• CAPÍTULO 74 •

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Era mi segunda semana. Catorce días habían pasado desde que todo se me fue a la mierda, desde que toda mi vida se fue al caño.
Estaba orgullosa de mi misma porque había conseguido llegar a mi primer millón de dólares en muy poco tiempo. Era tan sencillo hacer lo que hacía.

Cada que pasaban los segundos sentía que me hacía más fuerte porque no dejaba de recordar la traición que me hizo el amor de mi vida. Por eso no había querido quitarme el anillo ni el collar y el brazalete que me había obsequiado. Lo hacía para torturarme, para recordarlo siempre, para llevarlo conmigo a todas partes y así recordarme que nunca nadie me volverá a hacer estúpida.

Estaba en Nebraska. Recién acabo de comprarme un caro vestido negro de gala entallado a mi cuerpo. Claro, como era de verse, no mostraba mucha piel. Me gustaba que fuese de manga larga.
Me miro al espejo una última vez en éste motel y salgo del tocador para encontrarme con la señora Carmen.

—Se ve preciosa, señorita Karol.

—Lo sé.

—¿A dónde irá?

—Trabajo es trabajo, señora Carmen. Iré a una cena de millonarios para ejecutar un plan.

—Señorita, muchas gracias por el dinero que me dió para ubicar a mi hijo en otro sitio con su abuela. Estoy agradecida por eso.

—No hay de qué, para eso estamos las amigas ¿no? —le sonrío con lujuria antes de salir del pequeño salón para tomar mi Bugatti y a la vez salir de las sombras.

Retoco mi brillo labial por el espejo retrovisor y me cercioro no ser perseguida por alguien.
Me había puesto como objetivo no quedarme en el mismo sitio dos noches seguidas. No iba a permitir que dieran conmigo, no sin antes acabar con los malditos Moore.

Me estaciono en la entrada de una hermosa mansión, me pongo el antifaz obligatorio y cargo con mi bolso carísimo que lleva mi arma.
Nadie sospecha de mi, ¿quién lo haría?

—Nombre y apellido —el guardia me mira.

—Daniela Montéz —le sonrío con arrogancia y efectivamente estoy en la lista. Había sido muy fácil poner mi nombre ahí.

—Pase.

—Gracias joven apuesto —le entrego las llaves—Estacione mi Bugatti, confío en que estará en buenas manos con usted.

El hombre musculoso se ríe coqueto, pero no dice nada. Así que me adentro y miro lo elegante que es todo. Respiro profundo, este es mi mundo, yo debería de estar en una mansión ahora mismo y no en moteles espantosos.

—¿Gusta algo de tomar?

—Me gusta el vino Penfolds, pero con lo que haya aquí me basta. Confío en que es comida de mi nivel.

—Un Penfolds en camino, ahora vuelvo.

Asiento, alzando la cabeza y caminando firmemente con los tacones de gran plataforma.
Camino con la intención de observar a todos, a toda la seguridad y a todas las puertas de emergencia.
Tenía que ser cuidadosa, no quería que sospecharan de mi.

Tras algunos minutos la música había comenzado, la mayoría de los adinerados se iba a bailar piezas lentas que a veces cambiaban a movidas.
Yo me paseaba con el vino que me dió el camarero y me acerqué a la víctima.

—Muy elegante su gala, señor. —el hombre recorrió mi cuerpo con sus ojos, sonriendo como si le hubiera gustado lo que veía.

—Perdone mi mala memoria, ¿usted es? —me río y éste se une a mi con suma elegancia.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora