionar mi enfermedad como si fuera un adjetivo cualquiera, pero así es como la gente me ve ahora, yo he desaparecido y en mi lugar hay una enfermedad que camina y respira.
El trozo de cristal en frente de mi refleja a alguien que he dejado de conocer hace bastante tiempo, la palidez casi ictérica me saluda como mi amiga de todos los días, mis ojos cafés son casi negros por las pupilas dilatadas siempre después de vomitar, mi cabello castaño cae sobre mis ojos y mi cara hasta mis clavículas. La ropa que he elegido para hoy fue básicamente lo primero que encontré al llegar de la escuela, un suéter viejo y holgado de The Who que me cubre las rodillas sobre tres tops que me calientan un poco, un Jean que se supone debe ser ajustado pero que me queda bastante más grande y mis botas de cuero negras. Es octubre Dios santo, y estamos en el maldito estado de California, pero me siento como en Denver los primero días de Enero, ¡Estoy congelándome!
Después de un par de segundos casi eternos autocompadeciendome en el espejo acomodo mi cabello y pongo las mangas de mi suéter en su lugar, me pellizco un poco las mejillas y me giro sobre mis talones antes de jalar la perilla.
Es hora del show.
–Tardaste. – Dice mi padre dándome el abrigo que le pedí que sostuviera, mientras me mira sospechosamente. Espero no apestar a ácido estomacal.
–Estaba cambiando mi tampón, siempre es un poco tardado. –mentí, claramente. Uno; un tampón se cambia en menos del tiempo que estuve allí, pero el no lo sabe. Dos; no he tenido mi periodo en más de un año, amenorrea le dicen, creo.
Él no responde pero no espero que lo haga, en lugar de esto toma mi bolso, sorprendentemente ligero para estar dejando el país por tiempo indefinido, y camina de nuevo hacia la sala de abordaje.
Nadie vino a despedirse de mi, ni siquiera mi madre, quien sigue muy asqueada y decepcionada de mi, aunque no la culpo, no estoy muy orgullosa de mi tampoco últimamente y sé que ella solo quería un futuro diferente para mi. Mi padre omite deliberadamente comentar algo al respecto y estoy internamente agradecida.
Frente a la sala de abordaje hay una enorme ventana que muestra toda la ciudad, el sol brilla y en el cielo no hay ni una sola nube. Es como si todo fuera más feliz ahora que me marcho. Dios, en serio voy a extrañar este lugar, soy una californiana nata, pero al tiempo siento un enorme alivio al irme, es como si tuviera la oportunidad de morirme aquí, dejar atrás a esas personas que arruinaron mi vida y a las cuales llamé amigos por mucho tiempo, borrar cualquier rastro. Ni una sola red social, un número al cual seguirme, nada. Y revivir al otro lado del mundo, una nueva vida. Lo último que me dijo mamá antes de salir de casa con la poca ropa que pude empacar en mi maleta de la escuela, fue que puedo huir de todos y todo, pero nunca de mi misma, y es verdad, pero al menos el infierno será un poco menos grande.
Demonios, aquí crecí y viví los mejores momentos de mi vida, pero todo es diferente de cierto modo y ahora es como si fuera una extraña, y la chica que fui en el pasado; la que sonreía, amaba el deporte y un buen plato de comida, hubiese desaparecido para siempre, dejando solo la cascara de alguien completamente vacía y perdida. Yo.
Hace unos días estuve mirando un viejo álbum de fotografías y es jodidamente deprimente verse a uno mismo con una sonrisa diferente y simplemente añorar esos días con todo el corazón sabiendo que no van a volver y la única opción que se tiene es seguir adelante y recuperarse, fingir sonrisas y felicidad cuando por dentro se está completamente desolado.
No tengo intenciones de recuperarme, aunque se lo haya dicho a papá para que me dejara ir con él. Sé que esto me matará algún día, y espero que sea pronto. Por ahora es momento de abordar.
Hay un par de reglas absurdas que tengo que cumplir si quiero vivir con él, y no es que realmente quiera, pero es mejor que estar aquí. Tendré que estudiar en la escuela que él diga y mantener un buen promedio, lo cual no es problema porque soy bastante lista y psicorrígida. La segunda regla, claramente es comer con él al menos dos veces al día y dejar el plato limpio, además de pésame dos veces a la semana y ver al menos diez gramos de aumento entre pesaje y pesaje. Y sé que será imposible, pero no quiero darle muchas vueltas al asunto ahora.
Papá es alguien gentil, le ha costado lo suyo llegar a dónde está, y aunque ha cometido muchos errores, no es una mala persona. Sé que se culpa por lo que me está pasando, pero yo soy quien está haciéndose esto, soy yo quien decide poner los dedos en mi garganta después de cada comida.
–¿Lista? –pregunta poniendo su mano paternal sobre mi espalda. Me acaricia como si fuera un ave herida, y aunque lo encuentro sofocante, de cierta manera me reconforta. Me giro levemente para inspeccionar su expresión; su rostro es cansado y a pesar de ser moreno, unas notorias ojeras se observan bajo sus ojos. A pesar de lucir una sonrisa cálida en su rostro, sé que es todo un montaje para intentar hacerme sentir un poco peor de lo que me siento. Es como si hubiese envejecido unos cien años en la última semana y sé que todo esto es mi culpa.
–Larguémonos de aquí. –le digo echando un último vistazo a la gran ventana frente a mi, y aunque lo dije en voz alta, lo dije más que todo para mí.
Una vez dentro del avión me pongo los audífonos y al ritmo de la gloriosa Amy el avión despega. Papá me dio el privilegio de tomar la ventana, pero mantengo la persiana abajo todo el viaje. No quiero hacer esto aún más deprimente.
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Caída Libre. [TERMINADA]
Novela JuvenilLos maestros suelen decir que existen diferentes tipos de inteligencia: Hay inteligencia musical, artística, académica, intra e interpersonal, etcétera. Y Erin es una chica bastante inteligente, pero no entra en ninguna de esas categorías. La inteli...