• CAPÍTULO 22 •

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Los días pasaron volando y tres semanas después ya todo había vuelto a la normalidad.
Es octubre, todos mis compañeros están entusiasmados por la estúpida fiesta de Halloween.
Literalmente es de lo único que se habla aquí y me desesperan lo inmaduro que pueden llegar a ser.

Salgo de mi ultima clase y tropiezo con un idiota que me tira los libros, pero acepto que fue rápido y educado pues me los recogió al instante.
Hasta que vi de quien se trataba.

—Tiempo sin verte.

—No me molestes Sergio.

—Creo que acabamos mal.

—¿Tú crees?

—Pues si. Te puse el cuerno y como venganza tu hermano me golpeó y me dejó en muletas por varias semanas.

—Si, mi hermano suele golpear lo que no sirve.

—Llevábamos muchos meses de relación y, ¿Aún así no pudimos charlas para quedar bien?
Recuerda que lo que se rompe es el noviazgo, no la amistad.

—Si bien te recuerdo, me querías golpear pero al final termine golpeándote yo.

—Pasado pisado nena. —Se ríe—La fiesta de Halloween es dentro de nada y nosotros fuimos juntos el año pasado, ¿Lo recuerdas?—Sonreí.

—Recién comenzábamos a andar y nos coronaron a la mejor pareja y a los mejores disfraces.

—Éramos unos muy sexys bomberos.

—Las chicas se murieron de envidia cuando llegamos tomados de la mano.

—¿Las chicas? ¿Acaso no viste a los demás futbolistas? ¿Acaso no viste a los del equipo de Hockey? Dios mío, yo era la envidia de todos los hombres. —Nos reímos—¿De qué irás disfrazada ahora?

—Son ñoñerías, no creo ir.

—Si no quieres ir porque no tienes pareja, pues te haré el honor de ir conmigo.

—Guau, que caballeroso.

—¿Verdad?

—Si, pero no creo que lo de tener una pareja sea un problema para mi.

—Nunca ha sido un problema para ti. Dime, ¿A quién tienes en la mira? ¿Liam? ¿Alguno de Hockey? ¿De la clase de literatura? ¿Te gustan los cerebritos?
No, te conozco y sé que los cerebritos no son tu tipo.

—Ninguno de la universidad es mi tipo. —Sonrío—Son muy niños, yo busco algo bueno.

—Como los profesores.

—¿Cómo?

—Si, dices que no buscas niños y pues, los profesores no son niños.

—¿Como el director Wilson? Nada que ver.

—Tienes razón, ningún maestro es tu tipo. —Se ríe—Bien, tengo entrenamiento dentro de unos minutos, ¿Quieres que te vaya a dejar a tu casa?

—Ya tengo coche.

—Se rumora que te viene a dejar un Bugatti negro, ¿Acaso tu padre es narcotraficante? Ese auto cuesta más que mi vida.

—Un taco de pollo cuesta más que tu vida, Sergio. —Me burlo—Me voy, sólo me haces perder el tiempo.

—Bien, nos vemos luego.

—Adiós.

Me sorprende cuando se despide con un beso en mi mejilla y lo veo irse muy tranquilo.
Sergio me cae mal, pero aún así puedo aceptar que los meses donde estuvimos saliendo era un gran amigo, bueno a veces.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora