• CAPÍTULO 58 •

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Siento presión en mis brazos, y eso es porque dos hombres me sujetan de cada uno para trasladarme a una camioneta con el logo del FBI.
Es un intento estúpido el querer hacer algo al respecto, vengo escoltada con más de quince personas. Y digo que con más porque son sólo los que alcanzo a ver.

Cierro los ojos, y al abrirlos de nuevo ya ha pasado tiempo porque nos detenemos en un edificio.
No hay letras que me digan dónde es que estoy, pero sin duda ya no estoy en los Estados Unidos.

Me obligan a reponerme, me sacan a la fuerza e intento no caerme ante ellos porque esa sería una gran humillación a mi ego.
Me esposaron los pies también, así que doy pasos cortos y veo a todas las personas uniformadas que se me quedan mirando cada que paso a sus lados.

Susurran al verme, y es claro de verse, me han capturado.

Subo por un elevador, y en ese apartado hay celdas cristalizadas.
Reconozco a uno que otro criminal capturado, pero me quedo helada al ver uno en especial.

»Simón«

¿Qué mierda? ¿Ese hombre no estaba muerto? ¡Yo vi el video!

A mi me ponen en una celda muy retirada de todos. Me arrojan como si fuera un animal y cierro los ojos porque siento que estoy muy cansada.

[...]

La puerta de cristal se abre, reconozco a aquella persona rubia y de ojos azules.
Se pone en cuclillas para verle y me ofrece una botella de agua.

—Harry...

—No. Soy Mason Moore, el hermano de Harry —hace una pausa—Del verdadero Harry.

—Te hiciste pasar por él.

—Así es mi querida prisionera —intento pararme, pero sólo puedo sentarme—Bebe un poco de agua.

—¿Dónde estoy?

—En una central del FBI.

—¿En qué ciudad?

—Es información clasificada.

—No me jodas.

—Jamás lo haría —se sienta a mi lado—Te debo mi vida, Karol.

—¿Qué?

—Cuando era prisionero de Ruggero fuiste tú la que me llevó de comer todos los días.
Te lo agradezco.

—Escapaste.

—No tengo idea de cómo es que llegué de nuevo con la policía. Sólo sé que Ruggero me golpeaba constantemente y que afectó mi memoria —toma mi pierna y quiero quitarlo pero no puedo porque no tengo fuerzas—Pero sé que nos darás la ubicación de aquella mansión.

—No me toques.

—Oh, lo siento.

—¿No me dirás dónde estoy?

—Lo lamento.

Se escuchan pasos. Me pongo derecha al ver a mucha gente armada entrar a mi celda de cristal.
Mason se queda junto a mi y todas las personas se hacen a un lado para que alguien entre.

Mi corazón se acelera cuando aquel hombre de ojos claros y cabello oscuro se posa ante mis ojos.

»Harry«

Me fulmina con superioridad y después me sonríe como si me estuviese esperando desde hace mucho tiempo.

—¿Quién rayos se atrevió a dejar a Sevilla en este lugar tan espantoso? —dice, sin dejar de mirarme con ese brillo—Ella no es una prisionera, ella es nuestra nueva cómplice y necesita un mejor trato.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora