6 (1/2) Un mordisco no te va a volver obesa

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Donde quiera que mires hay personas como yo, algunas lo ocultan mejor que otras, otras muchas son parecidas a mi y sinceramente ya no nos importa ser descubiertos. Dicen que lo hacemos para llamar la atención, en busca de afecto, amor y cuidado, y sinceramente no le encuentro sentido. Nadie, jamás podría lograr esto siendo el centro de atención. Hacemos esto en busca de tener el control, de ser superiores, puras, impolutas.

Hacemos esto en busca de perfección, no atención.

Para cuando mi padre llama a mi puerta para levantarme ya llevo más de dos horas despierta, haciendo abdominales, sentadillas, corriendo en círculos por mi habitación desnuda y con las ventanas abiertas, dejando que el frío mañanero me cale los huesos y queme la energía de mis depósitos de grasa.

Me meto al baño y tomo una ducha de agua fría, me envuelvo en una toalla antes de salir y cuando abro la puerta lo encuentro sentado en el borde de mi cama, frente a mi, con la báscula entre las manos, lista para ser usada.

—Adoro tus cálidos buenos días. —Escupo intentando no tiritar.

—Buenos días pulguita. —Saluda apenado. —¿Descansaste bien? —Pregunta intentando parecer amistoso, pero en realidad siento que acaban de violar mi privacidad.

—Claro. —Miento y sonrío de lado, pasando una toalla pequeña sobre mi cabello mojado para secar las puntas. —¿Quieres pesarme hoy? Pregunto y señalo al aparato electrónico sobre sus piernas. —¿No crees que lo esté haciendo bien? —Trato de sonar casual, pero me siento descubierta, las marcas en mis manos van de rosadas a moradas, casi negras, así que la escondo tras la espalda.

—Lo estas haciendo muy bien, pulguita, es solo parte del trato. —Se encoge de hombros y se pone de pie, poniendo la báscula en el piso, fuera del tapete de felpa para evitar cualquier clase de error.

—Oh. —Suelto ladeando la boca, pensando en una manera de salir bien librada de esto. —¿Te molestaría que me vista un poco antes de hacerlo? —Pregunto esperando una respuesta afirmativa, él solo me señala brevemente con el dedo, ya sé lo que dirá, así que lo digo por él. —Ya sé: nada de ropa pesada, sin medias o zapatos. —Sonrío. —Me tomara solo un minuto.

Cuando finalmente ha caminado fuera de la habitación pasó el pestillo por la puerta discretamente antes de saltar hacia la báscula y esperar el resultado real.

37,6 Kilos.

No puedo creer que solo haya bajado medio kilo desde la última vez que me pesé, ¿Es una broma? Me siento frustrada, pero no tengo tiempo de lidiar con esto ahora.

Así que tomo mi ropa interior y cubro mi cuerpo asegurandome de que no se vean los moretones y raspones que producen mis huesos al acostarme en la cama cada noche, y despues corro al baño, llenando mi estómago con agua de la llave tan rápido que siento que voy a vomitar, sé cuantos tragos de agua son un litro y me aseguro de tomar el triple de eso; eso traduce tres kilos más: 40,6 kilos. Eso no es suficiente, mi padre va a matarme, así que se me ocurre esconder un par de discos de plata que se usan en carpintería entre mis casi inexistentes pechos, lo que traduce medio kilo más. 41,1 Kilos. Eso tendrá que ser suficiente por ahora.

Abro la puerta justo cuando él va a tocar, y le sonrío de nuevo, ya me duele la cara de tanto fingir.

—Acabemos rápido con esto, tengo hambre. —Pongo mi toalla a un lado y me subo en la báscula, aguantando el aire y mirando para abajo hacía el numero para ganar más gramos, cada gramo cuenta.

—Que bien, porque te prepare panqueques. —Dice mi padre en un intento de restarle importancia a esta humillación, mientras mira al número rojo reflejándose en la pantalla digital. Me arrepiento de haberle recomendado este aparato, debí haber mentido para que comprara una mecánica.

—Terminamos hija. —Dice después de ver satisfecho el número, cada quien elige que creer, y él ha decidido ignorar los hechos para confiar ciegamente en un número de tres cifras significativas. —Lamento ponerte en esta posición, tu sabes que solo quiero cuidarte.

—Podríamos hacer esto menos humillante tal vez. —Bajo de la báscula y me encierro en el baño. Más que por enojo, porque estoy a punto de estallar, y aunque no haya comido nada lo dejo salir todo, me siento asqueada, vomitar comida sólida es una cosa, vomitar agua y ácido estomacal es algo totalmente diferente, ya me puedo imaginar el bajón de defensas, los mareos, y puedo sentir la migraña empezando a tomar su lugar detrás de mis ojos, así que tomo una aspirina y tomándome un momento para lavarme los dientes, la cara, además de morder mis labios y pellizcar mis mejillas en busca de un poco de color salgo de nuevo, lista para enfrentar otro día de porquería.

Maggie y Leo me han ayudado a ponerme al corriente en la escuela, para mi no representa un problema a ser buena académicamente, desde que mantenga mi mente distraída de la comida. Aunque se me hace difícil escapar a la hora del almuerzo, pero la excusa siempre es la misma: "Papá prefiere que coma con él, para que pueda vigilar que coma todo." Es la primera vez que le saco provecho a mi trastorno alimenticio para contribuir a mi trastorno alimenticio y es irónicamente maravilloso.

Respecto a gimnasia, me las he arreglado todas las clases para escapar de las garras de la señora Rumel, cada vez por algo diferente; cólicos, diarrea, menstruación, migraña, la lista es interminable, pero no es difícil de creerlo con mis ojeras y mi palidez icterica, de nuevo, sacando provecho.

De lo único que no puedo sacar provecho es de lo que ha pasado con Holden, más bien, de lo que no ha pasado con él por mi actitud de mierda, desde hace dos semanas no lo he vuelto a ver, ni en la escuela, ni merodeando por el vecindario en el auto de la panadería. sé que debo pedir disculpas, sé que debo excusarme por lo que dije, él estaba tratando de ser amable así hubiera sido por lastima, y yo lo trate como a una basura. A decir verdad no está en mi naturaleza excusarme por ser quien soy, pero sé que puedo ser muy bocona sin intención, es como si al haberme caído de la cuna cuando era pequeña el filtro entre mi cabeza y mi lengua se hubiera echado a perder. Necesito arreglar esto, pero no sé cómo hacerlo. Como dije; no esta en mi naturaleza.

—¿Y tu a quien buscas tanto, niña? —Pregunta Leo mientras da un mordisco de uno de sus experimentos culinarios con semillas de no sé qué.

—Nadie. —Respondo seca y extiendo mi mano en su dirección. —¿Estás segura de que eso no te va a hacer daño? —Ella parece ofendida, pero me causa gracia su expresión. Maggie comparte mi chiste en secreto.

—Eso dices porque no has probado nunca ninguna de mis delicias. —Dice antes de tragar, entonces sus ojos se encienden y me mira con una sonrisa burlona. —Ten, pruébalo para que te calles de una vez. —en su mirada baila el desafío.

—Leo, yo no... —Empiezo a hablar pero ella me interrumpe.

—Vamos Erin, si no lo haces vas a tener que dejar de saltarte la clase de gimnasia. —Ruedo los ojos, porque ella sabe que es imposible verme en ese traje de baño beige de una pieza. Después de pensarlo casi que un segundo eterno extiendo la palma, ella sonríe satisfecha, parte un pedazo de su experimento y lo pone allí, en mi palma sin carne.

Yo solo observo.

—Basta ya, solo metete el maldito pan a la boca, en serio me está ofendiendo tu falta de confianza, un mordisco no te va a volver obesa, bruta. —Me ordena y sin darle más vueltas al asunto llevo el trozo de harina a mi boca. Puedo sentir la textura harinosa, la leve sensación grasosa y la crocancia de las semillas. Y aunque la voz de mi cerebro me grita que lo escupa me permito mandarla a la parte trasera de mi hipotálamo y disfrutar esto, digo, no es un milagro culinario pero mi cara de aprobación lo dice todo, ella se echa hacia atrás en su asiento, satisfecha. —No digas nada, solo disfrutalo.

Después de tragarlo Maggie me comparte un poco de su limonada baja en calorías, se ve bastante entretenida con nuestra pequeña escena.

Caída Libre. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora