• CAPÍTULO 78 •

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Ruggero sigue aquí. Me miraba dormir, y eso me hace sonreír por algún motivo.
Me remuevo para tenerlo más de cerca y veo que el sol ya ha salido, acaricio su rostro y me doy cuenta de que estamos desnudos. Me río a mis adentros porque recuerdo que no siento el frío así como él.

—Buenos días princesa.

—Rulitos, buenos días.

—No sabes cuánto anhelaba este momento, el tenerte en mis brazos de vuelta.

—Esta vez no me mandes a una celda —nos reímos, y él niega—¿Qué planes tienes para hoy?

—Es el cumpleaños de las mocosas Brooks, hace meses que lo vienen planeando y se enojaron cuando nos fuimos de Jersey City porque ya habían hecho amigos. Lo bueno es que también consiguieron hacerlos aquí.

—¿Entonces irás a festejarlas?

—Quiero que vengas conmigo. Podemos comer juntos y después del festejo te llevaré a donde tú quieras —acaricia mis curvas—Tú mandas mi reina.

—Ruggero, estás consciente de que estamos yendo poco a poco, ¿verdad? No somos novios.

—Somos más que novios —me besa, y antes de que pueda decirle algo, se levanta y me lleva con él en sus musculosos brazos como si fuera una bebé—Es hora de tomar una ducha, y aunque me encantaría tomarla contigo lo cierto es que tengo que hacer unas cosas.

—¿Qué clase de cosas?

—Verificar si las niñas ya se han ido al salón de belleza, ver que todo marche bien y de paso conseguirte ropa. Supongo que no has traído suficiente para quedarte toda una vida conmigo, ¿verdad? —me río y niego. Sonríe, me besa y después me deja en el suelo para que me vuelva a poner la ropa—Pídele a Amelia que te indique una recámara para ti.

Asiento, y sé que me dará una recámara porque tengo entendido que tal vez duerme con Natalia. Su mujer. Frunzo el ceño cuando se va vestido de nuevo, y no me queda de otra más que obedecer.

Una hora después, salgo de la ducha y veo la ropa que me han traído. Sonrío al ver que es perfecto porque cubre mi cuerpo tal y como me gusta.
Pero entonces recuerdo... ¡La señora Carmen!

Salgo corriendo escaleras abajo y tardo demasiado en encontrar la maldita salida.
Mi auto está estacionado en la parte de enfrente y corro a ver si ahí está. Si. Ahí está.

—¡Oh, señora Medina! ¡Lo siento tanto!

—¡Me dejaste sola! ¡Rodeada de gente que mata! —me grita y me río—¿De qué te ríes?

—Perdone, es que se me ha olvidado de que venía acompañada.

Parece enfadada, pero al verme reír fuerte se le relaja el rostro. Después, la abrazo.

—¿Todo bien con el mafioso?

—Si. De maravilla —le contesto con sinceridad.

—¿Ahora cuál será nuestro destino?

—Creí que te habías ido —me obligo a separarme de Carmen cuando escucho a Ruggero detrás de mi—Qué bueno que sigues aquí y no huiste.

—¿Creíste que lo haría? —su rostro de preocupación fue cambiado por uno de alivio. Se acerca a mi y me abraza como si una vez más fuera la primera vez que nos vemos.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora