El café que ordenó mi padre está humeante frente a mí así que tomándolo entre mis manos y llevándolo lentamente a mi boca le doy un sorbo, el café es seguro para mí además de ser mi alimento favorito en la vida, así que está bien. Hasta que observo como mi padre está esperando a que le dé al menos un mordisco al rollo de canela tibio frente a la mesa. Soy plenamente consciente de que no podré devolverlo después, no hay manera, a no ser de que un baño aparezca justo frente a mi y que tenga una excusa creíble para ir, funcionó en el aeropuerto pero dudo mucho de que sirva de nuevo.
-es solo que... -Empiezo a hablar pero me detengo. Es solo que le tengo pavor a la comida. Y no es voluntario, no puedo recordar cómo empezó pero ahora no puedo detenerlo.
-Tu puedes, pulguita. -Me dice mi padre mientras toma la mano que sostiene el tenedor entre las suyas. -Es solo un tonto rollo de canela. -Me sonríe mientras respiró hondo antes de zafar mi mano de entre las suyas para poder picar la bola de carbohidratos en frente de mí.
Cada bocado es peor que el anterior y básicamente lo único que hago es tragar todo casi sin masticar, con la esperanza de que termine lo antes posible.
Duele.
Comer duele, y no psicológicamente; es un escozor que se extiende desde la raíz de mis dientes por mi lengua, adormeciéndola, y llegando a mi garganta, haciendo que queme. Siento mi faringe y la boca de mi estómago en llamas. Mi estómago está anudado y siento como la bola de comida se ha atascado antes de entrar allí.
Me obligo a acabar todo el pedazo servido en el plato y dejó el café de último para pasar el mal sabor de boca. Mi padre me mira orgulloso pero yo no puedo sentir más que asco y repulsión por mi misma.
-Gracias, hija. -Habla mientras me aprieta la mano gentilmente y la consiente con su pulgar. Oigo que dice algo más pero mis oídos han empezado a zumbar y no puedo seguir oyéndolo. Me siento asqueada y asquerosamente llena, es como si de repente mi estómago hubiera crecido cinco tallas y estuviera a punto de explotar. Siento que necesito correr y no parar hasta estar lo suficientemente mareada para que la comida se devuelva por sí sola, correr hasta que pueda desaparecer. Pero solamente cierro los ojos y respiro profundo apretando la mandíbula mientras mi mente sigue arrojando palabras poco amables hacia mí misma.
Así es cada comida, cada maldito bocado.
Así ha Sido por casi tres años.
Cuando puedo levantarme puedo sentir a mis pies casi corriendo fuera de allí y una vez fuera agradezco las gotas de lluvia que salpican mi cara, me quedo allí un par de segundos esperando a papá quien al parecer acaba de hacer su primer amiga, observo por la ventana mientras se estrechan las manos sonrientes, después de esto sale por la puerta y me alcanza rodeándome con su brazo bajo su regazo para que no me moje y nos guía rápidamente a la puerta del coche.
-¿lista para conocer nuestra nueva casa? -Pregunta mientras enciende el auto, incapaz de ocultar su emoción.
por favor sácame de aquí, pienso mientras intento relajar mi postura.
-Por supuesto. -Susurro, mientras me abrocho el cinturón y fijo mi mirada en la carretera. El día aun no termina.
El trayecto de la pastelería a casa es bastante más corto, solamente un par de minutos. Está en la avenida Victoria al Este de la villa y papá dice que es una de las zonas más pintorescas del lugar, en cambio, para mi es más de lo mismo; las casas clásicas de no más de dos pisos, árboles dentro de los árboles, y un tanto de bosque más allá.
Nuestra casa no es diferente del resto, paredes de ladrillo azul pálido, con marcos blancos recién pintados y ventanas más grandes de lo que hubiese gustado, sería fácil espiar dentro si algún intruso lo deseara y me hace sentir un poco incómoda.
-Tenemos cortinas, ¿verdad? -Pregunto luego de que mi padre se ha estacionado en el camino de entrada, desabrochando mi cinturón antes de bajar del auto. Intento abrir la puerta, pero allí está de nuevo el maldito seguro para niños. ¡Oh, por favor!
-Claro que sí, además de alarma en cada puerta y ventana, puedes estar tranquila. -Dice con aire jovial mientras baja del auto. Que afortunado es, él sí puede bajar del auto como una persona normal. Rodea rápidamente el auto y me abre la puerta. Bajo casi pateando el suelo y camino hacia el porche esperando que abra la puerta de entrada. Es un lugar bastante tranquilo, tan tranquilo que da miedo pero no quiero empezar a llevar a mis pensamientos por ese camino.
El porche es grande con piso de madera también pintada de blanco, con un par de solitarios muebles de exterior y bastante aroma a campo. Podría arreglarlo un poco cuando tenga algo de energía, aunque sé que que podría pasar bastante tiempo antes de eso. El interior por otro lado, es algo diferente, el piso es de mármol gris completamente reluciente, paredes blancas y muebles que complementan la paleta de color, todos grises, negros y azules profundos. La cocina es del mismo estilo, y me parece linda aunque sé que no va a ser de los lugares que frecuente más, a no ser que mi padre me obligue, y sé que por supuesto lo hará. Las dos áreas son divididas por una escalera que guía al segundo piso, donde supongo estan los cuartos, y entre la escalera y la cocina hay un pequeño pasillo que lleva a un pequeño cuarto, me animo a espiar y veo una oficina adoquinada llena de libros y un gran escritorio.
-Linda oficina. -Silvo con admiración y paso mis dedos por el marco de la puerta, antes de seguir y encontrarme con la puerta trasera que guía al patio de la casa. Nada que ver salvo por un inmenso abedul que está empezando a perder sus hojas y un inmenso charco formado por la lluvia entre el pasto que se extiende por todo el área. En mi camino de vuelta me doy cuenta de un discreto baño para invitados bajo la escalera y rápidamente me aseguro de que sea a prueba de sonido.
-Tu cuarto es el del fondo del pasillo en el piso de arriba. -apunta mi padre quien se está quitando el abrigo mojado en la entrada de la casa, así que apoyandome del pomo de la escalera para dar un giro, termino de cara a la escalera, haciendome mi camino hacia arriba.
Me fatigo un poco al terminar el tramo de la escalera, pero lo disimulo un poco para no alarmar a mi padre, quien sé que está observandome desde abajo. Camino en la dirección que me indica y abro la puerta a mi nuevo cuarto. Lo primero que noto es el olor a pintura fresca. las paredes son de un gris claro que combina con la alfombra de felpa color crema bajo mis pies, el espacio es ridículamente grande, con unas ventanas tan grandes como la de la primera planta que dan a la parte de atrás del jardín, al menos tengo una vista decente. La cama del lado izquierdo es grande, llena de almohadas y la ropa de cama es de color neutro también, aunque pienso que un poco de color no le caería mal. Una mesa de noche a cada lado. A mi lado derecho hay unas puertas blancas que supongo son el ropero, y sé que permanecerá bastante vacío por un tiempo. Aunque lo que más me sorprende es el hecho de que me ha permitido tener un baño privado, No es bastante grande, pero es suficiente para mi.
-Gracias, papá. -Digo sin dar la vuelta, sé que esta justo detras de mi. -Es lindo. -Es bastante parecido a un cuarto de hospital premium, pero puedo acostumbrarme.
-Puedes decorarlo como tu quieras. -Dice parándose a mi lado, me pasa el abrigo que ha estado cargando desde que llegamos y pone mi pequeña maleta junto a mis pies en el suelo. -Te daré un poco de espacio para que te instales. -Me da un apretón gentil en el hombro, se da la vuelta y sale de la habitación cerrando la puerta detrás de él.
Me quito las botas sin desamarrarme los cordones primero, me deshago del suéter enorme y de los vaqueros. Necesito un baño. Pero antes, ¿Aún no ha pasado una hora desde que comí esa maldita bola de carbohidratos y grasa, verdad?
Ato mi cabello y me dirijo al váter.
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Caída Libre. [TERMINADA]
Novela JuvenilLos maestros suelen decir que existen diferentes tipos de inteligencia: Hay inteligencia musical, artística, académica, intra e interpersonal, etcétera. Y Erin es una chica bastante inteligente, pero no entra en ninguna de esas categorías. La inteli...