Es el veinte de diciembre del 2015 y aún sintiendo que estuve aquí poco tiempo, soy consciente de todas las cosas que pasaron. De todo lo que viví aquí.
Fui capaz de ver algo más que números, calorías u oportunidades para vomitar. Fui capaz de enfrentar mis demonios, de perdonar a quienes me lastimaron, de entender que mis padres no son perfectos y que están lejos de serlo, pero que me apoyan y me aman sin condiciones. Y lo más importante, aprendí a perdonarme a mí. Fui capaz de ver más que solo defectos en mi misma y ahora sé que tal vez si tenga algo que ofrecerle al mundo, que ofrecerme a mí.
Aprendí que no todas las personas que entran a mi vida quieren hacerme daño, que hay personas buenas que me valoran y me aman por quien en realidad soy, que no me juzgan o me encasillan por una enfermedad, y lo más importante: que una verdadera amistad no se mide por la cantidad de tiempo que conoces a la otra persona, sino por cómo se apoyan mutuamente a lo largo de las experiencias que la vida va poniendo en ambos caminos mientras estos se entrelazan.
Entonces, mientras pienso en la amistad y el amor, sus recuerdos invaden mi mente; sus ojos verdes, sus hoyuelos, su risa, sus besos. Él. Recuerdo la primera vez que lo ví, un chico torpe que tropezaba con sus propios pies ¿Quién iba a pensar que podría enamorarme tan profundamente de él?
Una parte de mi alma y de mi corazón siempre pertenecerán a este lugar, a esos ojos verdes y a su manera de amar.
Mientras tanto, la otra parte de mi, vuela de vuelta a casa para recuperarse y decido que en honor a él y a lo que hizo por mí debo siquiera intentarlo.
Mientras el avión despega la lluvia torrencial nos opaca y nos cubre con su manto, haciendo esto más deprimente, como si de alguna u otra forma no fuera el momento de irme, como si aquí estuvieran tristes por mi partida.
Mi madre me acaricia la espalda y me pone el cinturón de seguridad porque al parecer soy incapaz de hacerlo sola, me encuentro en un estado vegetativo consciente en el que mi cuerpo camina respira y parpadea, pero mi mente no esta allí, mi mente se encuentra acurrucada con Holden en la playa viendo al cielo ocultarse como una moneda mientras hablamos de su familia y de la universidad.
Un frío repentino me golpea y me obligo a poner mis manos entre mis bolsillos. Es entonces cuando siento entre mis bolsillos una pequeña cajita de piel de durazno, la saco y la observo detenidamente.
—Es el regalo de cumpleaños de Holden para ti. Lo estuvo guardando por días para ti. Me pidió que te lo diera pero no supe como hacerlo.
Juego con este entre mis manos, dudando entre si debería abrirlo o si debería buscar una manera de lanzarlo desde el cielo para no verlo jamás, pero, el angelito de mi hombro derecho me ordena que lo abra.
De entre la pequeña caja de piel de durazno naranja se asoma una cadena dorada con dos dijes bailando en el centro con las leves turbulencias del avión; uno, es una pequeña hoja dorada con la misma forma de la que le regale durante nuestra primera cita y el otro es un pequeño ángel dorado como el de la fuente de Eros en nuestra primera parada en Londres. Entonces sus palabras vienen a mi mente, de nuevo:
"A pesar de todo el caos a su alrededor este ángel permanece solemne, guiando a las personas, brindando algo de luz propia en medio de todo este desastre."
Si tan solo pudiera decirle que él fue eso para mi; esa Luz, ese resplandor de esperanza en medio de mi desastre. Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás, si tan solo pudiera besarlo una vez más, si tan solo pudiera sentirlo contra mi piel una vez más, si tan solo...
Pero supongo que es imposible. Las decisiones que he tomado me trajeron aquí, a mi frío y duro asiento de avión. Con mi trasero de vuelta al lugar donde toda esta historia empezó, con un par de forzados kilos de más y un par de ojos verdes en los que no puedo dejar de pensar.
Holden me mostró la vida desde un perspectiva completamente diferente, me enseñó el riesgo y el caos que implica estar en este lugar, y que en muchas ocasiones puede ser un desastre, pero también me enseñó que vale la pena quedarse aquí, que los pocos momentos de belleza, paz y felicidad merecen la pena ser vividos, merecen la vida.
Me enseñó que la vida merece la pena ser vivida.
Y creo que esta vez, estoy lista para intentarlo.
Por él, por mis padres, por las personas que me echarían de menos si no estoy.
Por mí.
FIN.
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Caída Libre. [TERMINADA]
Teen FictionLos maestros suelen decir que existen diferentes tipos de inteligencia: Hay inteligencia musical, artística, académica, intra e interpersonal, etcétera. Y Erin es una chica bastante inteligente, pero no entra en ninguna de esas categorías. La inteli...