Raspones, moretones y caramelos

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Xue Yang carraspeó, buscando su voz, su valentía, su fuerza y todo lo que tuviera para poder llamar a los otros.

–¡Aquí estamos!– afortunadamente, fue escuchado.

A quien vio primero fue a Song Lan, quién gritó girando su cabeza, avisando del reciente encuentro.

–¡Xingchen, Xingchen, Xingchen!– llamó, aunque este no volteó –¿Está bien?– le preguntó al más bajo, quién lo seguía abrazando.

–Se cayó y se lastimó con sus lentes, están rotos – señaló a unos cuantos metros de ellos.

Y ahí estaban, el armazón roto y trozos del vidrio por todos lados. Las mochilas y crampones se encontraban a metros de ellos. Song Lan intentó ayudar a Xingchen a pararse, pero este, por culpa, se pegó más a su chico, cubriéndose de las consecuencias.

–Hay paramédicos allá abajo, pueden ayudarte Xingchen – explicó Song Lan arrodillándose frente a ellos.

–Xingchen, vamos – pidió Xue Yang.

Era hora de enfrentarse a las consecuencias de sus actos, a los regaños de su amigo y de seguro alguna queja para los guías. Había muchas personas afectadas por su plan tan tonto.

–Ven, te cargó – se ofreció Xue Yang mientras el chico se despegaba de aquél cuerpo.

–No, no lo cargues. Lo haré yo – indicó Song Lan, intentando usar su poca autoridad, sin embargo Yang intentó cargarlo de nuevo pero sus piernas fallaron ¿Qué mierda? – Ninguno de los dos tienen fuerza – por primera vez (y tal vez última) Xue Yang le dió la razón.

Lo que no esperaban es que Xingchen se levantara solo, con más fuerza que la que tenía su chico. Song Zichen se asustó aún más, había sangre en la gasa que tenía en la frente.

–Puedo caminar– dijo antes de volver a caer, inconsciente.

Cuando despertó, estaba en un lugar extraño. Había ruido afuera, estaba seguro de que no era un hospital, las paredes eran de un color crema, además de que la decoración indicaba otra cosa. Se tocó la frente de nuevo, sintiendo una gasa mejor puesta y más limpia.

Tenía otra muda de ropa, una más cómoda. Intentó levantarse, sintiendo sus músculos más adoloridos, cansados, como si algo hubiese pasado encima de él. Encontró un vaso con agua a un lado de una jarra llena. Lo tomó con avidez, sintiéndose menos sediento.

¿Qué pasó con los demás? ¿Y Xue Yang? El piso era de madera, por lo que caminó descalzo hasta llegar a un pequeño espejo cercano a un buró. Revisó su cuello, encontrando la marca de los labios de Xue Yang. Pero ¿Quién lo vistió? Se sintió avergonzado, más que nada por las marcas que había en su pecho, eran demasiado obvias. Buscó algo para ponerse en los pies, encontrando sus tenis.

Abrió la puerta, encontrando una sala con un pequeño televisor. Song Zichen estaba ahí, sentado sin prestar mera atención al programa que emitían. Una serie de asesinatos y comedia, algo que le gustaba a Xue Yang. Oh sí, su chico también estaba ahí.

No supo si hizo ruido o algo anunció su presencia, pero el par volteó hacia dónde estaba parado. Xue Yang se levantó primero. No dijo nada y cojeó hasta él.

–¿Te sientes bien?– preguntó mientras llevaba su mano a su rostro para acariciar su mejilla.

–Xingchen – interrumpió el otro, recordándoles que no estaban solos, por lo que Xue Yang bajó su mano lentamente.

–Estoy mejor. Me duele todo aún – sonrió cortarmente – ¿Dónde estamos?

–En una cabaña que MengYao rentó. No podían llevarnos hasta la ciudad, así que aquí nos atendieron – explicó.

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