Gripe

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Un estornudo hizo que regresara al presente. Su maleta estaba repleta de su ropa perfectamente doblada, sin ninguna arruga; todo estaba ubicado de forma estratégica, ordenada.

Y su plan estaba igual. Era medio día, pero no le aquejaba llegar en la tarde.

Miró a Xingchen, quién tenía un pañuelo en la nariz y los ojos llorosos. Justo el día que habían planeado viajar a las montañas tuvo que enfermar.

Habían pasado cerca de dos meses, el invierno estaba a unos pasos. Desde la discusión y el descuido de aquella fiesta, su relación con Song Lan había mejorado. O algo así. Aprendió a mentir mejor, a tener buenas cortinas de humo y excusas creíbles.

Algunas veces le decía que salía con Wuxian, pero en realidad se iba al departamento de Xue Yang. Aprendió a organizar mejor su tiempo para trabajar, estudiar, hacer sus tareas y poder ir a beber con su chico. Terminaban follando en cualquier lugar que tuviera privacidad.

Y había ocasiones en que Wei Ying también escapaba con él para ir con Lan Zhan sin que ninguna de las dos familias se enterara. El joven Wei aún no confiaba del todo en Xue Yang, pero al ver la sonrisa de su amigo dejaba que se lo llevara. Tal vez no debía comprender porqué se gustaban, tal vez debía dejar vivieran lo que tuvieran que vivir.

En cuanto a Xue Yang... Se encontraba más abierto. Salían, bebían, tenían sexo y se volvían locos; aunque también se sentaban en el suelo de la habitación mientras comían palomitas de maíz y hablaban de su día, de que tan estresante había sido o lo bueno que les sucedió. Hablaban de sus metas, de lo que querían en el futuro.

Algunas veces se escapaban a la azotea y miraban las estrellas hasta quedarse dormidos, despertar una hora más tarde e ir a dormir. Otras, después de tener una ronda ardua de sexo y ducharse, Yang se tomaba el tiempo de secar, desenredar y jugar con el pelo de su luna para terminar peinandolo en una trenza o coleta.

Le había comprado otras peinetas, algunas ligas solo para que se sintiera más lindo y cómodo.

Y había veces en las que salían con A-Qing por un helado.

Sí, esa relación había prosperado, aunque de manera extraña.

Xue Yang seguía temeroso de enamorarse, mientras que Xingchen quería dar su corazón. Después de casi cuatro meses de conocerse era algo comprensible. Pero quería esperar, esperar a que su chico estuviera listo, porque aunque Xue Yang pensaba que lo ocultaba bien, él conocía su temor. Se notaba cada que lo miraba, cómo si fuese algo frágil, algo difícil de cuidar; se notaba en como se aferraba a su cintura cuando le abrazaba por detrás.

Así que esperaría hasta que ambos estuvieran listos. No quería romperse el corazón, tampoco presionar al otro. Entonces podría decirlo, entonces podría abrir completamente su corazón. Se sentía cómodo con la relación que tenían, así que no tenía ninguna prisa.

–Deberías ir con un médico– sugirió mientras terminaba de arreglar las sábanas de su cama.

–Es un resfriado solamente – él también estaba ordenando la habitación.

En realidad, lo del resfriado lo iba a inventar, pero sus defensas le jugaron una mala pasada. Así que también tendría que cancelar sus otros planes.

Estornudó de nuevo. Buscó más pañuelos, y dejó a un lado la limpieza de su habitación.

–Saluda a mi madre por mí – pidió sentandose en el suelo.

–Espero que algún día puedas saludarla tú – suspiró jalando la maleta – Si necesitas un médico, solo llámame y haré que alguno de los hermanos Wen venga atenderte – sonrió y acarició su pelo como despedida.

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