• CAPÍTULO 92 •

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LAS VEGAS

Podía ver en cámara lenta la escena más perfecta de mi vida. Ruggero Pasquarelli, el hombre que tanto me había hecho daño, estaba apuntando a las cajeras con un pasamontañas como el mío que nos cubría el rostro.
No había nadie con nosotros, ni las niñas, ni seguridad, ni nada de nada. Éramos él y yo en la ciudad del pecado asaltando un banco con sólo tres cargamentos de balas para nuestras ametralladoras.

—¡Quiero a todo el mundo bajo control y con el pecho en el piso! ¡Sino acatan nuestras órdenes aquí volarán cabezas y eso no queremos, ¿verdad?!

Su voz era como escuchar al mismo satán disfrazado de Dios. Aún en los momentos complicados como este no perdía su compostura y elegancia.

Me mordí el labio y lo admiré por un momento mientras le apuntaba a la cabeza de los guardias de seguridad que había reunido en la entrada; eran cinco, dos están muertos y los tres están tirados en el piso sin sus armas.

Deja de mirarme así porque siento que es una invitación a adelantar nuestra luna de miel.

Nuevamente escuché su voz pero ahora sólo para mi pues teníamos puesto los aparatos en los oídos.

Es que me es imposible no verle el trasero a mi futuro esposo.

—Ven aquí, te extraño.

—Ruggero, sigue en lo tuyo no te distraigas.

—Ah si, perdón. —rio—. ¡Todo el dinero! ¡Ahora!

A los pocos minutos la alarma de seguridad sonó, una mujer la había activado con un botón y para su mala suerte la he visto. No me ha molestado en lo absoluto apuntar y disparar a su mano, ya teníamos todo previsto, sabía que esto iba a pasar y no veníamos aquí por el dinero, veníamos para una experiencia inolvidable.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté a la chica con la mano descuartizada, sus gritos eran desgarradores e insoportables.

—Valentina —jadeó del dolor.

—Bonito nombre Valentina, mi ex mejor amiga se llama igual que tú. Ella se enredó con mi hermano que resulta ser mi rival. Te dejaré vivir porque veo que estás embarazada.

—Gracias... Gracias...

—Mentira.

Sonreí con lujuria cuando la bala perforó sus sesos y la sangre salpicó a los de nuestro alrededor.
Volví a mi lugar, el lugar estaba hecho un lío con tantos gritos y las patrullas de policía se escuchaban muy cerca.

¿Acabas de matar a una embarazada? Joder te amo.

—Date prisa rulitos porque tenemos compañía.

Ruggero me volteó a ver y con la bolsa llena de dólares corrió a mi y me sujetó de la cintura.
Creí que sería para correr a la salida y huir; pero no.

Él se había quitado el pasamontañas y me había quitado el mío dejándonos al descubierto.
Hizo que mirase a una cámara de seguridad y, por un momento, me dio miedo darme cuenta del verdadero motivo por el cual quería que hiciéramos este asalto.

—¡Me dijo que sí Harry Moore! ¡Nos vamos a casar dentro de unas horas!

»Él lo que quería era restregar el premio. Yo era su premio«

Lo miré confundida pero a este no pareció importarle, en cambio, tomó mis mejillas y estrelló sus labios en los míos.

—Creí que querías que este momento fuese especial.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora