Besos

1.3K 162 264
                                    

Ambos pares de labios seguían conectados. Hacían algunas pausas para dar pequeños besos en las mejillas o en la nariz.

Aquél departamento era frío, pero ahora solo podían sentir calor. Las manos de Xue Yang se entrometieron debajo de la sudadera de Xiao Xingchen, tocando con sus manos frías la piel de porcelana. Ese cambio de temperatura hizo temblar el cuerpo debajo de él.

Un suspiro escapó de ambos labios.

Comenzó a subir la prenda en busca de más piel. Besó primeramente el estómago, causando cosquillas y una risa baja con la respiración pesada. Subió hasta la boca del estómago, donde dejó una marca. A pesar de que le encantaba el tono porcelana que tenía, era fanático de dejarle marcas alimentando su lado posesivo.

Realmente no sabía si Xingchen estaba involucrado con alguien más, en un sentido sexual, pero dejar una marca en él era dejar un recuerdo de que Xue Yang, el criminal de la universidad, había estado con él.

Volviendo en sí, escuchó la respiración semi pesada de su víctima. Siguió su recorrido para dar con un pezón. Esa parte era como un dulce para él: mordía, lamía, saboreaba y hacía cuánto quería. Si Xingchen no se quejaba, él seguiría.

Amaba sentir todo ello, las reacciones de la joven luna eran maravillosas. Temblaba, jadeaba y cuando no podía aguantar más, gemía. Si suplicaba, lo hacía con una semi sonrisa, una a la que no podía negarse.

Con todo ello en mente, tomó la cintura del jean para buscar el cierre y quitar toda la tela que le restringía tocar por completo cada centímetro de porcelana.

–Aguarda– las manos suaves se ubicaron en su pecho – no pienso hacerlo de nuevo en un sillón – dijo con risas suaves.

–¿Te llevo a mi habitación?– en parte era broma, pero tenía el deseo de hacer todo bien esta vez.

–Sí– contestó sin dudar. Rodeó el cuello ajeno con ambos brazos para seguir con otra ronda de besos y provocar al otro. Quería que no tuviera piedad de él ese día.

Lo cargó hasta la puerta de la habitación, que abrió con una mano. Pero gracias a la nula atención que le prestaron al camino, escuchó que algo se caía. Bajó al más alto y comenzaron a reírse.

Dejó a Xingchen adentro, mientras él regresaba para ver qué se había caído. Encontró una caja con el contenido desparramado por todo el suelo: eran fotos que su abuela guardó. Recogió todo con rapidez; luego de que su invitado se fuera arreglaría todo.

Cuando entró a su habitación se encontró con Xiao Xingchen completamente desnudo, abrazando una almohada de color negro.

Se lamió los labios inconscientemente.

El otro acomodó la almohada cubriendo sus genitales y extendió los brazos hacia él, demandando atención. Sin pensarlo, caminó hasta ahí y se dejó desvestir. Primero arrojaron sus prendas superiores, después las inferiores. Una vez que estuvo igual de desnudo, subió al colchón.

Quitó la molesta almohada y la aventó al suelo. Abrazó la cintura, buscando que los brazos de porcelana rodearán su cuello. Lo siguiente que sintió fue una boca húmeda recorrer su manzana de Adán. Se sentía tan bien que cerró los ojos, dejando que el placer se extendiera. Sintió la lengua húmeda recorrer su cuello, haciendo que se derritiera ante él.

Dejó salir un par de jadeos. Sintió una mordida profunda, algo dolorosa, pero no se alejó.

–Xing... ¡Ah!– la zona fue liberada, pero seguía adormecida. Lo miró y encontró una mirada oscurecida.

–Ahora también eres mío– le dijo con voz suave, como si fuera algo inocente, algo que podrías decirle a tu pareja frente a su familia.

La joven luna siempre supo el porqué de aquellas mordidas. Compartían esa mirada oscura, ese deseo que se convertía en posesividad. Eran como una sustancia tóxica, adictiva, que bastaba con una sola probada para necesitar más. Eran una droga, el uno para el otro.

ToxicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora