4(2/2) Clichés Anorexicos.

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El espacio es bastante pequeño; solo cabe un escritorio de vidrio opaco con una pila de libros encima, una vieja computadora de escritorio en el centro que esconde a la persona detrás y junto a la puerta un mobiliario con una planta algo marchita de aloe vera encima.

-Me dijeron que debía venir a una entrevista con usted. -Hablo en voz baja, esperando que no me oiga y que pueda salir de aquí.

-¡Erin, bienvenida! -Dice y se pone de pie, saliendo del anonimato detrás de su computadora. Es una cuarentona de baja estatura y piel blanca como la leche, cabello negro liso perfectamente peinado hacia atrás y que llega casi hasta el suelo. Tiene ya un par de arrugas en los ojos oscuros y unas pronunciadas ojeras que se esfuerza mucho en cubrir con maquillaje. Me sonríe también evaluandome de pies a cabeza, lo cual me parece muy poco profesional y se estira sobre la mesa dándome la mano. -Soy Hope. -Dice y por más que quiera dejarle la mano estirada me esfuerzo por ser normal y se la estrecho, es solo entonces cuando me doy cuenta que estoy helada. -Hope Sanders. -Me suelta la mano y vuelve a su asiento, yo me quedo de pie esperando que eso haya sido todo, hasta que ella me obliga de manera pasivo-agresiva a sentarme y empieza a hablar de nuevo.

-Así que, ¿California? -Pregunta y yo asiento con la cabeza, echandome para atrás en la silla.

Esto tomará tiempo.

-¿Porque viniste a Holmes Chapel? - Pregunta y suelto un bufido por lo bajo.

-¿Eres de inmigración, acaso? -Escupo pero me arrepiento en cuanto lo digo, ¡Sé normal, joder! me grito a mi misma, así que carraspeó y me corrijo: -Lo siento, estoy un poco nerviosa. -Miento. -Vine por el trabajo de papá, hace mucho tiempo quería vivir con él, así que me pareció una oportunidad perfecta.

Ella me sonríe y empieza a anotar en su computadora, en lo que supongo será mi expediente escolar. Cuando ha terminado, aparta sus manos del teclado, me mira y se acomoda las gafas antes de decir:

-¿A ti te gusta tu cuerpo? -Suelta sin más y espera mi respuesta. Me ha dejado totalmente fuera de lugar, expuesta, desnuda y demasiado frustrada. ¿Que clase de profesional es esta? ¿Que los loqueros no desarrollan primero una relación de confianza con sus pacientes? ¿Es esto una jodida broma? Me quedo esperando que se ría y me diga que es una cámara escondida o algo, pero no ocurre, lo cual me deja aún más fuera de lugar, ¿Que espera que le responda? ¿Acaso espera que me desahogue con ella y le cuente todo lo que pasa por mi mente todos los días? Ni hablar.

Ella parece complacida por mi reacción, como si me hubiera noqueado y hubiera ganado un round de boxeo. Me hierve la sangre, y si hay algo que me enoje más es el hecho de que contraten a este tipo de profesionales para que lidien con algo tan serio como la salud emocional de los jóvenes , es algo macabro. Pero me las arreglo para no perder la compostura y aunque siento que han pasado siglos desde su pregunta me las arreglo para responder tranquilamente:

-¿Y a usted le gusta el suyo? -Pregunto y ella parece confundida, fuera de lugar, para nada se esperaba que respondiera de esta manera.

-No entiendo tu pregunta. -Dice pero sé que también se lo ha pensado muy bien antes de responder, porque se ha puesto roja y se ha arreglado el cabello detrás de las orejas antes de seguir tecleando.

-Y yo tampoco entiendo su actitud tan poco profesional. -Empiezo a hablar pero me obligo a pausarme y a elegir muy bien las palabras que debo decir, ella no quiere que sea sincera, sino se hubiera esforzado en entablar una buena relación conmigo antes, ella, tal y como lo dijo mi padre, es una mera formalidad, así que le doy lo que quiere escuchar: -Mire, la autoestima es un sentimiento demasiado frágil, sobretodo a esta edad, es una lucha constante, ahora me siento bien, pero espero seguir dando lo mejor de mi para hacer que sea aún mejor. Usted me entiende. -Sonrío falsamente y ella deja de escribir para asentir con la cabeza y devolverme la sonrisa, tal parece que su falta de profesionalismo es solamente porque es estúpida. me ha creído, o finge muy bien que lo hace.

