Felino

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Xingchen sentía que ya no podía más. Sus rodillas estaban débiles, su miembro ya no producía más semen, no como Xue Yang. Él seguía como si fuera la primera vez en todo el día. Lo odió por un momento.

Sintió el líquido esparcirse por su entrada, de nuevo.

–¿Estás bien?– preguntó el otro cuando lo vio desfallecer. Por fortuna seguían en la cama.

–Sí, solo estoy cansado – intentó acomodarse en la cama, solo que esta vez ya no tenía tanta fuerza en los brazos.

Así que se dejó bocabajo, sin querer moverse. Xue Yang se rió. Él también estaba cansado. Tenía que preparar algo para cenar, pero después; primero disfrutaría de la compañía de ese ser. Lo volteó como si fuera un tronco y le acomodó antes de cubrirlo con la sábana. Aún seguía conmocionado con todo, así que sintió extraño estar así.

Xingchen había encontrado una de sus tantas llagas, y en lugar de huir la estaba tratando como una herida común. Acarició el rostro suave dándole gracias sin decir nada.

Había dicho que no le importaba sí se iba pero ahora... Le dolería. Solo un poquito.

–Xue Yang, tu teléfono – comentó la luna.

No se dió cuenta de que estaba sonando por andar embobado con el chico bajo él. Al encontrarlo se dió cuenta de que hacía unos veinte minutos tenía mensajes, demasiados.

–A-Qing está abajo – le dijo Xingchen revisando el suyo.

–Sí, me acaba de avisar también. Tengo que ir – una mano delgada le detuvo.

–Vistete– le dijo entre risas haciendo que cayera en cuenta de que estaba completamente desnudo.

Buscó su ropa, poniéndose un bóxer y usando la camisa azul de Xingchen. Usó un pantalón pijama. Antes de irse volteó hacia su invitado y lo envolvió en una sábana.

–¿QUÉ HACES?– gritó sorprendido.

–Date una ducha, no quiero que nadie perciba tu olor después de tener sexo – lo cargó hasta el baño, dónde había una tina.

Lo depósito ahí sabiendo que sus piernas estaban adoloridas, al igual que su cadera y brazos. Xingchen ya se había bañado ahí una vez, pero no estaba tan débil. Cómo pudo, jaló el brazo de Xue Yang para detenerlo.

–Tu también hueles a sexo – le recordó.

–Pero yo tengo que ir atender – tomó aquella mano delicada y dejó un besito en ella.

Después de eso, desapareció por la puerta. La joven luna solo suspiró divertido. Quitó la sábana que le rodeaba y cómo pudo se levantó. Una sola vez en su vida se había sentido así, en el pasado; fue cuando entró aprender artes marciales y el entrenamiento le dejó totalmente agotado con los músculos adoloridos.

Aunque Yang no fue tan severo, estiró los músculos de sus extremidades como nunca antes, llevando sus piernas a ángulos que no creyó poder llegar. Además de cómo amarró y sujetó sus brazos.

Cuando miró hacia abajo se dió cuenta de que estaba semi duro de nuevo. Odio la reacción de su cuerpo ante los recuerdos no tan lejanos. Abrió las llaves de la regadera sintiendo el agua fría primero, acostumbrando a su cuerpo a la temperatura mientras abría la torrente cálida. Enjabono su pelo sintiendo ciertos nudos por los jaloneos, ruborizandose al instante.

Quién diría que dejarlo largo le serviría después.

Siguió con su cuerpo, limpiando los rastros de semen y sudor. Se sentía relajante limpiarse, aunque hubiera preferido que Xue Yang lo hiciera junto a él, así podría consentirlo y mimarlo un poco.

ToxicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora