• CAPÍTULO 85 •

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Karol Sevilla

Me daba un poco de nostalgia el pensar que a Ruggero le afectaba mi anillo, era obvio que sabía, pero no quería quitármelo porque era verdad, lo usaba para recordarme lo tonta que fui y lo tonta que no me volverían a hacer.
Acepté su anillo, me encantó que me lo diera pero no me gustó tanto porque no me gustaría que él también me hiciera daño como Harry, o sea que me rompa mi pobrecito corazoncito ya suficientemente dañado.

Fuimos primero a la mansión para arreglarnos y volver a salir. Yo no me metí a las dichosas piscinas por eso estoy seca.
El primero en salir es el chico que se durmió conmigo hace una hora, se sienta a mi lado en un salón donde me encuentro mirando una revista.

—¿Problemas con la niña?

—A veces Lily me saca de quicio —doy vuelta a la página, dando por concluida nuestra larga charla.

Minutos después levanto la vista y veo que ella también va entrando, nos ve, y camina lentamente hasta donde su novio.  

—Lo lamento, ¿vale? No lo volveré a hacer te lo prometo, pero ya no estés enojado conmigo, ya te marchas mañana.

—Karol, ¿quieres que le diga a Hermes algo de tu parte? —Simón me habla a mi, más bien para ignorar a Lily.

—No le menciones a nadie que estoy aquí, por el momento es un secreto.

—¿Estás segura? La ha estado pasando muy mal...

—Estoy segura —vuelvo la vista en la revista.

—¡Por Dios Simón, deja de comportarte así! ¿Por qué eres tan celoso? No te he dado razones para que desconfíes de mi, en cambio tú te enojas conmigo y lo primero que haces es irte con otra.

—¿Otra?

—¡Con la novia de mi papá!

Válgame el señor Zeus.

—A ver, Karol es mi amiga ¿okay?

—Y Liam era mi amigo, Dalton, Agustín y todos los de mi escuela pero tú no me dejas hablarles. Me estoy cansando de tus malditas actitudes.

—Aquí se hace lo que yo te digo porque yo tengo mis motivos, Lily —Simón la sujeta de la mano y la obliga a sentarse en sus piernas—Y si yo te digo que no vas a hacer algo o no vas a usar tales prendas, pues me obedeces.

—Creí que te haría cambiar.

—Pues no.

—Eres un maldito, Simón.

—Lo sé nena, ahora sube de nuevo a ponerte un abrigo porque muestras mucho tus hombros. Recuerda que saldremos a comer y que yo iré.

Ella no dice nada, ni siquiera me mira cuando se levanta y se va para obedecerle.
No puedo creer que haya gente tan estúpida en este mundo.

—¡Oh! ¡Señora Medina! ¡Venga! —le grito y ella sonriendo me obedece—Señora Medina, él es Simón Scott, Simón, ella es Carmen Medina, una psiquiatra muy buena.

—Mucho gusto Medina.

—El gusto es mío señor.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora