10 (3/5) Maquillando Muertos Vivientes

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-Entonces, -Dice Leo del otro lado de la línea. -Ustedes dos, en una cita, juntos. -Su voz es seria, incrédula. -¿Y a mí para que me quieres?

-¿Sigues molesta? -Pregunto y aunque ella no lo pueda ver, intento hacer un puchero. patética.

-Eso depende. -Intenta mantenerse molesta, pero sé que la bomba que acabo de soltarle le interesa demasiado como para ignorarla. -¿Vas a volver a desaparecer así? -Pregunta y me apresuro a responderle.

-Coño, claro que no. Ya te he dicho que lo siento.

-Bien. -Se pausa a sí misma para darle más drama al asunto y luego vuelve a hablar. -No me has respondido. ¿Y a mí para que me quieres?

-Bueno, tenía la esperanza de lograr parecer menos... muerta. -Enredo un mechón de cabello con mis dedos y continuo. -Así que pensé que tú... podrías... tener un poco de catarsis creativa conmigo y hacerme ver un poco más... presentable. -Suspiro al final y su gritito de emoción responde antes que el resto de ella.

-Te odio por lo que hiciste Erin, pero te amo por dejarme experimentar contigo. Dale gracias al cielo de que sea un pueblo pequeño, estoy en tu casa en quince minutos. -Cuelga y entonces empiezo a dirigirme hacia el armario, deteniendome a medio camino, el Bisacodilo no ha hecho efecto, en su lugar solo me ha dado unos colicos tremendos, que por error confundí con hambre durante el desayuno así que comí un plato de cereal, café y huevos revueltos, mucho más de lo que he comido en algunas semanas, así que eso, combinado con los nervios de la cita de hoy y mi miedo irracional al ver más números en la balanza me hacen volver al escondite secreto del Bisacodilo bajo mi colchón, y aumentando la dosis en una pastilla me tomo tres cápsulas casi sin pestañear, y sigo mi camino al armario.

Últimamente el frío se ha hecho insoportable, así que sumada a mi elección de una falda con flores de los años 600 antes de Cristo y un suéter de lana gigante color beige le sumó unas gruesas medias de lana negras y mis infaltables botas militares.

Cuando Leo llega me da su aprobación por mi elección de vestuario y nos ponemos a trabajar en ocultar mi ictérica cara amarilla y darle un poco de vida a, bueno lo poco que queda de mí.

Ha decidido hacer unas pequeñas ondas en mi cabello largo y poner un par de pasadores para alejar los cabellos pequeños de mi frente.

-Bien, ahora si sé que tienes orejas. -Dice y sigue en lo suyo, es casi como si estuviera en una terapia interna, así que decido no interrumpirla. -¡Mira lo pequeñas que son! -Dice sorprendida mientras estira las puntas haciéndome lucir como un duende. Me hace reir, no por cortesía, es una risa genuina. -Y... ¡Voilà! -Grita entusiasmada y se mueve del espejo, dejándome verme bien por primera vez desde que empezó a arreglarme.

-¿Esta soy yo? -Incredulamente muevo mi mano frente al espejo casi esperando que la imagen que se refleja frente a mi se quede estática viéndome con esos ojos gigantes.

-Agradeceme después, Mon Cherie. -Camina dando pequeños saltitos hacia mi cama y se lanza dramáticamente hacia ella como si estuviera rendida mientras suspira sonoramente. -Entonces, ¿Cómo te sientes? -Se apoya sobre sus codos y me observa fijamente.

-¿Quieres la versión larga, o la versión corta? -La miro brevemente a través del espejo y luego me giro para encararla.

-¡Por Dios, chica! -Exclama. -A penas y me has dicho un par de oraciones compuestas en los dos meses que llevas aquí, ¡Claro que muero por la versión larga!

Sonrío y finalmente me animo a hablar. -Tengo mucho miedo. -Antes de que pueda continuar, Leo me interrumpe con una pregunta.

-¿Por la cita?

Niego con la cabeza. -En realidad, es más por lo que pueda pasar, por la manera en la que siento que la muerte me respira cada vez más en el cuello. Antes me tenía sin cuidado pero ahora... -De nuevo me interrumpe completando mi frase inconclusa.

-Pero ahora, pasó Holden. -Asiento y empiezo a sentir un vacio en el estomago al oir su nombre.

-No sé cuanto durará, pero me da miedo explotar y hacerle daño, hacerles daño a todos. Antes solo quería dejar de vivir las cosas malas, pero ahora me da miedo irme y perderme de todo lo bueno también. -Mi voz es apenas un susurro.

-Lo sé pequeña. -Se levanta rápidamente y camina hacia mí para abrazarme. -La vida puede apestar a veces, las personas son muy crueles y la anorexia es una mierda pero tu eres más que esto. Tal vez ahora mis palabras no tengan sentido, pero la vida es muy corta para solo verla pasar frente a ti. -Sus palabras me recuerdan mucho a lo que me dijo Holden y puedo sentir como se le quiebra la voz. -Nadie puede elegir por ti, así que te acompañaremos hasta que estes lista para intentarlo por ti misma. ¿Esta bien? -Estas palabras me reconfortan más que cualquier otra cosa que me hayan dicho jamás, ni Arthur, ni mi madre, ni la psicologa de la escuela. Esta es la primera vez que en serio siento que tal vez si lo intento, pueda hacerlo.

Asiento con la cabeza y le devuelvo el abrazo, alargandolo lo suficiente para no empezar a llorar y arruinar el trabajo que acaba de hacer.

-Gracias, Leo. -Susurro pero antes de que pueda seguir parloteando palabras sin sentido escuchamos por la ventana el ruido de un motor apagandose.

Caída Libre. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora