Toxic

Enamorado

–¿Puedo?– dijo con timidez, enseñando aquella cinta en sus manos.

Después de que A-Qing subiera a un taxi, ellos corrieron a otro para irse de inmediato al departamento de Xue Yang. Ahí tuvieron prisa, se quitaron todas las prendas de arriba para que no les estorbara nada. Fue cuando recordó la sorpresa para Xingchen. Así que lo llevó a su habitación para buscar las cintas de algodón para amarrarlo.

–Hazlo– cerró los ojos por instinto, luego sintió la tela blanca cubrir sus ojos y como hacían un nudo detrás de su cabeza, no sin antes quitar las horquillas para que no se enredaran e hicieran un desastre.

Después sintió las mismas manos en las suyas, por lo que se las quitó rápidamente.

–¿También las manos?– cuestionó

–Solamente si así lo quieres – susurró sincero.

–Antes de que lo hagas, lleva mis manos a tu cara – levantó ambas, con la intención de que fueran guiadas. Una risa traviesa y burlona resonó por el lugar. Sin embargo, su petición fue concedida.

Una vez que sintió en sus palmas la carne ajena, buscó la frente. Su sentido del tacto comenzó a intensificarse; empezó a ver con las manos. Acarició las cejas, tupidas y gruesas; bajó a los ojos, sintiendo los párpados, cerrándolos para no lastimarlo. Siguió hacia las mejillas y nariz, sintiendo unas cuantas cicatrices de acné. Sus dedos viajaron a los labios, con uno delineó toda la extensión de la boca, ya que estaba serio. De un momento a otro sintió algo húmedo recorrer sus dedos, después, otra sonrisa burlona.

Pellizcó una mejilla como castigo por haber hecho eso. Sonrío cuando escuchó un quejido.
Continuó con su labor, bajando ambas manos por el cuello. Estaba indeciso si ir hacia la espalda o hacia el pecho. Tanteó los hombros, sin saber por dónde seguir. Acarició las clavículas por accidente, pero no movió sus dedos más allá. Rozó la manzana de Adán, anhelando morderla, al igual que las clavículas.

Una respiración pesada se hizo presente, cosa que le hizo caer en cuenta de qué estaba provocando. Deslizó aquellos dígitos hacia abajo, topándose con los pezones. Su piel era suave, quería besarla. Bajó hasta las costillas, sintiendo los bordes de los músculos desarrollados que tenía. No eran exagerados, pero tampoco era delgado o completamente plano. Se detuvo al sentir un pedazo de piel más suave y lizo que el resto, justo debajo de las costillas izquierdas. Era una cicatriz. El temor se anidó en su pecho ¿porqué estaba aquello ahí? Temeroso, acarició la cicatriz, como si pudiera quitarla y curarla con ese toque.

–Continúa – escuchó el murmullo despreocupado, con un toque de ternura. Una mano acunó su mejilla, dándole permiso de seguir.

Tomó esa mano para acarciarla de la misma forma. Era la mano derecha, que acarició primero por la parte exterior hasta subir al hombro. La volteó para sentir la palma, subió delicadamente hasta la muñeca, donde sintió otra cicatriz. Suspiró con preocupación, temiendo por Xue Yang.

Buscó la otra con prisa, donde encontró cicatrices similares. Con calma, acarició suavemente la extensión de esta. Llegó hasta el dedo faltante. Llevó aquella palma a su boca, dando un ligero beso cariñoso. Siguió besando hasta cubrir completamente la mano con labios.

La lujuria volvió, tal vez no podía curarlo con sus roces o cambiar el pasado, pero sí darle ánimo de otra forma. Lamió el dedo índice y medio, buscando la manera de indicar lo que buscaba.

Llevó sus manos al cinturón, tanteando aquel cuerpo.

–No puedo– se interrumpió a sí mismo, el botón era difícil de sacar.

–Déjame ayudarte– contestó, retirando las manos. Desabrochó dejando el cierre y llevó de regreso el par de manos de jade.

Estas siguieron acariciando, como si tratara de grabar en sus dedos la forma de aquel cuerpo. Siguió observando cómo su cuerpo era tocado con demasiada dedicación, con devoción. Le encantaba que lo tocara así.