Parece que solo han pasado segundos desde la última vez que estuve consciente, pero ahora todo es diferente, se siente distinto. La luz primaria ya no proviene de las grandes ventanas de la habitación, en su lugar son reemplazadas por luces blancas y deprimentes que titilan de vez en cuando.
Ya no siento la opresión en mi estómago y la cama en donde estoy acostada es mil veces mas cómoda que la anterior. Escucho el aparato transfiriendo mi frecuencia cardíaca tranquila y siento el soporte respiratorio colgado de mis orejas dando un airecito inútil a mis fosas nasales. Mi primer acto reflejo es quitármelo, porque es obvio que no me ayuda y que respiraría mejor sin él, pero unas manos cálidas y suaves me detienen.
—Déjalo allí, lo necesitas para respirar. —Reconozco su voz de inmediato, es mamá.
No, claro que no. Quiero responderle, pero no quiero empezar nuestro reencuentro con el pie izquierdo, así que lo dejo en su lugar y abro los ojos lentamente.
Empiezo a recorrer todo el lugar lentamente, explorando mi nuevo entorno: todo es gris y amarillo claro en un vago intento de darle un poco de vida a este lúgubre lugar. El sofá a mi derecha está hundido y tiene una manta de lana que está mal puesta sobre uno de los brazos laterales. Quien quiera que haya estado allí ha pasado mucho tiempo acostado. Entonces la miro a ella. Viste un saco holgado y lleva el cabello recogido en un moño desastroso. Tiene más canas que la última vez que la ví y sus ojos lucen bastante más cansados. Me siento terrible.
—Hola, mamá. —Saludo porque no se me ocurre nada mejor que decir.
—Hola cariño. ¿Cómo te sientes? —Pregunta y mi primer instinto es mentirle.
—De maravilla.
—No lo parece. Te ves cansada, deberías intentar dormir un poco más. —Sus manos me acarician el cabello revuelto y me observa como si me fuera a romper.
—No. —Afirmo rápidamente y mi primer reflejo es intentar sentarme pero ella me detiene. —¿Qué me pasó? —pregunto sintiendo el entumecimiento en cada una de mis extremidades.
—Por favor quédate quieta. Saliste de cirugía hace poco y necesitas guardar reposo.
—¿Qué fue lo que me sucedió Aura? —Pregunto haciendo acopio de todas mis fuerzas para sonar firme. Ella se acomoda de nuevo en su asiento, lejos de mí.
—Aún no lo sé. —Declara pérdida. —Los doctores dijeron que tenía que ver con una gran cantidad de bisacodilo en tu sistema y algo llamado poli... polo... —Se interrumpe a sí misma incapaz de recordar el nombre. —Tal vez debería llamar a tu padre para decirle que ya despertaste. —Dice pero niego con la cabeza.
—Tal vez más tarde. —Le digo y me acomodo en mi cama. Tratando de escapar del ambiente incómodo que se ha creado entre nosotras. Tal vez si debería volver a dormir.
—Escucha Erin, yo... —Empieza a hablar pero la interrumpo hablando casi al tiempo.
—Tenías razón, mamá. —Suelto mirando mis manos anudadas sobre mi regazo.
—¿A qué te refieres? —Ladea la cabeza, curiosa.
—No pude escapar de eso. En su lugar, lo he arrastrado aquí llevándome al hoyo a la gente que amo más. No he podido escapar de mí. —Empiezo a sollozar y ella llega rápidamente a mi haciéndose un espacio en mi cama para poder acunarme entre sus brazos como una niña pequeña.
—Yo también lo siento. —Me susurra luego de dejarme llorar desconsolada entre sus brazos por un par de minutos. Me obligo a mirarla limpiándome los mocos con el dorso de la mano. —Fui muy dura contigo, no quise escucharte y tal vez tenías mucho que decir. Y no es una excusa, es solo que una madre no espera ver a su hija así. No supe cómo reaccionar.
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Caída Libre. [TERMINADA]
Teen FictionLos maestros suelen decir que existen diferentes tipos de inteligencia: Hay inteligencia musical, artística, académica, intra e interpersonal, etcétera. Y Erin es una chica bastante inteligente, pero no entra en ninguna de esas categorías. La inteli...