• CAPÍTULO 41 •

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Ruggero Pasquarelli

Recién acabo de terminar de confirmar un traslado de mercancía e indico a mi padre que salga de mi oficina. Desde que mi madre se fue él se ha estado metiendo mucho en el negocio.

—Necesito que me firmes esto —Hermes está en mi puerta. Le digo que pase y comienzo a leer los escritos.

Cuando levanto la vista lo cacho en el teléfono y con el ceño fruncido. Ahí me doy cuenta que estos días no la ha estado pasando muy bien. Ha pasado una semana desde que se enteró que tenía hijos y lo he notado algo distante o con la mente en otro lugar.

—¿Estás bien?

—Si —le entrego los papeles.

—¿Cómo vas? Me refiero a tus hijos y todo ese drama.

—Bien, son unos niños tranquilos y mi hermana me los cuida cuando sale de la universidad.

—Supongo que tu novia ha estado encantada con este tema. Ahora pueden formar una familia.

—Jamás entenderé a las mujeres, Valentina me ha estado evitando y sé que necesita tomarse un tiempo para pensar pero no creí que le afectase tanto todo esto.

—No ha de ser fácil.

Alguien lo interrumpe cuando tocan la puerta.
Uno de mis empleados me informa que mi socio Octavio acaba de llegar y lo hago pasar aún con Hermes aquí dentro.

—Ruggero.

—Octavio —Estrecho su mano—Ya conoces a mi cuñado, Hermes Sevilla.

—Por supuesto. Gusto en volver a verlo señor Sevilla.

—Buenas tardes, me retiro, con permiso.

Asiento. Después me vuelvo a sentar y le indico a Octavio que también lo haga.

—¿A qué se debe tu visita?

—La mercancía está lista para el traslado a Asia.

—¿Y has venido a contarme sólo eso?—Se remueve incómodo—Dime lo que tengas que decir, que yo no me ando con rodeos.

—He venido a proponerte algo en nombre de la mafia Asiática, Europea y latinoamericana.

—Que no se te olvide que yo también controlo gran parte de la europea, Octavio.

—Queremos que te nos unas a un proyecto más grande. A uno donde triplicaremos nuestras ganancias.

—¿Qué me propones?

—Que vuelvas a manejar la trata de personas.

—Creí que ustedes ya se dedicaban a eso, ¿por qué me necesitan a mi para sus idioteces?

—Queremos que seas la cabeza de todos. Tendrás el 50% de ganancias de cada negocio pero si nos consigues mercancía.

—¿No crees que 50% es mucho?

—Si.

—Pues si quieres que yo sea la cabeza, quiero el 70%—lo veo removerse algo incómodo por mi propuesta. Pero era lo que pedía a cambio de conseguir buena mercancía.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora