• CAPÍTULO 10 •

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Me dirijo al comedor. Huele delicioso a decir verdad.
Ruggero está en la punta de la mesa como siempre y los que los acompañan solo son Simón y Maxon.
Me siento y me sirven la cena; él no me mira, está apenado y lo sé.

—Escuché que vieron una película, nos hubieran invitado.

—Simón, tal vez querían momentos a solas.

—¿Cuál vieron?

—El santito. —Me apresuro a decir, y él me mira porque sabe que me estoy refiriendo a él y no a la película.

—Nunca escuché de esa.

—Es la película más aburrida, no se las recomiendo.

—¿De qué trataba?

—De un hombre que se hacía el santo.

—Ah.

—Si, suena aburrida.

Me gusta que sepa que hablo de él, y también me gusta que no diga nada y se mantenga callado.

Terminamos de cenar y me voy a mi habitación, ya no debo de tenerle miedo a nada, ya no se debe escuchar nada en la ventana.

Me acuesto de nuevo pero me sigue dando miedo.
No paro de mirar a la ventana en espera de que algo malo suceda.
Y efectivamente suelto un grito cuando abren la puerta de golpe; es un hombre armado.

—¿¡No sabes tocar la puerta!?

—La toqué pero no la escuchó.

—Qué quieres, ¿No ves que voy a dormir?

—El patrón la está esperando en su alcoba.

—¡Me vale madres el patrón! ¡Sal de aquí!

—Si señorita.

No debería de gritarle y lo sé, pero me ha sacado un gran susto que no se lo perdonaré.

Estoy por cerrar los ojos cuando...

—¡Mierda!—Se escucha que se raspa la ventana como si alguien pasara las uñas por ahí.

No lo dudo y salgo de mi habitación corriendo a la de Ruggero, metiéndome en su cama.

—Me informaron que dormirías en tu alcoba, ¿Qué pasó?

—Tu casa está embrujada, eso pasa.

—No está embrujada, son ruidos normales.

—Ruidos que no se escuchan aquí y curiosamente sí en mi habitación.

—Todo ha de tener una explicación.

—Cámbiame de habitación, ponme otra que no tenga esa ventana.

—Me encantaría pero todas están ocupadas.

—¿En ésta gran mansión? Me tienes que estar bromeando. —Es obvio que miente.

—Los chicos tienen una habitación propia, la tuya era la única que sobraba.

—Pues dile a alguien que me la cambie.

—No les dire eso.

—Debes de, ¡Hay fantasmas!—Se echa a reír—¡No te rías!

—Los fantasmas no existen.

—Pues yo tengo a un lado a una momia.

—Karol... Hablando de eso, quería pedirte disculpas por lo que pasó en el cine.

—Déjalo.

—No, es sólo que... joder, no sé cómo decirte esto.

Me acerco a él con toda la curiosidad del mundo.
Me recargo en mi brazo para verlo atento esperando a que diga; soy gay o algo por el estilo.
Pero no lo hace.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora