Quieto

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Los huesos de Xiao Xingchen temblaron con el frío. La noche estaba llegando, inundando al cielo con tonos oscuros. Xue Yang buscaba darle calefacción abrazándolo, ya que la tela del abrigo no era lo suficientemente gruesa. Además, las marcas violetas en sus brazos dolían, y no era un dolor agradable.

Xingchen se sentía extraño. Estuvo cerca de dos horas ahí dentro, en lo que le daban el alta, le hacían análisis y la farmacia le atendía. Su chico no se había despegado de él por dos razones: su estado anímico y que odiaba los hospitales. Sin embargo, Yang estuvo poniendo gestos amenazantes en su atractiva cara para que le atendieran con amabilidad. Y no se quejaba, posiblemente habría tardado más si no hubiera intervenido.

Se sentía seguro con él a un lado, aún cuando su mente le hacía dudar sobre ellos. En ese momento, prefirió dejar sus dudas. Aquel hombre le llevó helado, y no solo eso, también lo llevó al hospital.

Estaba terriblemente enamorado de él. Y no importaba si Xue Yang no le correspondía totalmente, nunca se había sentido así de bien. Se aferró al cuello en que sus brazos descansaban, y las manos que rodeaban su cintura le apretaron más. Bien, ese abrazo supo demasiado bien.

Un auto extraño y bien cuidado se detuvo ante la banca en que esperaban. Casi de inmediato se abrió una puerta mostrando a Song Lan. Ninguno de los dos se soltó, ya que a pesar de la falta de nieve, el aire frío no ayudaba. Aquél joven tragó vinagre, pero era más importante saber qué había ocurrido.

–Xingchen, vámonos – el mencionado se despegó un poco del otro, mostrándose confundido – tu amigo también – comentó antes de volver al coche.

Xue Yang hizo un gesto de molestia. Soltó la cintura delgada y ayudó a que se levantara de la fría banca. Caminaron los pocos metros hasta meterse en el auto ajeno.

–Buenas noches ¿Cómo se encuentra, Xiao Xingchen?– preguntó Lan Xichen, quién iba conduciendo.

–Mucho mejor – se limitó a contestar con una sonrisa.

–¿Tan grave fue el mareo?– cuestionó Song Lan desde el asiento delantero.

–Cualquier mareo es grave, y más teniendo anemia– contestó Xue Yang, molesto por una pregunta tan estúpida.

–No te pregunté a tí.

–WangJi te diría lo mismo – intervino Xichen, recordando las veces en que Lan Zhan ensayó en voz baja sobre cosas como esas.

Además, no quería una pelea en el auto. Era de su conocimiento la relación que Xue Yang y Xiao Xingchen, ya que GuangYao le contó sobre ello, explicando el porqué dejó salir a la luz la relación de los tres. Y bueno, Song Lan era un pobre tonto que no se daba cuenta de esa relación, o mejor dicho, de ninguna de las dos.

Xue Yang sonrió orgulloso sin intentar ocultarlo cuando el mayor de los Lan les dió la razón.

–Estoy mejor. Me dijeron que debía tomar aire fresco y pensé que sería buen idea hacer senderismo – El chico a su lado lo miró extrañado – Podríamos ir los cuatro, y si quiere, Xichen – sonrió al piloto y copiloto.

–No puedo, tengo que ayudar a mi tío, pero agradezco la invitación – respondió igual de amable.

–¿Entonces qué dices, Song Lan?– volvió a preguntar.

–Si te lo recomendaron, vamos – fue una aceptación casi a regañadientes.

"¿Qué pretendes?" Preguntó Xue Yang por vía mensaje.

"Confía en mí ¿Sí?"

"Lo hago".

Xingchen le sonrió mirándolo de frente. Esa sonrisa... Maldita sea ¿Qué tenía en mente.

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