• CAPÍTULO 84 •

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Recién me levanto y recuerdo que habíamos quedado a ir a un parque acuático por idea de Ana y Dalton, por eso iniciaríamos el día muy temprano.
Para mi sorpresa, las niñas me insistieron en ir y aunque no quería, me parecía buena idea de que Lily fuera para que Simón no se sintiera tan solo porque no nos habla a casi nadie. Y si va Lily, va Madison porque no hay favoritismo.

—Señor, aquí tiene los documentos —Ramírez se acerca a mi con papeles, los abro.

—Maia y Dante Marsden han salido bajo fianza —Leo—¿Dante? ¿De verdad tampoco tiene crímenes fuertes? Hemos dado a dos pájaros con un tiro —le devuelvo los papeles—Has que los hermanos de Natalia vengan a casa para que se la lleven, más tarde les compraré una casa aislada. Ten cuidado de que nadie los siga, no quiero que nadie dé con nosotros.

—Si señor, con su permiso.

—Ah, Ramírez.

—¿Si?

—¿Natalia ha salido de su habitación? ¿Ha estado comiendo bien? —niega lentamente y maldigo a mis adentros—Gracias, te puedes retirar.

Así lo hace, y dos segundos después veo a Karol acercarse... totalmente cubierta y sin traje de baño.

—¿Qué haces?

—Nada importante —la beso—¿Así te meterás al agua?

—No me meteré, estaré recostada en algún camastro vigilando que ninguna mujer te coquetee.

»Oh Karol, eso es tan excitante«

Me acerco lentamente y posando mis manos en sus caderas hago que me vea a los ojos. Le sonrío.

—Quisiera que te metieras al agua conmigo, no nos subiríamos a los toboganes ni nada de eso pero mínimo quiero disfrutar tu compañía —la beso—Por favor, hazlo por mi.

—No tengo ni la menor idea de por qué eligieron ese lugar, es tan patético y absurdo.

—Necesitamos divertirnos Karol, todavía somos jóvenes y no todo en la vida es trabajo.

—Eres el rey de la mafia, se ve mal que hagas cosas absurdas de adolescentes. Eres adulto Ruggero.

Fue suficiente para que se alejara de mí y se marchara.
¿Por qué estos días siento que todo ha sido muy difícil para mi y para complacerla a ella?

Tras varios minutos me adentro al patio trasero y voy directo con Ignacio, el hombre encadenado a un árbol. Está pálido, sudando y deshidratado por el sol y por la falta de alimentos.
Lo miro desde lo alto, este me teme.

—Joven Cooper, ¿se siente cómodo? —No me contesta y maldigo antes de soltarle una patada en su espalda ya que está acostado en posición fetal—¡Cuando te hable me tienes que contestar! —le suelto otra patada, intenta ponerse de pie pero le cuesta.

—Señor...

Saco mi cuchillo, pego a Ignacio al árbol y hago una ligera línea en su cuello.

—¿Dónde está tu familia? ¿Dónde están los hijos de tu hermano? ¿Su esposa? ¿Tus padres? ¿Ah? Dímelo todo o juro que te arrancaré la cabeza de poco a poco.

—Todo lo que sé ya se lo he dicho al señor Ramírez —lloriquea—Piedad señor, piedad se lo suplico.

—¿Piedad? ¿Acaso crees que soy un ángel? —lo ahorco—Soy satán.

—¡Ruggero! ¡Estamos listos! —me grita Ana, y al percatarse de lo que hago se encamina hacia mi—¿Quién es? ¿Por qué no está en los sótanos?

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora