• CAPÍTULO 46 •

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Me desabrocho el cinturón y salgo del coche ya que tal vez vuelva a explotar.
Todos se han bajado y ahora tenemos un tiroteo con quién sabe qué personas.

—Jefe —Un hombre me entrega una metralleta y en menos de dos segundos ya estoy disparándole a los contrarios sin piedad.

Me coloco detrás de una camioneta volcada justo alado de Hermes y Agustín.
Corro a uno de mis autos y abro la cajuela para sacar el estuche de las granadas.
Regreso a mi puesto y les lanzo una que derriba a muchos hombres.

Hay un helicóptero, el logo del FBI los delata y hace que me enfurezca más.

Maxon me cubre la espalda cuando corro hacia ellos y les vuelo la cabeza pero al ver que me quedo sin balas, uso el arma y golpeo en la cabeza a uno para tomar la suya. Si. Ahora porto un arma de la policía para atacar a la propia policía.

—¡Ruggero Pasquarelli! ¡Entréguese ahora mismo ante las autoridades! ¡Lo tenemos rodeado y no tiene escapatoria!

Resuena ese mensaje en el altavoz del helicóptero y me altero cuando veo que ellos nos duplican en hombres y que mi personal esta cayendo.

Me vuelvo a esconder detrás de un coche y disparo a todos a los que se me atraviesen.

Me recargo exhausto y saco mi teléfono del bolsillo para hacer una llamada.

—¿Sí?

—¡100 Kilómetros al noreste de Los Ángeles! ¡Estamos en una emboscada! ¡Corre!

Cuelgo y veo a Natalia correr y asesinar a todos los que se le cruzan.
Me uno con ella y corremos los dos juntos en busca de alguna escapatoria pero es imposible porque nos han rodeado.

Nos disparan desde arriba. Ya no es un helicóptero, ahora son dos y la adrenalina invade mis sentidos.

Corro hacia ellos y tomo del cuello a un oficial para torcerlo hasta tronarlo y matarlo.
Tomo su cuchillo y sigo con lo mío, hasta que me canso y se lo arrojo en la cara a un oficial que grita de dolor.

Voy por otra granada y la aviento a donde hay otro montón.
Cada vez quedan menos personas de mi bando y desearía poder encontrar al líder del FBI.

La balacera continúa quince minutos más, hasta que lo encuentro. Ahí está aquel rubio y de ojos claros que lleva el operativo de encerrarnos. Harry Moore.

Voy con una herida de bala en la pierna pero no me importa y trato de correr para acercarme a él.
Los chicos me cubren la espalda pero eso no impide que las balas vuelen a los alrededores de mi cuerpo.

—¿Me extrañaste hijo de puta?—Le disparo a Harry pero me esquiva la bala y él también me dispara.

—Entrégate Ruggero. Solo sacrificas a tus hombres, no tienes escapatoria.

—Mi escapatoria es matarte —le lanzo una bala que le da en el pecho pero no le afecta por el chaleco antibalas así que le disparo en la pierna. No lo quiero muerto. No hasta torturarlo.

Pero de repente alguien me dispara en la pistola y hace que se me caiga.
El pánico se apodera de mí y Bratt le dispara a la mano de Harry que es ensangrentada al instante.

Corro más hacia él y le suelto un puñetazo en la cara. Uno tras otro tras otro hasta que toma fuerzas y empieza a pelear conmigo de verdad.
Me tira golpes con navajas que logro esquivar. Algunas me rozan y me hacen cortadas y cuando se la logro quitar, se la encajo en el pie para que grite del dolor.

Saca unas esposas y ahí entiendo que no me quiere matar, sino que me quiere llevar preso. Así que no le conviene darme un tiro en la cabeza.

Le doy una patada en el rostro, lo hago caer y le doy otra patada en la cabeza. Pero cuando quiero darle otra, este rueda y me toma del pie para tumbarme y agarrarnos a golpes en el cemento.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora