• CAPÍTULO 43 •

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—¿Quieres que vayamos a cenar?

Eran las primeras palabras que me decía después de una hora de estar en silencio, abrazados y acostados sobre la cama.
Había estado en la misma posición por tanto tiempo que me asustaba no sentirme incómoda en sus brazos.

Aún con la cabeza en su pecho le contesté:

—No.

—No has hablado en mucho rato, ¿te sientes bien?

—Quiero seguir así, nada más acostados y abrazados.

—Te doy todo lo que quieras, princesa.

Mi mente seguía vagando en nuestra última conversación de hace ya tiempo. No podía aún asimilar que tenía toda la razón y que a pesar de que yo me creía una buena persona, la verdad es que dentro de mi siempre hubo una mala.

Nos quedamos en esa posición por media hora más.
Él tenía su barbilla en mi cabeza, una mano en mi espalda y la otra sujetaba mi mano.

—Karol.

—Mande.

—¿Quieres que seamos una pareja normal? O por lo menos ¿quieres que lo intentemos?

Me quedé en silencio de nuevo.
Era difícil hacerle entender que no quería nada con él. Es difícil decirle que lo único que quiero es que se largue de mi vida y así poder tener un vida común y corriente como los demás jóvenes.

Era tan difícil que ya me estaba dando por vencida en siempre dejárselo en claro.
Quería salir del mundo de la mafia, pero aunque lo anhelase con todo mi ser, Ruggero jamás me dejaría en paz.

Se escucha triste mi situación, pero no tenia otra opción más que aceptar sus palabras de una vez por todas.

—Si.

—Bien, prometo que trataré de serlo. Aunque te confieso que será un poco difícil, este tipo de relaciones jamás se me dieron muy bien.

—Haz lo que tengas que hacer.

—Lo mismo te digo. Además, mi madre siempre me habla de que una relación no sólo se basa en tener Sexo. Podemos comenzar por ahí. Podemos tener esa clase de salidas que tienen las parejas.

—Se llaman citas.

—Entiendo que no quieres regresar a mi casa. En ese caso podemos ir a lugares públicos a donde hayan cines o boliches.

—Eso suena divertido.

—Podemos ir a cenar siempre que quieras y nos podemos hacer llamadas en las noches.

—Tal vez lo podemos intentar —alzo la cabeza para mirarlo—Tal vez algunas veces te pueda invitar yo a comer.

—Claro. Y tal vez... pueda ayudar a tu madre financieramente.

Nos quedamos en silencio y después soltamos pequeñas risas de burla. Eso jamás sucederá.

—¿Es cierto que tomará el cargo de la reina?

—¿Natalia?

—Si.

—Lo estoy pensando. —suspira—Necesito a alguien que se haga cargo de las cosas que también hago.
Necesitamos reunir ejércitos y ella me ayudaría mucho.

—Ah.

—Pero aún lo estoy pensando. ¿Por qué preguntas? ¿Acaso ya quieres tomar tu papel?

—No, sólo tenía la duda.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora