6 (2/2) Los bichos raros se disculpan

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El almuerzo pasa sin ningún otro contratiempo y me encuentro pensando en una manera de saltarme la clase de Rumel mientras caminamos al gimnasio con nuestras mochilas. Maggie adivina mi pensamiento al verme mordiendo los labios impaciente.

—¿Se te están acabando las excusas Lash? —Al principio siento su tono de burla, pero luego ve el miedo pasando por mis ojos y me detiene en el camino.

—No quiero que se burlen de mi, Maggie. —Admito sintiéndome avergonzada. Ella solo me observa, sé que es una persona que expresa cariño físicamente y seguramente esté pensando en abrazarme, pero no tolero el contacto físico con alguien que apenas conozco, y ella lo entiende.

—Sé cómo te sientes Er. —Admite también y es solo cuando ella lo dice que me doy cuenta que su peso y sus marcas de acné son algo que también la afecta, que no soy la única que probablemente esté pasando por algo similar respecto a su imagen corporal y su autoestima, recuerdo que esta es una edad muy difícil donde se forma nuestro carácter y que hay personas que no la están pasando bien, igual que yo. Entonces, sin pensarlo mucho me acerco y cautelosamente la rodeo con mis brazos de fideo, ella parece sorprendida.

—Todos a esta edad son unos cretinos, ¿Sabías eso? —Le digo y suelta una risita mientras terminamos nuestro abrazo. —Todos hablan de dientes para afuera, critican y dicen cosas crueles sobre las demás personas, pero en el fondo están igual o más asustados que tu y yo.

—Nadie se atreve a mencionar mi apariencia, ¿Sabes? Pero eso no detiene las miradas extrañas de lastima o asombro. —Confiesa encogiéndose de hombros. Me siento extrañamente familiar con sus palabras y eso me hace sentir, familiar, alguien aquí es capaz de entenderme, de compartir mis emociones, y de repente este Silent Hill ingles empieza a parecerme menos lúgubre.

—Que se jodan. —Digo de repente y la tomo del brazo. Caminando más rápido hacia la piscina cubierta.

—¿Que estas haciendo? —Pregunta entre risa y curiosidad.

—Hoy no serás el único bicho raro que salte al agua.

Envalentonada por mi acto de amistad pasamos la clase entre miradas que por primera vez no van dirigidas a Maggie comparándola con el cuerpo escultural de Leo, sino en mí, y en mis similitudes con la Parca. Se siente bien hacer algo por alguien aparte de la anoréxica que vive dentro de mi de vez en cuando. Pero agradezco que la clase termine rápido, así podré volver a esconderme de nuevo bajo cinco capas de ropa.

—Gracias por hacer eso. —Dice Maggie y me sonríe mientras caminamos fuera de la escuela.

—Fue muy valiente, ¡Me hacen sentir tan orgullosas chicas! —Dice Leo y pone en la mitad de las dos, abrazándonos a cada una con un brazo. —A eso llamo feminismo cooperativo.

Entonces recuerdo esa charla con Holden y que aún debo pedirle disculpas.

—Oigan. ¿Saben como llegar a W. Mandeville? —Ambas me miran curiosas.

—No vas a comprar rollos de canela, ¿o si? —Maggie pregunta sarcástica y aunque en otra persona lo encontraría ofensivo, en ella resulta bastante gracioso. Me gusta cómo me ayuda a restarle importancia a esto. Es decir, sé que gente muere por esto a diario, pero me gusta que no sea lo más representativo de mi como persona.

—Callate, bruta. —La empujo y carraspeo antes de continuar. —No sé si sea muy psicópata, pero, necesito pedirle disculpas a alguien que trabaja ahí. —Ambas comparten miradas curiosas.

—¿Holden Evesham? —Preguntan al unísono y asiento lentamente, no sé si el tono que usaron sea muy bueno o sea muy malo.

—Es un chico dulce, algo soso, pero es dulce. —Dice Leo y mira a Maggie antes de continuar. —Bien, creo que, si quieres saber cómo llegar, y creo que hablo por las dos: es de carácter casi pedagógico que nos enteremos cómo diablos se conocen y qué diablos pasó entre ustedes. —No sé porqué, pero sabía que dirían algo así.

Suspiro algo desesperada antes de empezar a hablar.

—básicamente la historia se resume en esto: fue la primera persona que conocí al llegar aquí y no pude dejar de ser una bastarda con él hasta que fue muy tarde para que me siguiera dirigiendo la palabra. —Me encojo de hombros y Maggie hace un puchero.

—Nuestra chica ruda fue muy lejos, ¿verdad, Leo? —Pregunta y ella asiente. —Debemos ayudarla.

—Vamos linda, no solo vas a disculparte, vas a dejarlo babeando. —Dice Leo y empezamos a caminar, entonces caigo en cuenta de que ellas piensan que me gusta.

—Leo, él no me gusta. —Aclaro rápidamente. —Solo quiero disculparme por ser una hija de perra con él.

—Oh, así no te guste. —Se corrige rápidamente, restándole importancia con un gesto de mano. —Una disculpa debe tener una buena carta de presentación, no puedes ir con estas fachas.

Las llevo a mi casa y después de cincuenta y tres minutos de producción extrema me encuentro lista para hablar con Holden, al menos en apariencia, porque no tengo idea de lo que voy a decir.

Leo me ha puesto un saco tejido color rosa, una falda de flores que cubre media pierna y a falta de mejor calzado me ha dejado usar mis botas militares.

—Agradeceme despues, cariño. —Descansa sentada sobre el borde de mi cama y apoya su codo sobre sus piernas cruzadas mientras se mira las uñas satisfecha.

Antes de salir les invito un par de corazones de hojaldre que estaban en la alacena, claramente solo ellas comen, pero me aseguro de dejar la caja afuera y abierta antes de salir, así podré saltarme la cena, maravilloso. Debo traerlas más seguido.

—Queremos saber cada detalle, ¿Entendido? —Maggie me amenaza con su dedo regordete mientras sigue a Leo dentro del autobús y yo asiento antes de que las puertas se cierren.

Me han hecho un mapa del camino que debo seguir para llegar a W. Mandeville en una hoja arrancada de mi libreta de bocetos, claro, después de haber elogiado mi talento con el carboncillo, y aunque no hay nada que me enoje más que el que toquen mis cosas privadas, supe que era para un buen fin.

Siempre supe que mi personalidad me traería problemas, y siendo este caso solo una prueba más, me preparo mentalmente para hacerle frente; sinceramente no sé cómo hablarle, que decirle o siquiera si va a querer hablar de vuelta conmigo.

Intento pensar en todas las probabilidades, pero antes de poder analizarlas todas me encuentro de pie frente a la gran ventana de vidrio observando a Holden del otro lado, vistiendo su estúpido uniforme, con harina en la punta de la nariz y sobre la mejilla derecha mientras pone glaseado sobre un panecillo. El estómago se revuelve dentro de mi y me empiezo a sentir algo mareada, evidentemente estoy nerviosa y el hecho de que mis niveles de cortisol se encuentren más elevados que de costumbre, añadiendo el hecho de mi ayuno prolongado y mi vómito de ácido estomacal hace doce horas, siento que no estoy yendo por un buen camino. Sin embargo, tomo toda la valentía que me queda y de alguna manera encuentro mi camino dentro del local.

La puerta cerrándose detrás de mí atrae su mirada en mi dirección, eso es todo, no hay vuelta atrás, no puedo escapar de los ojos color esmeralda que me tienen atrapada bajo su mirada.

Caída Libre. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora