Xue Yang

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Las primeras semanas fueron las más difíciles. Había conseguido permanecer en clases, más decaído y distraído que nunca. Lloraba cada que podía, cada que lo necesitaba.

Vivía entre la ansiedad de saber en qué momento llegaría la notificación del juicio, en cómo podría pagar un buen abogado, en cómo seguir siendo un buen estudiante, además de la profunda tristeza de haber perdido a su lunita.

Aún con todo eso necesitaba una distracción, así que fue más sociable, buscando fiestas donde podría beber gratis, fumar y simplemente dejar de pensar en Xingchen pero... Tenía un problema.

A todos lugares donde fuera, su corazón y mente le recordaban los momentos con Xiao Xingchen, el pedazo de luna que los dioses le regalaron al mundo.

Parecía que lo perseguía. Su voz, sus ojos tan bonitos mirándolo fumar, el recuerdo de la vez que se conocieron, de las otras veces que fueron a fiestas, de las noches en vela por ver una serie o solo por hacer el amor. Además, cuando el alcohol hacia efecto, podía mirarlo entre la gente.

Odiaba eso.

Quería olvidarlo pero la culpa de haberlo hecho llorar le traía todo ello de vuelta. Tenía tantas ganas de correr e ir a buscarlo a cualquier parte de China solo para pedirle perdón, besarlo otra vez y hacerle el amor hasta que ninguno de los dos pudiera más. Pero no podía hacerlo. Todo aquello era por él, y buscarlo sería condenarlo.

En ese momento exactamente, se estaba maldiciendo. Tenía un ojo morado por abrazar a la persona incorrecta. En su defensa, su visión era borrosa por todo lo que consumió y creyó ver a su lunita entre la gente.

No tenía idea de cómo, pero seguía caminando sin tambalearse. Debía llegar a casa, darse una ducha, madrugar haciendo su tarea para evitar dormir más de cuatro horas y así evitar las pesadillas; y también soportar que el pequeño loto blanco estuviese parado frente a la puerta, esperando a que su otro "papá" llegara.

¿Cómo le explicaría que ya no volvería?

Tragó duró. La calle parecía ser un buen lugar para llorar, estaba casi vacía pero no; podía llorar dentro de su hogar mientras hacía su tarea. Había intentado hablarlo. Decirle a alguien lo que ocurría, lo que sentía, pero no pudo confiar en nadie.

Sabía que GuangYao se molestó con él. A-Qing había discutido brevemente con él, más que nada por la situación de sus dos amigos: ambos sufrían por aquella relación culminada; todo lo que después dijo le importó poco, seguramente le llamó idiota o algo similar. Así que no tenía a quien más recurrir, porque al final del día si ya no tenía a sus amigos tenía a Xiao Xingchen, pero ahora no tenía a nadie.

Lo extrañaba, más de lo que creyó.

Aún así sabía que Xingchen no era merecedor de sufrir con él, no quería arrastrarlo a su miseria. Él estaba roto ¿Cómo alguien tan bueno podía amar a alguien tan roto? Nadie en el mundo merecía sufrir por alguien cómo él, mucho menos Xiao Xingchen. Nadie merecía tener que soportar toda su mierda solo por el amor que Xue Yang pudiera sentir.

Su abuela dió todo por él, y murió. Tampoco quería que ese fuera el destino de Xiao Xingchen.

Tomó asiento por un momento ¿Qué pretendía bebiendo tales cantidades de alcohol. Se reprendió. Bien podía conllevar de otra manera todo ese asunto, sin embargo el alcohol era divertido, hasta que terminara en un coma etílico.

Tenía que llegar a casa. Su teléfono sonó y contestó sin mirar el número. Se encontró con la voz femenina de una persona bien conocida. Así que caminó hacia su dirección, faltaba poco y aquel departamento no estaba lejos. Cuando llegó, su embriaguez disminuyó un poco. Lo suficiente para que pudiera enfocar bien los objetos.

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