• CAPÍTULO 63 •

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Karol Sevilla

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Karol Sevilla

Veo una luz parpadear no muy lejos. Escucho las gotas del drenaje caer del techo.
Las manos me duelen, el cuerpo me tiembla y tengo mucho frío. Estoy muy confundida, muero de hambre y mis labios están tan secos como el pan que me dan de comer.

—Ey, ¿todo bien? —la mujer que se encuentra igual de estado que yo se arrastra entre su celda para estar cerca de mi—No te ves muy bien.

—Cierra la boca.

—Trato de ser amable —escucho su quejido—Me llamo...

—No me interesa tu nombre.

—¿Por qué estás aquí? —ella es nueva, no sabe quién soy yo.

—No me hables.

—Yo estoy aquí porque mi madre murió y no me pudo proteger. Mi padre también está muerto.

—¿Quién era tu madre?

—Una oficial de la policía. Al parecer todas las personas conectadas a la ley son condenadas a la muerte.

—Oh, sí estoy enterada de que la policía es la presa para el imbécil de allá arriba.

—Si, es un idiota.

Las puertas se abren, unos hombres entran pero no me esfuerzo en pararme porque Cooper no ha entrado.

En cambio, uno va hacia la celda de la mujer de mi lado y tengo que voltear la mirada a otro lado para no ver como la comienzan a golpear y a manosear.

Sus gritos se quedan grabados en mi cabeza al igual que todos los que me rodean.

Tras varios minutos Cooper entra, me sonríe con malicia y yo decido ignorarlo. Ya no me dan energías para hacer nada.

—Hoy te toca latigazos, así que pon las manos.

Me obliga a ponerme de pie, jala de mis brazos para que los tenga a su disposición.

No cierro los ojos cuando me los azota.
Las palmas de las manos me sangran rápidamente y el ardor de mi pecho me quema por dentro pero no puedo hacer nada, no quiero hacerlo.

Duele. Duele mucho. Pero mi ego no me deja gesticular dolor.

—¡Llora maldita perra! ¡Llora infeliz! ¡Llora!

»No llores, no llores, no llores«

—¡Eres una malnacida! ¡Tu padre te vendió! ¡No le importaste! —se carcajea, lo odio tanto—¡Te vendió!

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora