4 (1/2) Ligera como pluma, literalmente.

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Puedo llegar sin ser descubierta a mi habitación, ligera como pluma, literalmente. Una vez adentro y con la puerta cerrada me tomo el tiempo para evaluar los daños, de pie frente al espejo examino mis piernas, mis brazos, tronco y rostro, todas y cada una de las partes llenas de rasguños y moretones, me siento como si una máquina de demolición me hubiera pasado por encima y Jack el Destripador hubiera venido después a terminar el trabajo con un hacha.

Me arrepiento de no haber valorado a mi cama hace casi cinco horas tanto como lo hago ahora pero justo cuando estoy caminando hacia mi tan ansiada cama tres golpecitos tímidos en la puerta me hacen detener mi recorrido.

-Toc, Toc. -Dice papá golpeteando su pulgar contra la madera mientras asoma tímidamente su cabeza. -¿Puedo pasar? -pregunta.

-Creo que lo harás de todas formas. -Escupo mientras me giro para verlo.

-Pensé que estabas dormida. -Se disculpa y camina a mi lado despacio y en silencio, parece que está acercándose a un animal herido.

-Me despertó el frío. Me he levantado a cerrar las ventanas. -Miento. Miento tan fácil que hasta yo podría creerlo. -¿Necesitas algo? -Pregunto. Por favor ve directo al punto.

-Nada en especial. -Carraspea antes de empezar a hablar. -Quería decir buenos días, solo quería asegurarme de que todo esté bien. -Pues no están bien, papá. Pero si lo que querías saber es si no me he suicidado; no, aun no he podido hacerlo y es por eso que he decidido matarme de a pocos.

-Oh. -Es lo único que puedo decir. -En fin, gracias por venir. Creo que volveré a la cama. -me giro sin hacer contacto visual y camino la poca distancia hasta mi cama, lanzándome sobre el colchón.

-En realidad. -Comienza a hablar y la expresión en su rostro me preocupa bastante. Parece emocionado. -He conseguido que la secundaria te acepte antes de finalizar el curso. -Se sienta a mi lado en la cama yo palidezco, aún más.

-Pensé que tendría que repetir el curso el año que viene. -Digo rápidamente, pero mientras proceso lo que va saliendo de mi boca me doy cuenta de que sería bastante estúpido repetir un curso y pasar más tiempo en esa cárcel.

-Lo sé, ¿y no es genial? -Pregunta fascinado. -Tendrás que ponerte al corriente, claro, pero sé que lo lograrás. -Me sonríe pero yo no puedo hablar. Maldita sea. -La citación es a las nueve, la idea es que te familiarices con los salones, pero las clases empiezan mañana.-Me mira esperando que pueda decirle algo. No digo ni una sola palabra. -Creo que debería dejar que te prepares. Te veo en un rato para desayunar, pulguita. -Se inclina para darme un besito en la frente, se pone de pie y deja la habitación.

Mierda.

No hay tiempo para descansar, así que levantando de nuevo mi arañado trasero del colchón me pongo a mi misma dentro de un par de un par de vaqueros que solían entallarme las caderas , cuando solía haber carne ahí, acompañado de mis clásicas botas y una camisa de cuadros verdes y negros que agarré de la tienda segunda mano, es lo más arreglada que me puedo ver para ir a la secundaria.

-Casi me olvidé que tenías jeans. -Dice mi padre al verme bajar por la escaleras desde la cocina mientras sirve el desayuno para los dos. Su manera de desearme buenos días es bastante original.

-Estos se colaron cuando salimos de California. -Medio sonrío y me siento esperando a que esté lista la cámara de torturas, digo, el desayuno.

-Entonces... -Empieza a hablar y se gira en mi dirección sin descuidar lo que sea que tiene en la hornilla. -Después del desayuno te dejaré en la escuela pero antes tendras una breve entrevista con la doctora Sanders, aunque es una mera formalidad. -Declara nuestro plan de acción y se gira de nuevo.

-¿Quien es la doctora Sanders? -Pregunto pero él duda en responder.

-Una mera formalidad. -Se limita a decir, pero ya puedo hacerme una idea y la verdad esto no me está gustando nada.

-¿Y esta mera formalidad me va a psicoanalizar para ver que no esté loca? -dejo salir de pronto poniéndome a la defensiva.

-Vamos Erin, no empieces con eso, solo quiero ayudarte. -Se gira levemente mirándome por encima del hombro como tanteando el terreno, pero sinceramente me ha sacado de quicio.

-¿Cuánta pasta te han sacado para aceptarme casi al fin del año escolar? -pregunto irritada mientras siento como mi pecho se infla y se desinfla erráticamente. No responde y eso es suficiente para terminar de enojarme. -Te espero en el auto, se me ha quitado el hambre. -Escupo y me levanto de la silla, camino a la nevera y saco una manzana que nunca comeré y una botella de té de limón que nunca beberé, pero al menos quiero evitarme otro sermón el día de hoy.

Así es como se salta una comida.

El camino desde casa es bastante silencioso y cuando llegamos se ofrece a guiarme a la oficina de la loquera que me va a entrevistar, pero me niego rotundamente a hacer mi estadía en este lugar aún más notoria de lo que yo misma quisiera. Repasemos los hechos: llegué casi al final del año escolar, mi acento delata que no soy una de ellos, soy bastante retraída a voluntad propia, por no decir que engreída, ah si, y peso casi 37 kilos.

La escuela es más amplia de lo que hubiera imaginado; con tres plantas de paredes color crema y pisos de azulejo claro, la luz entra por todos lados y aunque los días son siempre grises aquí las paredes y las luces disimulan un poco el ambiente deprimente, una vez adentro y después de inspeccionar superficialmente el lugar me encuentro con la estatua de la virgen María totalmente pintada de blanco mirándome desde la mitad del patio de baldosas color vinotinto que está justo en medio del edificio. Detrás de la estatua, al fondo del patio hay un portón enorme que lleva a la parte de atrás, con dos edificios más y las canchas de voleibol y basquetbol, todo eso rodeado de verde. Es más grande que mi anterior escuela en California, al menos se puede respirar mejor.

-¿Buscas a alguien? -Pregunta una vocecita tímida detrás de mí. Me giro y me encuentro con una chica bastante más pequeña que yo, con un impresionante cabello negro claramente cepillado y alisado que le llega al final de la espalda, de piel canela y unos diminutos ojos color negro que se esconden bajo sus mejillas redondas y gorditas.

-La doctora Sanders. -Respondo y veo como me mira de arriba a abajo, aquí vamos de nuevo.

-Su oficina es en el segundo piso, justo al frente de la fotocopiadora. -Me dice y con su dedo pequeño y redondo me indica el lugar.

-Gracias. -susurro y paso por su lado, pero me surge una duda repentina y me giro para preguntarle: -¿El uniforme es obligatorio? -Señalo la horrenda jardinera a cuadros color crema que lleva puesta con las medias, zapatos y saco de color café.

-No lo llevaría puesto por gusto, creeme. -Responde y suelta una risita tímida contagiosa antes de girarse sobre sus talones y seguir su camino. Hago lo mismo y en menos de dos minutos me encuentro golpeando tímidamente la puerta de metal que sostiene la placa dorada con el nombre de la loquera.

-Adelante. -Oigo su voz del otro lado y me tomo la libertad de un último suspiro antes de entrar.

Por favor, sé normal.

Caída Libre. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora