15 (2/5) Caída Libre

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—Ha estado aquí de nuevo. —Me dice en nuestro camino de vuelta y no tengo que preguntarle a quien se refiere. Holden ha venido tres veces los últimos dos días intentando verme, y aunque solo consigue el reporte de Phoebe y mi madre sé que espera verme así sea por casualidad.

—No deberían dejarlo pasar. —Respondo solamente. En el fondo me muero por verlo y explicarle todo, pero mi orgullo me lo impide y la parte racional de mi cerebro me suplica que lo deje ir, que estoy haciendo bien en alejarme.

—Sé que no es de mi incumbencia. Pero... —Empieza a hablar pero yo la detengo.

—No lo es Phoebe. Pero créeme que tengo un buen motivo para alejarlo de mí, él no merece lidiar con toda esta mierda. —Respondo mordaz y ella levanta las manos, mostrando rendición.

—Solo te diré una cosa más. —Empieza luego de un par de segundos, incapaz de amarrarse la lengua. —Lo que sea o no mejor para Holden es algo que él debe decidir por sí mismo. No puedes elegir por él.

—Ya lo hice. —Respondo amargamente, zanjando el tema.

Unos momentos después de estar de vuelta en la habitación, entran Aura y Arthur con cara de buenas noticias.

—El traslado al hospital Maudsley de Londres ha sido aprobado. —Dice mi padre y no entiendo porque eso es una buena noticia.

—Me van a terminar de rellenar como a un cerdo. ¿Eso los hace felices? —Escupo cruzándome de brazos.

—Nos hace felices que al fin vayas a recibir un tratamiento decente. —Dice mi madre.

—Claro, ustedes decidieron dejarle el problema a alguien más. —No sé porque estoy tomando esta actitud, pero me es imposible echarme para atrás. No sé si es porque sigo afectada por enterarme de que Holden sigue viniendo, o por el inminente hecho de que no puedo escapar de la clínica ahora.

—Lo intentamos a tu manera y mira lo que eso nos trajo. —Dijo Arthur y sé que no hay alternativa. Sus palabras son inevitablemente dolorosas. Tendré que internarme.

—Solo díganme qué puedo elegir la clínica. —Ofrezco como último intento.

—Hemos logrado negociar el traslado a Maudsley para mañana. —Dice mamá.

Internarme en esta clínica de Londres significa que Holden podrá verme, sin renunciar a su universidad. Suena alentador por un breve instante, pero luego me doy cuenta de la triste verdad.

Seguiré atrayéndolo más al caos de lo que él puede atraerme a la luz, ya esta comprobado y una muestra de eso eran los cuatro litros de sangre que había perdido en menos de cinco horas cuando se supone que todo estaba bien. No me puedo permitir arruinar la vida de alguien más, suficiente tuve con arruinar la vida de mis padres, no le haría lo mismo a él, no a él.

Decido que es mejor terminar todo de raíz, irme al lugar del que nunca debí salir, California.

—Por favor llévame de regreso a Cali, mamá. —Suplico y antes de darme cuenta empiezo a sollozar.

—¿A Renfrew? —Pregunta y tanto ella como mi padre intercambian miradas, sorprendidos.

—¿Qué pasará con... —Empieza a preguntar mi padre, pero antes de que pueda terminar de formular su pregunta lo interrumpo.

—Llevenme a Cali. No puedo estar más en este lugar. —Miento. Lo que más quiero es quedarme. Seguir viendo a Holden, poder sentir de nuevo sus labios sobre los míos y su tacto cálido sobre mi piel. Quiero seguir probando los experimentos culinarios de Leo. Quiero quejarme del frío constante y hablar de los estúpidos adolescentes con Maggie. Pero todas esas posibilidades se han desvanecido ya entre mis dedos como la arena y no quiero manchar los recuerdos y fragmentos de momentos tan felices con la sombra de mi maldita recuperación forzada en el único lugar donde fui realmente feliz.

Cada vez estoy más segura de que la única y mejor opción que tengo es irme, me aferro a ella y sigo suplicando hasta que no queda aire en mis pulmones.

Siento cómo explota mi ataque de pánico.

Me dejo caer sobre el espaldar de la cama y me llevo las rodillas al pecho mientras con mis uñas inexistentes me araño las pantorrillas. Me duele respirar, el aire me quema cuando entra por mi garganta hacia mis pulmones, es caliente y frío al mismo tiempo y siento que con cada bocanada mi laringe se cierra más y más. Estoy fuera de mí, incapaz de nada más. Estúpida, inútil, una pérdida de tiempo.

—Ey, Ey. —susurra mi padre saltando de la silla hacia mí, apartando mis manos de mi misma, para evitar que siga haciéndome daño. —Detente, Erin. Para ahora.

—Sáquenme de aquí, por favor. —Suplico con la garganta cerrada, quiero decir varias cosas más, argumentos convincentes, pero lo único que sale de mí son un montón de palabras incongruentes y sonidos de angustia. Después de un par de minutos en donde estoy tan tensa como una tabla me dejo caer finalmente sobre la cama y me largo a llorar mientras Arthur me acaricia la espalda hasta quedarme dormida.

Así de fácil, volví a donde empecé.

Así de fácil me di cuenta de que sigo cayendo al vacío en caída libre.

Caída Libre. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora