Toxic

Boletos

Cuando entró al departamento su ansiedad volvió. Sentía que lo sabría, que descubriría que había hecho. Y es que su amigo siempre fue muy sobreprotector con él y por lo tanto nunca le escondió nada, ni siquiera la vez que inició su vida sexual.

Se sentía extraño, no le tenía la confianza suficiente para decirle lo que había sucedido aquel día.

Quiso volver caminando, a pesar de que la biblioteca quedaba lejos de su domicilio. Llegó tarde, no demasiado, pero treinta minutos era gran falta para su puntualidad. Era una regla personal: nunca debía llegar tarde.

–¿Zichen? – habló después de dar algunos pasos.

–¡Llegaste!– se levantó con rapidez del sillón –¿Todo bien? Te ves extraño– el tono de su voz tenía preocupación.

–Sí, solo me perdí de vuelta acá. Pasé a una biblioteca y...– hizo una pausa al recordar lo que pasó – no tomé en cuenta que estaba algo lejos. Perdón.

–No hay problema, se puede calentar – le dió una sonrisa y caminó hasta la pequeña cocina.

El lugar en el que vivían se dividía en dos: la cocina que también era sala y la habitación con dos camas. No era tan grande, pero era suficiente para que ambos se sintieran cómodos.

Tomó asiento en el sillón mirando su teléfono. Abrió la conversación que sólo tenía dos mensajes. Comenzó a buscar las redes del chico bibliotecario encontrando su perfil de manera rápida. Revisó todo: tenía poca información, casi no tenía fotos y algunas eran antiguas, con un chico desconocido, y la chica anfitriona que se llamaba A-Qing.

Dudó en agregarlo, así que solo bloqueó la pantalla. Unos segundos después recibió una notificación: Xue Yang sí lo había agregado. Una sonrisa boba apareció en su rostro.

La pequeña olla que comenzó a humear después de unos minutos. Song Lan se levantó de su asiento junto a Xingchen, haciendo que esté último se diera cuenta de su presencia. Prefirió seguir a su amigo.

–Huele delicioso– dijo Xingchen sentándose frente a la mesa después de lavarse las manos.

–Lo hice yo, espero sea de tu agrado – Puso un tazón con sopa frente a él.

Bebió un sorbo, sintiendo el sabor familiar pero con sazón diferente.

–Te acordaste– sonrió dejando la cuchara.

–Recordé las veces en que tu madre preparó esto cuando iba a visitarte – aclaró su garganta – y quiero volver a disculparme por lo del otro día – agachó la cabeza, un poco. De verdad estaba arrepentido.

–Zichen, déjalo pasar – respondió riendo; acercó una mano a la de su amigo.

–¿Qué te sucedió?– tomó la mano que descansaba en la suya, alarmado.

Xingchen abrió demasiado los ojos y la retiró con rapidez. Se le olvidó aquel pequeño detalle.

–Um, nada. Tal vez sea un poco de alergia o...– con la otra llevó una cucharada de sopa a la boca, ocultando su mano debajo de la mesa.

–Se ve como una mordida– comentó extrañado.

–¿Sí? Qué extraño, mi piel es delicada, lo sabes, puede que me haya rozado con algo –tragó saliva y desvió el tema – pero volviendo a lo anterior, ya te perdoné, así que no necesitas seguir haciendo el desayuno y esta sopa que es deliciosa– concluyó para seguir comiendo.

–Me sigo sintiendo como una basura por decirte todo ello – admitió sin que él mismo superara aquella discusión.

–¿Cómo te puedo convencer de que no sigo enojado, eh? – cuestionó sin distraerse completamente de la comida.