9 (2/2) Espectáculos Bizarros

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El aire del inicio de noviembre es sorprendentemente más frío de lo que alguna vez imaginé y mi escasez de grasa corporal lo hace todo aún peor, pero debo admitir que la atmósfera que ayuda a crear es hermosa; la niebla helada se combina con las luces de la feria, de los demás estantes y de los juegos mecánicos para la recaudación que hemos creado durante la última semana en el amplio espacio verde tras los edificios de la escuela, esparciendo los colores como si el aire tuviera color, haciendo un arcoiris en la tierra y desapareciendo a la gente como si se la tragara a tan solo unos metros de mi. Fantástico.

-Miren, la gente ha empezado a llegar. -Habla Maggie emocionada y agarra una trufa para darle un mordisco. -¡Cielos, esto sabe a gloria!, arrasaremos con este puesto. -Exclama de nuevo mientras da el último bocado.

-Me alegra que te guste Maggie, es un billete. -Holden bromea y le alcanza el recipiente de vidrio para que ponga su dinero allí. Maggie rueda los ojos y le pasa los dedos untados de chocolate y saliva por la cara logrando sacarme una carcajada.

-¿Podrían por favor no provocar una tragedia hoy? -Exclama Leo y los sacude con un trapo de cocina. -¡Gracias! -Escupe determinada y pasa por el espacio entre ambos para separarlos. - No sé cómo lo vamos a lograr, pero el éxito de nuestro puesto pesa sobre nuestros hombros, Erin. - Me agarra del brazo y me lleva hacia el otro lado del estante donde nuestra primera clienta se acerca a nosotras, es Elizabeth, una de las profesoras que está a cargo de la recaudación.

-Profesora Elizabeth. -Saludo amablemente. -¿ha decidido probar alguna de nuestras delicias? -Sueno patética, el acento y la manera de hablar de aquí ya se me están pegando.

-¡Claro! Todo se ve en verdad espléndido. - Dice con una sonrisa que no le toca los ojos, -¿Tú también probarás algo de esto? -Pregunta y puedo ver como de su boca empieza a salir lentamente el veneno dirigido en mi dirección, para nadie es un secreto que ella y la Psicóloga Hope a la que veo cada semana con una mentira distinta para justificar mi bajo peso son amigas y que dado a sus aburridas vidas no tienen de nada mejor que los escándalos estudiantiles. Leo solamente me sostiene con más firmeza del brazo. Pero antes de que pueda responderle ella decide dar la estocada final. -Oh, pero que cosas estoy diciendo. Tu no comes nada, ¿Verdad, Erin?

No soy capaz de decir nada, me ha dejado desarmada, me siento humillada, destrozada y débil.

-Claro, que come, profesora, ¿Qué cosas dice? es solo su tiroides. -Logra decir Leo finalmente casi igual de humillada que yo, sinceramente ya no quiero seguir ahí así que logró desabrocharme de su agarre y me doy vuelta, Holden y Maggie nos observan con esos brillantes ojos atentos, expectantes y antes de que pueda tocarme o decirme algo me dirijo fuera del estante, lejos de todos a el edificio central del colegio.

Una vez dentro de los baños del primer piso y cuando estoy a punto de darle rienda suelta a mi llanto, decido que este no es ni el primer ni el ultimo comentario que recibo acerca de mi enfermedad, que los adultos en su mayoria son las personas mas cerradas y menos indicadas para hablar del tema, así que decido volver y envalentonada por alguna fuerza mayor decido que nadie más que yo tiene el derecho o el poder de hablar, opinar o atacar quien soy.

-Er, justo iba a ir a buscarte. -Dice Holden y reconozco de inmediato esa mirada, he vuelto a ser el ave herida de nuevo.

-No te molestes, ¿Acaso crees que yo te necesito? -Escupo ironicamente y me arrepiento de lo que digo en cuanto veo como decide alejarse de mi con la vista pegada al piso, soy una hija de puta. -Escucha, lo lamento, ¿Okay? Lo que diga la gente me tiene sin cuidado alguno. -Miro en su dirección, pero me distraigo con lo que veo tras de él. Es un enorme pastel de chocolate que preparamos hace dos días para hoy, sé que me voy a arrepentir de esto, sé que puedo salir casi invicta de este mar de comida, pero no vivo de los "casi".

-¿Cuanto por la pieza de pastel? -Pregunto y no solo Holden sino Maggie y Leo me miran como si me hubieran crecido dos cabezas. -¿Que, no puede una chica comer su propio peso en chocolate?

-Er, no tienes que demostrarle nada a nadie. -Dice Holden rápidamente agarrándome por la muñeca.

-¿Qué te preocupa, Holden? Deberías estar feliz de que finalmente vaya a comer algo. -Su agarre se intensifica y me niego a ceder, así que como puedo me suelto y paso de él, busco en mi bolsillo y pongo un puño de billetes sobre la mesa, antes de tomar una bandeja y servirme más de lo que sé que puedo comer. -Quitate Holden, déjame pasar. -Digo firme cuando me giro de nuevo en su dirección mientras que Maggie y Leo nos miran atónitas en un silencio casi sepulcral.

Cuando dejo el puesto el frio de la noche me golpea y me revuelve los cabellos, siento un nudo en el estómago y a un par de ojos curiosos que se pegan a mi espalda mientras yo ni siquiera me tomo el tiempo en masticar, casi que estoy engullendo todo lo que puesto en la bandeja; pastel, brownies, galletas, muffins, magdalenas. Me lleva menos de diez minutos acabar con todo, menos de diez minutos en mandar el autocontrol de casi un mes rumbo a mi estómago con la bomba de calorías que acabo de ingerir, me toma menos de diez minutos acabar con todo, pero menos de dos segundos sentir la repugnancia apoderarse de mí, en la feria llena de luces y atracciones puedo sentirme como el espectáculo que más llama la atención, como el más bizarro de los fenómenos.

Todo empieza a girar a mi alrededor, las luces se hacen más brillantes y los sonidos más agudos, pero no es un mareo común, de los que siento momentos antes de desmayarme, no me hormiguea el cuerpo ni siento la sangre yéndose a mis pies. Es el mareo de un pico de glucosa posprandial que mi cuerpo no reconoce, los carbohidratos simples siendo absorbidos a través de mi mucosa intestinal que mi cuerpo ha empezado a rechazar y no pasa mucho tiempo antes de que la sensación se haga insoportable.

Necesito vomitar, necesito un baño.

Incapaz de vomitar en un baño portátil, porque puede que vomitar sea asqueroso, pero hay límites que ni yo me permito pasar, corro lo más rápido posible hasta el edificio central del colegio, de nuevo, y una vez a salvo en el baño de niñas me dejo ir.

Mi regla es no comer, pero si algún día lo hago me exijo a mi misma no dejar que esa basura pase más de veinte minutos en mi estomago.

Pongo mis dedos índice, corazón y anular en mi garganta porque los dos primeros ya no son suficientes para inducir el vómito y masajeando mi úvula casi con más pasión que cuando masajeo mi clítoris empiezo finalmente a purgar mi festín de hace menos de quince minutos. Las arcadas ya no son problema para mi, así que sigo una y otra y otra y otra vez hasta que ya no queda nada. Algunas veces siento que no puedo parar y sigo hasta que siento que mi estomago se va a dar vuelta al revés, o que sacaré mi garganta por mi boca.

Caída Libre. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora