Ileso

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Sus manos temblaban sin razón alguna. Había un llanto femenino que se escuchaba lejano, además de algunos murmullos confusos. Cuando tuvo consciencia, cuando volvió en sí, miró sus manos y sangre corría en ellas, cayendo en gotas.

Una opresión en su pecho se hizo presente. El miedo recorrió sus extremidades. Su memoria no respondía, ni siquiera sabía cómo había llegado ahí.

¿Hirió a alguien? ¿Lo hirieron a él? Las lágrimas brotaron de sus ojos sin control. ¿Qué mierda estaba sucediendo?

–Xingchen– llamó. Era el único nombre que podía decir, era lo único que estaba en su mente – ¡Xingchen! ¡Xiao Xingchen!– le dolía la garganta, el pecho, la cabeza.

Ni siquiera sabía cómo podía seguir llorando.

Pronto, escuchó algo claro.

–¡Xue Yang!– la voz, esa voz.

Volvió en sí. Al abrir los ojos se dió cuenta de que estaba en una habitación con paredes de color crema. Estaba oscuro.

Su pecho seguía doliendo, sus lágrimas brotaban sin detenerse, el corazón parecía querer salirse.

Había sido una maldita pesadilla.

–¿Xue Yang?– Xingchen le llamó asustado.

Se levantó porque tenía ganas de ir al baño, cuando volvió su A-Yang estaba moviéndose dormido y murmurando cosas sin sentido. Prefirió despertarlo para saber qué ocurría.

–¡Xingchen!– se movió en la cama aventando las sábanas al suelo– Xingchen – lo abrazó por la cintura, asustando al mencionado – Perdón, perdóname, no quería hacerlo – mencionó con rapidez, sin dejar de llorar.

–¿Hacer qué?– preguntó la joven luna preocupado – Xue Yang – golpeó delicadamente su mejilla pero este no reaccionaba.

Acarició su pelo, dándose cuenta de que estaba sufriendo un ataque de ansiedad. Tomó sus mejillas con suavidad, teniendo cuidado en no alertarlo más.

–Respira conmigo – pidió, inhalando profundo, exhalando tranquilo; sin embargo, el chico frente a él no le imitaba. Tenía miedo, él también sufría con esos episodios y temía sufrir uno mientras le ayudaba, pero se concentró en ayudar a su chico.

No tenía idea de qué hacer, siempre que él las sufría llevaba acabo ejercicios que investigó y estas ocurrían casi una vez por año.

Golpeó un poco más el rostro de Xue Yang, intentando que le prestara atención. Fueron golpes suaves que ayudaron.

–A-Yang, respira conmigo – lo intentó, pero no pudo. Le repitió varias veces, hasta que inhaló profundamente, haciendo que Xingchen sintiera un poco de paz.

Lo único que se escuchó en los siguientes minutos fueron las respiraciones lentas y calmadas del par. Cuando pudo, Yang se deslizó en los brazos de Xingchen, mientras seguía llorando.

No era llanto, era un espasmo en el pecho. Ya no tenía lágrimas, tampoco tenía mucosidad. Parecía un niño pequeño.

Xingchen se separó del cuerpo después de un rato, buscó las pantuflas del chico y le ayudo a ponerselas; lo tomó de una mano y lo llevó a la cocina, dejando todas las luces apagadas. Eran como las cuatro de la madrugada, así que prendió una pequeña lámpara en la cocina para buscar un vaso y llenarlo de agua.

Se sentó a un lado de Xue Yang, le dió el agua para que la bebiera mientras acariciaba su espalda, buscando calmar el dolor que seguro tenía. La mano daba vueltas, dando calidez y tranquilidad. Yang bebía el agua con la mente en otra parte; estaba callado, ido, sin emociones en el rostro.

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