-Pareces muy madura para tu edad. -Dice y asiento apretando la mandíbula. Me quiero ir.

-Siempre me lo han dicho. ¿Es todo? -Pregunto y me voy sentando al borde de la silla lista para salir de ese lugar.

-Aun me quedan un par de preguntas más, pero podemos continuar la otra semana. -Declara y se gira hacia su impresora en el suelo antes de pasarme un papel con mi horario de clases y los salones.

¿Habrán más de estas sesiones de mierda?

Mierda.

Tomo el papel y me pongo de pie, he empezado a asfixiarme. -Hasta luego. -Digo y me dirijo a la puerta.

-Un placer conocerte. -Habla demasiado fuerte pero yo no me doy vuelta. -Bienvenida al Colegio Franciscano de la Sagrada Familia... -sigue hablando y doy un portazo antes de bajar las escaleras corriendo y finalmente poder salir de este lugar.

Atravesando el patio del edificio central suena la campana y los estudiantes son liberados de las aulas como presos que cumplen su condena, todos bajando las escaleras tan rápido que en menos de un minuto me encuentro rodeada de testosterona y estrógenos en su máxima expresión. No me siento preparada para lidiar con más gente ahora y quiero a toda costa evitar que se fijen demasiado en mí así que mantengo la mirada clavada en el suelo pendiente de no tropezarme con mis propios pies, levantando la cabeza solamente cuando necesito esquivar a alguien.

Entonces lo veo de nuevo, Holden está de pie a escasos metros de mi, vistiendo su uniforme de pantalón a cuadros color crema y su suéter de color café, se ve mucho más joven que cualquier otra vez que le haya visto, con su mochila JansPort color vinotinto, riendo despreocupado y conversando con lo que supongo son su grupo de amigos, cuando estoy pasando frente a ellos uno de los chicos que lo acompaña se fija en mi, examinandome algo espantado, Holden parece curioso por la forma de su cara, así que sigue el curso de su mirada, girando su rostro en mi dirección. Me ve y me sonríe como si fuéramos amigos, pero después de la forma en la que me han visto las personas que lo acompañan, le haría un favor al ignorarlo, y eso hago. Me esfuerzo por no ser intimidada, a veces la mejor manera de ganar una batalla es no peleandola, así que, paso frente a ellos a paso rápido, casi escondiendome, y un par de segundo después estoy fuera del instituto.

Espero no perderme de nuevo, necesito un teléfono. Pienso y me arrepiento de haber roto el mio con un martillo, digo, no era de última generación, así que hubiera podido solamente quitarle la memoria y ponerle una nueva con otro numero de teléfono. Me hubiera servido para poner google maps.

De camino a casa veo una farmacia en la esquina de la calle; es una casa blanca de una planta con el techo, puertas y marcos de la ventana de color verde pálido, y antes de que pueda ser consciente de mis pies me encuentro pasando la calle para entrar. Al empujar la puerta me siento bastante inquieta, pero logro disimular cuando la cuarentona morena tras el mostrador me ve dirigiéndome a la sección de las pastillas. Paso las puntas de mis dedos por todos los frascos y pequeñas cajas en los estantes ordenados por mecanismo de acción, tomo el Bisacodilo a penas puedo reconocerlo y camino de vuelta al mostrador. Sé que no debería comprar de esos, porque son una porquería para el organismo, pero me prometo a mi misma que solo será en casos de emergencia.

-¿Necesitas algo más? -Pregunta pasando la caja por el escáner de precios, claro, despues de haberme observado de arriba a abajo, dudando de si debía venderme las pastillas o no.

-Chicles. -tomo los Trident de yerbabuena que son mis favoritos de siempre y los añado a la compra antes de salir.

Soy una anorexica tan chiclé.

Llego a casa con un par de minutos de ventaja para poder esconder la caja de laxantes debajo del colchón y darme un baño decente antes de que Arthur llegue de la agencia.

Caída Libre. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora